lunes, diciembre 22, 2003

jueves, julio 31, 2003

EL PAPA PROPONE A BÉLGICA EL EJEMPLO DEL REY BALDUINO


Juan Pablo II ha presentado la figura de Balduino, rey de los belgas, en el décimo aniversario de su fallecimiento, como ejemplo para los ciudadanos de su país. En un mensaje, leído por el cardenal Godfried Danneels, arzobispo de Malina-Bruselas, durante la misa conmemorativa en la catedral de la capital belga, el Papa asegura su oración por el soberano y su cercanía a toda la familia real, a las autoridades, y al pueblo de Bélgica.

Que «su vida de servicio, arraigada en una profunda relación con Dios y fundada sobre valores esenciales», afirma la misiva pontificia, aliente al pueblo belga a «seguir sus huellas para edificar una sociedad cada vez más justa y fraterna, en el respeto de la dignidad de las personas».

El rey Balduino I nació en 1930 y con sólo 21 años prestó juramento constitucional convirtiéndose en el quinto rey de los belgas. El 15 de diciembre de 1960 se unió en matrimonio con doña Fabiola de Mora y de Aragón.

Entre los episodios más destacados de su reinado, cabe destacar la decisión de con la que se opuso en 1990 al proyecto de ley de liberalización del aborto que aprobaron la Cámara y el Senado. El 30 de marzo, el monarca hizo saber por escrito al primer ministro que su conciencia le impedía sancionar esa ley, como lo exige el sistema constitucional para que entre en vigor.

Basándose en un artículo de la Constitución, el Consejo de Ministros consideró que por este motivo, Balduino I se encontraba en la imposibilidad de reinar. En ese caso, el Consejo de Ministros asume las prerrogativas constitucionales del rey. El 3 de abril el Consejo sancionó y promulgó la ley de liberalización del aborto.

El 5 de abril las Cámaras reunidas constataron el fin de la imposibilidad de reinar del rey, de manera que a partir de ese momento volvió a ejercer sus prerrogativas constitucionales. El 31 de julio de 1993 el rey falleció en Motril, en el sur de España, donde se encontraba la residencia de vacaciones de la pareja real.

En 1992, un año antes de su muerte, el rey escribía en su diario esta oración: «Haz que realice tu sueño de santidad en Fabiola y en mí...».

ARZOBISPADO DE LIMA
Plaza Mayor Apartado 1512
LIMA-PERÚ

Diez años sin Balduino


Artículo inédito, se remitió a los medios el 28 de agosto de 2003 para su publicación el 31 de julio siguiente.

Hace unos días, el pasado día 25, mientras la España oficial hacía una ofrenda al Señor Santiago en Compostela —no se sabe bien a santo de qué, si pretendemos ser un estado laico y aconfesional— la misma España oficial anunciaba que se autorizaba el uso de embriones congelados "sobrantes" para la investigación. Cada día parece más claro que Satanás no tiene cuernos ni rabo sino que ha tomado el apacible aspecto de un sabio biólogo a las órdenes de la simpática doctora Pandora, siempre tan curiosa. "Del árbol de la ciencia del bien y del mal no comas, porque el día en que de él comieres, ciertamente morirás", dijo no se qué viejo en una famosa ocasión. Pero la ciencia moderna no está para chocheces, avanza a golpe de probeta y son tales sus progresos que pronto no quedarán frutos en el árbol, y lloverá, por fin, café en el campo. Mientras, considerablemente deprimido, reflexiono sobre estas cuestiones, caigo en la cuenta de que Balduino de Bélgica falleció en Motril, hace justo diez años, el 31 de julio de 1993. Diez años sin Balduino, el honor de Bélgica.

Bélgica es un país pequeño con una historia grande y una cultura fascinante. Allí han nacido personajes como Maigret y los pitufos y allí viven todavía, en su castillo de Moulinsart el intrépido Tintín, con su perrito Milú, el capitán Haddock —siempre tan cascarrabias— y el profesor Tornasol. Bélgica ha dado grandes artistas, como Jacques Brel, y grandes pesimistas como Maurice Maeterlinck; y también ha producido unos cuantos premios Nobel, estupendos cocineros y un rey santo: Balduino de Bélgica. El caso de Balduino es algo raro en la historia de la Monarquía dónde los reyes santos solían manejar mejor la espada que la devoción y entendían que servir a Dios consistía básicamente en matar moros y en quemar herejes.

