miércoles, agosto 24, 2005

Muchas gracias a todos

Discurso de despedida que Benedicto XVI pronunció el pasado domingo en el aeropuerto de Colonia-Bonn.


Sala de Prensa de la Santa Sede
22 de agosto de 2005

Al término de esta mi primera visita en tierra alemana como Obispo de Roma y Sucesor de Pedro, siento una vez más la necesidad de expresar viva gratitud por la acogida dispensada a mí y a mis colaboradores y, especialmente, a los numerosos jóvenes llegados a Colonia de todos los continentes con ocasión de esta Jornada Mundial de la Juventud. El Señor me ha llamado a suceder al querido Pontífice Juan Pablo II, genial promotor de las Jornadas Mundiales de la Juventud. He acogido con gozo esta herencia y doy gracias a Dios, que me ha dado la oportunidad de vivir junto a tantos jóvenes esta nueva etapa de su peregrinación espiritual, de continente en continente, siguiendo la Cruz de Cristo.

Doy las gracias a todos los que se han esforzado para que cada fase y momento de este extraordinario encuentro se desarrollara con orden y serenidad. Los días pasados juntos, han permitido a muchos chicos y chicas procedentes del mundo entero conocer mejor Alemania. Todos somos conscientes del mal producido por nuestra patria en el siglo XX, y lo reconocemos con vergüenza y dolor. Pero en estos días, gracias a Dios, se ha puesto de manifiesto abundantemente que existía y existe también otra Alemania, un País de particulares recursos humanos, culturales y espirituales. ¡Deseo que tales recursos, gracias también al acontecimiento de estos días, vuelvan a irradiarse en el mundo! Ahora, los jóvenes de todo el mundo pueden retornar a sus países enriquecidos por los contactos y la experiencia de diálogo y de fraternidad que han tenido en muchas regiones de nuestra Patria. Estoy seguro que su estancia, caracterizada por el típico entusiasmo de su edad, deja a las poblaciones que generosamente los ha hospedado un grato recuerdo, constituyendo, también, un signo de esperanza para Alemania. En efecto, se puede decir que en estos días Alemania ha sido el centro del mundo católico. Los jóvenes de todos los continentes y culturas, estrechamente unidos con fe en torno a sus Pastores y al Sucesor de Pedro, han hecho visible una Iglesia joven, que con imaginación y valentía quiere esculpir el rostro de una humanidad más justa y solidaria. Siguiendo el ejemplo de los Magos, los jóvenes se han puesto en camino para encontrar a Cristo, como recuerda el tema de la Jornada Mundial de la Juventud. Ahora regresan a sus pueblos y ciudades para testimoniar la luz, la belleza y el vigor del Evangelio, del que han hecho una renovada experiencia.

Siento la necesidad de dar las gracias a todos los que han abierto el corazón y las casas a estos innumerables jóvenes peregrinos. Gracias a las Autoridades gubernativas, a los Responsables políticos y a las diversas Administraciones civiles y militares, así como a los servicios de seguridad y las múltiples Organizaciones de voluntariado, que con gran dedicación han trabajado en la preparación y en el fructuoso desarrollo de cada iniciativa y manifestación de esta Jornada Mundial. Gracias a los que se han ocupado de los encuentros de reflexión y oración, así como de las celebraciones litúrgicas, en las que se han dado ejemplos elocuentes de la vitalidad alegre de la fe que anima a los jóvenes de nuestro tiempo. Quisiera extender mi reconocimiento a los responsables de las otras Iglesias y Comunidades eclesiales, así como también a los representantes de las otras Religiones que han querido estar presentes en este importante encuentro, y espero que se intensifique el compromiso común de formar a las jóvenes generaciones en los valores humanos y espirituales que son indispensables para construir un futuro de libertad y paz verdadera.

