martes, mayo 31, 2005

El tráfico de órganos, una realidad en Nampula


Es de hace tiempo pero siguen de actualidad:

Las Siervas de María llegaron a Nampula, en Mozambique, para atender y educar a los niños desfavorecidos. Ahora luchan para que las mafias internacionales no maten a estos pequeños ni trafiquen con sus órganos.


La monja turolense Juliana Calvo, de 61 años, se ha propuesto liderar un movimiento internacional para denunciar el tráfico de órganos y seres humanos, tras vivir de cerca, en Mozambique, las dos vertientes de un "submundo degradante o degradado", que, en parte gracias a su valentía, ha pasado del ámbito de la rumorología, los sueños o el cine al de la justicia y la política internacional.

Están en juego su vida y la de sus hermanas de la comunidad, por delatar casos y personas concretas, aunque asegura que "no he abandonado ni abandonaré el país. Estoy dispuesta a morir, no tengo problema".

Hace dos años la hermana Juliana, superiora del monasterio que las Siervas de María tienen desde hace 31 años en Nampula, al norte de Mozambique, conseguía llamar la atención de la prensa internacional y que se pusieran en marcha varios procesos judiciales por tráfico de órganos. Y aunque no confía en los resultados, continúa con su lucha.

En su última visita a Europa, para recibir el Premio Mundo Negro a la Fraternidad 2004, otorgado por los Misioneros Combonianos, ha llevado su denuncia por diversos foros: Salamanca, Valladolid y el Parlamento italiano, entre otros.

Sor Juliana no se amedrenta al emplear expresiones como "carnicería organizada, casas de engorde de niños o trailers cargados de órganos" para describir lo que ha conocido en los últimos años en Nampula, tras seguir los pasos de las mafias organizadas que operan en la zona, muy cerca del centro en el que su congregación se encarga de atender y educar a pequeños desprotegidos.

Cadáveres vacíos
De las primeras desapariciones que se comenzaron a oír de forma esporádica en 1996 se ha pasado a "un continuo goteo de cadáveres vacíos y niños desaparecidos desde 2001".

Sor Juliana ha narrado un ejemplo significativo: "Sólo entre septiembre y diciembre de 2003, la radio de la zona anunció la desaparición de 52 menores, sin contar los casos de las familias que no tienen medios para costear el anuncio y la desaparición de unos cien niños de la calle". Como autores de estos crímenes, la hermana Juliana apunta a mafias internacionales unidas al tráfico de armas y drogas.

El caso de los órganos "es el más lucrativo de todos" y tiene un doble operativo. Por un lado, secuestran a pequeños que viven en la calle o que aun teniendo familia se dedican a la venta ambulante en caminos o carreteras. Por otro, hay nativos que se dejan seducir por las suculentas cifras que ofrecen las mafias.

El precio de un niño, según Sor Juliana, está en torno a los 4.000 euros (unos 80 millones de meticales, la moneda del país). "Los cuerpos más valorados son los de edades comprendidas entre los 12 y 16 años: es frecuente que aparezcan enterrados y con el cuerpo vacío".

Problema internacional
Los traficantes pertenecen a distintas nacionalidades, entre las que destacan "brasileños, sudafricanos, jóvenes nativos y blancos que aún no están muy bien identificados", ha señalado la religiosa, convencida de que "son muchos los países implicados en este tráfico con seres humanos". En este sentido, ha explicado que existen varios corredores. Entre ellos ha resaltado Brasil, Sudáfrica e Israel. Los fines de estos "crímenes organizados y protegidos son diversos, desde la adopción hasta el turismo sexual, pasando por los trasplantes de órganos, las investigaciones científicas y las prácticas de magia o de sectas satánicas".

Los estrictos controles que rigen la donación y el trasplante en muchos países desarrollados, según ha indicado la religiosa, nada tienen que ver con las normas de otros países, en los que a las mafias "no les cuesta nada montar quirófanos, disponer de personal sanitario o utilizar para fines delictivos hospitales o clínicas".

Sus denuncias no responden a oídas, sino que ha asegurado que están basadas en lo que su comunidad ha vivido muy de cerca desde el 2001. Ese año llegó a la zona un matrimonio integrado por un irlandés y una danesa, procedentes de Sudáfrica. "Compraron 300 hectáreas con la excusa de montar algún tipo de industria agroalimentaria, pero enseguida nos dimos cuenta de que ésos no eran los fines. La casa se convirtió en un ir y venir constante de coches y de reuniones nocturnas".

Los terrenos de los nuevos vecinos curiosamente están situados junto a un aeropuerto. "En una de las pistas, que habitualmente no se utiliza, veíamos cómo aterrizaban y despegaban avionetas por la noche. En un principio pensábamos que se trataba de droga. Entregamos las matrículas de los vehículos a la policía, pero no nos hicieron ni caso".

Poco después, y en el terreno de las religiosas, apareció el cadáver de una joven de unos 15 años completamente abierta y vacía. Era el comienzo de una escena que se iba a repetir con frecuencia, siempre con un inconveniente añadido: "La indiferencia de las autoridades políticas y policiales, que se negaban a investigar. Nos acusaban a nosotras de inventar bulos e historias y decían que la gente hablaba mal de los extranjeros para evitar su entrada en el país".

Altas esferas
Ante la indiferencia local, la hermana Juliana y su comunidad iniciaron un movimiento de denuncia ascendiendo de estamento en estamento, hasta llegar a la Presidencia de Derechos Humanos en Mozambique y al Fiscal General del Estado. El resultado hasta el momento ha sido la emisión de un informe oficial en el que el fiscal ha asegurado que "el tráfico de personas y órganos es una realidad, no sólo en Nampula, sino en todo el país".

Además, se han abierto más de diez procesos judiciales, uno de ellos contra el matrimonio vecino de las religiosas.


23 de noviembre de 2004
Maxi Puertas. Salamanca

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