A Balduino le pusieron al nacer un nombre que en español suena muy bien pero en francés fatal. Alto, tímido, marcado por aquel nombre absurdo de conde de Flandes medieval, la infancia de Balduino no fue un camino de rosas. Tenía cinco años, en 1935, cuando perdió a su madre, la reina Astrid, y diez cuando su patria fue derrotada y ocupada por los alemanes. La cruz de Balduino fue su padre, el rey Leopoldo III, que hizo todo lo que en su mano estuvo para desprestigiar la institución monárquica. En junio de 1940 la orden de Leopoldo III de rendición incondicional de las tropas belgas abrió una brecha en el frente por la que se precipitaron los alemanes. El parlamento belga en el exilio intentó destituirle y el gobierno belga, refugiado en París, proclamó que "había dejado de reinar". En 1941 Leopoldo se volvió a casar, con Liliane Baels, lo cual fue ocultado durante meses a los belgas que idolatraban el recuerdo de su primera mujer, la reina Astrid. Leopoldo, tras la guerra, se mantuvo prudentemente en un dorado exilio y al regresar a Bélgica, en julio de 1950, fueron tales las protestas y manifestaciones —hubo muertos en Bruselas— que se avino a una semiabdicación vergonzante. Resignaba privadamente sus prerrogativas en el joven Balduino, el 31 de julio de aquel año, pero conservaba el título de Rey. El 11 de agosto Balduino fue jurado como "Príncipe Real" y Lugarteniente del Reino por el Parlamento. Durante esa jura el secretario del Partido Comunista belga, Julien Lahaut, dio vivas a la República: fue asesinado siete días después. Leopoldo siguió molestando hasta que por fin en julio de 1951 abdicó totalmente en Balduino.
Todo esto dará una idea del desprestigio al que había llegado la monarquía belga en el momento en que un joven y tímido Balduino, con veinte años, tomó las riendas de aquella hermosa nación.

Bajo su reinado Bélgica cambió mucho: perdió el Congo, fue cofundadora de la Comunidad Europea y en 1993 se dio una estructura federal dividiéndose el país en tres comunidades: Flandes, Valonia y Bruselas. Con tacto, paciencia e inteligencia, Balduino interpretó su papel de Rey y moderador de la cosa política. Y sin duda hubo cosas que le disgustaron, pero se las calló. Balduino, rey constitucional y respetuoso de la ley disfrutaba de escaso margen de maniobra, a la hora de expresar su voluntad y una de las pocas decisiones que tomó por sí mismo fue la de casarse con quien le dio la real gana. Eligió a la española Fabiola de Mora, que a lo largo de tantas tormentas le apoyó en todo momento. Aquel matrimonio ejemplar y dignísimo no tuvo la dicha de tener hijos, y por eso se dedicó a los niños de los demás, la protección de la infancia y las obras de caridad. El ejemplo de doña Fabiola, 75 años de distinción, es todo un alegato a favor de los matrimonios morganáticos.

Balduino mostró siempre su respeto por la ley pero hubo algo con lo que no transigió. El 29 de marzo de 1990 los diputados belgas aprobaron una ley que despenalizaba el aborto en Bélgica. Y aquello a Balduino no le gustó. Se trataba de una ley particularmente odiosa para una pareja real que quiso y no pudo tener hijos... Como en todas partes, en Bélgica el jefe del Estado ha de sancionar las leyes. Balduino dijo que él no firmaba aquella ley, y punto final. Intentaron convencerle pero no hubo forma. Los más acrisolados bonzos de la política belga y sus mejores juristas desfilaron uno tras otro por Palacio, a ver si conseguían que el rey diera su brazo a torcer; se barajaron fórmulas, se hicieron mil quinielas. Al final se adoptó una solución de compromiso: el 4 de abril Balduino dimitía y en virtud del artículo 82 de la Constitución belga el Consejo de Ministros asumía la Regencia y firmaba la ley del aborto. El día 5 se reunió el Parlamento belga y por 245 votos a favor y 93 abstenciones Balduino volvía de nuevo a ser Rey.

Al final Balduino se salió con la suya y consiguió no firmar aquella ley. El trono belga estuvo vacante durante 36 horas, gloriosas horas, si se piensa bien. Podrán todos los juristas de la tierra clamar al cielo y criticar una postura anticonstitucional. Tendrán razón, claro, pero ya se conoce el dicho: el corazón tiene razones que la razón no entiende y por mucho respeto que se le tenga a la Ley, hay momentos en que las personas han de hacer algo, aunque sólo sea un gesto, para marcar su distancia con la maldad del mundo. Balduino quizás no fue un monarca perfecto en el sentido que cabe dar a los textos constitucionales. Quizás hizo mal, a los ojos de la ley, al negarse a asumir su papel de real títere. Se rebeló contra su destino, contra sus obligaciones, contra sus deberes legales. Hizo mal, sin duda, pero tampoco hizo bien Sócrates en beber la cicuta e hizo mal Jesucristo en escandalizar al Sanedrín. ¿O no?