Expreso mi más sentido agradecimiento al Cardenal Joachim Meisner, Arzobispo de Colonia, la Diócesis que ha hospedado este Encuentro Mundial, al Episcopado alemán, con su Presidente, el Cardenal Karl Lehmann, a los sacerdotes, a los religiosos y religiosas, a las comunidades parroquiales, a las asociaciones laicales y a los movimientos que se han esforzado en que la estancia de los jóvenes haya sido espiritualmente provechosa. Gracias muy especialmente, y con mucho afecto, a los jóvenes alemanes, que de tantos modos han demostrado su disponibilidad para acoger a sus coetáneos, y han compartido con ellos momentos de fe que podemos calificar como memorables. Espero que este acontecimiento eclesial quede grabado en la vida de los católicos de Alemania y sea incentivo para un renovado impulso espiritual y apostólico en su seno. Que el Evangelio sea acogido en su integridad y testimoniado con pasión por todos los discípulos de Cristo, para que se revele así como fermento para una auténtica renovación de toda la sociedad alemana, también mediante el diálogo con las diversas comunidades cristianas y con los seguidores de otras religiones.

En fin, saludo con deferente gratitud a las Autoridades políticas, civiles y diplomáticas que han tenido a bien estar presentes en esta despedida. Un agradecimiento particular a usted, Señor Canciller, a cuya cortesía confío el cometido de transmitir las seguridades de mi reconocimiento al Presidente del República, a los miembros del Gobierno y a todo el pueblo alemán. Con el corazón henchido de las emociones y recuerdos de estos días, me dispongo a retornar a Roma, invocando sobre todos abundantes bendiciones divinas para un futuro de serena prosperidad, de concordia y de paz.

© 2005, Oficina de información del Opus Dei en Internet

lunes, agosto 22, 2005

Jóvenes comprometidos: Universidad de Navarra

Qué alegría ve a Anuca en estos proyectos

Estudiantes asistieron en la ONU a un curso sobre derechos humanos, con el que se pretendió promover el voluntariado intelectural.

Un grupo de estudiantes de la Universidad de Navarra y de la Rioja asistieron al III Curso Internacional de Verano 'Educación en ciudadanía y diálogo intercultural' que tuvo lugar en la sede de la ONU, en Ginebra (Suiza).

Esta iniciativa ha sido una labor conjunta de la Universidad de Verano de Derechos Humanos de Ginebra y ambos centros académicos, entre otras instituciones, para promover el voluntariado intelectual.

Durante cuatro jornadas los estudiantes reflexionaron sobre temas como la educación para la ciudadanía y la educación social, los mecanismos de protección de derechos humanos en Naciones Unidas y en valores fundamentales para el diálogo intercultural.

Participantes
En las mesas redondas, conferencias y sesiones celebradas participaron expertos como Marylee Rambaud, de la Boston University; Kishore Singh, miembro de la UNESCO; Hafid Ouardiri, portavoz de la Mezquita de Ginebra; y Michel Veuthey, representante del International Institute of Humans Rights.

Junto a ellos colaboraron profesores de la Universidad de Navarra como Enrique Banús, Montserrat Herrero y Eugenia López-Jacoiste que aportaron las dimensiones política, filosófica y jurídica, respectivamente.

La celebración del Año Europeo de la Ciudadanía a través de la Educación ha estado presente a lo largo de las jornadas. Los debates giraron en torno a la búsqueda del equilibrio entre el binomio universalidad de los derechos humanos y diversidad de los pueblos y culturas.El diálogo, el respeto mutuo y la educación fueron las claves destacadas para llegar al entendimiento.

Es la tercera vez que Ana Mª Vega y Alfred Fernández, como miembros de la ONG OIDEL (Organización Internacional para el Desarrollo de la Libertad de Enseñanza), han hecho posible la participación universitaria en la sede la ONU, para transmitir los valores de la cultura y los derechos humanos en el ámbito del voluntariado intelectual.

sábado, agosto 20, 2005

Harambee 2002


Algunas enseñanzas de san Josemaría sobre la educación y la responsabilidad civil

Una sociedad a la medida del amor del Corazón de Cristo

«Un hombre o una sociedad que no reaccione ante las tribulaciones o las injusticias, y que no se esfuerce por aliviarlas, no son un hombre o una sociedad a la medida del amor del Corazón de Cristo. Los cristianos —conservando siempre la más amplia libertad a la hora de estudiar y de llevar a la práctica las diversas soluciones y, por tanto, con un lógico pluralismo—, han de coincidir en el idéntico afán de servir a la humanidad. De otro modo, su cristianismo no será la Palabra y la Vida de Jesús: será un disfraz, un engaño de cara a Dios y de cara a los hombres» (Es Cristo que pasa, 167).