Lo cierto es que cuando murió Balduino toda Bélgica se sintió conmovida. Y en todo el mundo, las embajadas belgas vieron cómo ciudadanos de a pie que nada teníamos que ver con Bélgica acudíamos en masa a firmar en los libros de pésame. El honor nada sabe de partidos así que los sinceros apologistas del aborto libre y los honestos republicanos belgas tuvieron el buen gusto de saludar en la muerte de Balduino al hombre, que no sólo al Rey, porque reyes hay muchos, pero hombres muy pocos.

lunes, mayo 05, 2003

¿Vale la pena ser "ama de casa"?

Desde que la humanidad inventó el concepto de "casa" hubo un trabajo que hacer en ella y por ella. Desde entonces existe una profesión que llamamos "ama de casa". Es una profesión femenina. No quiero decir que "en mi opinión deba de ser una profesión femenina". Lo que digo es que la profesión de ama de casa ha sido, es y será, generalmente, una profesión femenina.

Lo más característico de la profesión de ama de casa es que no requiere ninguna especialización. O para decirlo mejor, las requiere todas. El trabajo femenino de ama de casa es susceptible de dividirse en multitud de trabajos masculinos especializados para los cuales solemos reservar la etiqueta de "profesionalidad". Como si ser "generalista" no fuera otra forma de ser "profesional". Un cocinero, un pedagogo, un pediatra, un mayordomo, un sastre, un contable, un decorador, un psicólogo, etc. concentran todos sus esfuerzos laborales en una sola faceta llegando en ocasiones a alcanzar un virtuosismo admirable. Esa admiración que despiertan en nuestro ánimo es similar a la que sentimos por los equilibristas del circo. Es la admiración que proporciona el espectáculo de las pequeñas habilidades que sólo es posible alcanzar mediante el entrenamiento. La profesión de ama de casa en cambio prescinde de esa perfección espectacular que tienen los trabajos limitados y se especializa en ordenar no una, sino todas las cosas que se mueven en ese mundo infralegal -o supralegal- que es el hogar. Es un trabajo variado, plural, duro y absorbente como ningún otro. Es un trabajo que precisa de la ayuda de todos los miembros de la familia, no cabe duda, pero que no puede ser sustituido por una mera yuxtaposición de ayudas. El trabajo en equipo está muy bien siempre que haya una cabeza, una dirección, un jefe, un amo... o un ama. De todas formas la casa sin ama de casa ya está inventada: se llama "piso de estudiantes".

La profesión de ama de casa se enfrenta desde hace algún tiempo a un problema de desprestigio cultural y social. Ser ama de casa ha llegado a ser entre las clases cultivadas del Occidente postcristiano sinónimo de incultura, rutina e insignificancia laboral. El término despectivo "maruja", aunque pueda tener una base real en cierto modelo decadente de "ama de casa", es un insulto que empobrece a la sociedad. Yo no creo que un telescopio sea más importante que un microscopio. Ni que la microeconomía sea menos relevante que la macroeconomía. El éxito de cualquier empresa es tanto de la logística como de la dirección. Un triunfo futbolístico, cuando llega, es de los delanteros como de los defensas. En la táctica militar de nada vale la mejor vanguardia sin una buena intendencia. De la misma forma cualquier familia tiene un trabajo interior y otro exterior, ambos igualmente dignos. Así es la vida: lo oculto y lo visible, la raíz y la flor, complementándose para lograr la belleza estable de todas las cosas. La naturaleza y la vida humana están llenas de ejemplos similares a ese milagro de la biología y la psicología humanas que llamamos matrimonio. El equilibrio entre los sexos es tan necesario como el día y la noche. Y ese equilibrio que nos enseñan la biología y la psicología tiene una formulación concreta que no está de moda: lo propio del hombre es lo público; lo genuinamente femenino es lo privado. La ley y la política, la empresa y la profesión especialista han sido y son generalmente cosas de hombres. Pero no porque las mujeres no puedan, o no sean capaces, o no tengan facultades para cumplir en todas ellas perfectamente. Ellas saben, y pueden hacerlo; lo que sucede es que generalmente ni quieren ni hace falta que lo hagan. Creo que cuando se demuestra que de verdad hace falta es señal de que llegan los tiempos duros. Como los que llevaron a Juana de Arco a liderar un ejército.

Yo no se hasta qué punto es necesario que las mujeres se ocupen hoy de la política o los trabajos extradomésticos para mejorar las cosas. Lo que si sé es que las cosas seguirán empeorando si cada año continúan desapareciendo en Occidente cientos de miles de amas de casa. Este fenómeno demoledor deja cada año literalmente vacíos y desatendidos a cientos de miles de hogares. En vano tratará la burocracia estatal de cubrir este terrible desierto. Podrán multiplicarse las subvenciones, las guarderías, los comedores (¿o comederos?) públicos... podrán incluso tratar de encuadrar a las amas de casa restantes en esquemas semi-funcionariales. Todo será inútil. Lo propio de la profesión de ama de casa es su alegalidad, su insumisión a normas escritas y su entrega gratuita. Lo propio del ama de casa es hacer el trabajo que hay que hacer, aunque no sea perfecto, por amor y por pura responsabilidad; y no porque lo exija un ministro del Gobierno o un reglamento.

Hay quien piensa que una forma de dignificar el trabajo del ama de casa sería asignándole un sueldo. Esta solución es realmente lógica si se parte de una concepción individualista y burocrática de las cosas. Pero habrá que tener en cuenta que si asignamos por decreto un sueldo al ama de casa tendremos que legislar entonces sobre toda la cuestión. Para ser completamente "justos" se hará preciso regular los estudios y las prácticas previas al ejercicio de la profesión; también los procesos de selección del personal, y los sindicatos correspondientes; y no bastará con fijar un sueldo único porque cada familia y cada casa exigirán un nivel diferente de preparación, de dedicación y de remuneración del ama de casa... No hay nada más ilógico que reflexionar con lógica sobre una primera idea absurda. La idea sagrada que nunca hemos debido romper es la de matrimonio. Porque si resulta que el matrimonio no es mas que una unión circunstancial, (de hecho), de dos ciudadanos, entonces el Estado tendrá todo el derecho del mundo a inmiscuirse y a fijar incluso sueldos y derechos laborales de sus súbditos. Pero si el matrimonio y la familia son, como afirma la tradición cristiana, ese reino independiente, esa auténtica ONG, en cuyo interior no existen ni lo político ni lo legal, entonces resulta que el Estado y sus políticos no son nadie para meter sus narices donde no les llaman. Por otra parte la idea de un sueldo para el ama de casa no es en sí misma descabellada. Lo que es absurdo es su determinación por ley o su prestación por parte del Estado, no lo es el hecho de que el ama de casa pueda disponer de medios económicos. Pero esto ya está inventado: en toda familia decente el marido -que trabaja fuera de casa no sólo por su interés sino por el de toda su familia- entrega dinero, a veces todo el dinero, a su mujer. ¿No es eso tener un sueldo? Fijar un sueldo oficial para el ama de casa no sería hacerle ningún favor. Al revés: sería lo mismo que negarle la parte que justamente le corresponde del sueldo del marido. Sería como decir al marido que ese dinero que él gana fuera de casa es solamente suyo.

La profesión de ama de casa, lo mismo que la institución natural de la familia, han sufrido muchos ataques e incomprensiones a lo largo de la historia. Fueron ataques la tiranía insoportable del paterfamilias romano, o el machismo indecente de los ilustrados, o la subordinación de la mujer que definía el esquema puritano, o la poligamia de los musulmanes, o la "florerización" y "marujización" de la cultura burguesa contemporánea. No seré yo quien propugne una vuelta atrás. Sólo deseo avanzar hacia el sentido común, esté donde esté.

Hoy, la ideología que pretende liberar a la mujer a base de igualitarismo le obliga a someterse a un patrón masculino que no le hace feliz. La mujer debe recuperar en la teoría y en la práctica su sitio en la sociedad. Ser ama de casa y madre de familia ha de seguir siendo la profesión más digna y más frecuente de las mujeres por más que digan los burócratas de Bruselas. Para ello las amas de casa únicamente están pidiendo respeto y reconocimiento a su labor. No piden nada del otro mundo: un matrimonio estable; un verdadero hogar; tiempo para tener, cuidar y educar a sus propios hijos. No creo que sea cuestión ni de ayudas, ni de subvenciones, ni de guarderías, ni de inspectores, ni de trabajos masculinizantes. Lo que especialmente le falta hoy en día al ama de casa es buena prensa. El individualismo liberal y la homosexualidad machista que impregnan los grandes medios de comunicación nos están acomplejando a todos de tal forma que ya no nos atrevemos a decir lo que pensamos. Y lo que pensamos de nuestra infancia, por ejemplo, es que fue una suerte tener siempre en casa a Mamá.


Autor: Javier Garisoain

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Lo escribe mi medio paisano y creo que es muy interesante... Lo suscribo