Poner en práctica el mandamiento nuevo del amor

«Se comprende muy bien la impaciencia, la angustia, los deseos inquietos de quienes, con un alma naturalmente cristiana (cfr. Tertuliano, Apologeticum, 17 —PL 1, 375—), no se resignan ante la injusticia personal y social que puede crear el corazón humano. Tantos siglos de convivencia entre los hombres y, todavía, tanto odio, tanta destrucción, tanto fanatismo acumulado en ojos que no quieren ver y en corazones que no quieren amar.

Los bienes de la tierra, repartidos entre unos pocos; los bienes de la cultura, encerrados en cenáculos. Y, fuera, hambre de pan y de sabiduría, vidas humanas que son santas, porque vienen de Dios, tratadas como simples cosas, como números de una estadística. Comprendo y comparto esa impaciencia, que me impulsa a mirar a Cristo, que continúa invitándonos a que pongamos en práctica ese mandamiento nuevo del amor» (Es Cristo que pasa, 111).


Una raza, una lengua, un color

«Nuestro Señor ha venido a traer la paz, la buena nueva, la vida, a todos los hombres. No sólo a los ricos, ni sólo a los pobres. No sólo a los sabios, ni sólo a los ingenuos. A todos. A los hermanos, que hermanos somos, pues somos hijos de un mismo Padre Dios. No hay, pues, más que una raza: la raza de los hijos de Dios. No hay más que un color: el color de los hijos de Dios. Y no hay más que una lengua: ésa que habla al corazón y a la cabeza, sin ruido de palabras, pero dándonos a conocer a Dios y haciendo que nos amemos los unos a los otros» (Es Cristo que pasa, 106).


Nuestra vida es un servicio

«Toda nuestra vida es eso, hijas e hijos míos, un servicio de metas exclusivamente sobrenaturales, porque el Opus Dei no es ni será nunca —ni podrá serlo— un instrumento temporal; pero es al mismo tiempo un servicio humano, porque no hacéis más que tratar de lograr la perfección cristiana en el mundo, limpiamente, con vuestra libérrima y responsable actuación en todos los campos de la actividad ciudadana. Un servicio abnegado, que no envilece, sino que educa, que agranda el corazón —lo hace más romano, en el sentido más alto de esta palabra— y lleva a buscar el honor y el bien de las gentes de cada país: para que haya cada día menos pobres, menos ignorantes, menos almas sin fe, menos desesperados, menos guerras, menos inseguridad, más caridad y más paz» (En El Opus Dei en la Iglesia, p. 178).


Donde hay pobreza, tristeza y dolor

«El Opus Dei» ha de estar presente «donde hay pobreza, donde hay falta de trabajo, donde hay tristeza, donde hay dolor, para que el dolor se lleve con alegría, para que la pobreza desaparezca, para que no falte trabajo —porque formamos a la gente de manera que lo pueda tener—, para que metamos a Cristo en la vida de cada uno, en la medida en que quiera, porque somos muy amigos de la libertad». (En Una mirada hacia el futuro desde el corazón de Vallecas, Madrid, 1998, p. 135. Palabras del 1-X-1967).

Luchar contra la injusticia, el hambre y la ignorancia

— "¿Y cómo podremos luchar eficazmente —inquirió alguien desde el fondo del salón de actos— contra el hambre, la injusticia, la ignorancia?"

— «Hijo mío, andamos tras eso. Somos una fuerza santa, sobrenatural; tratamos de lograr que en el mundo haya menos pobres, menos ignorantes, más justicia; y te diré que el primer medio es la oración, la mortificación. Que la puedes ejercitar en el trabajo, haciéndolo muy bien. Y luego, tratando a todos con cariño, con una amistad fiel, limpia, humana y sobrenatural. Poquito a poquito se irá andando, sin violencias: la violencia no trae más que el desorden, y horrores más grandes que los que quiere evitar». (En Una mirada hacia el futuro desde el corazón de Vallecas, Madrid, 1998, p. 138. Palabras del 1-X-1967).

jueves, agosto 18, 2005

La desinformación religiosa en los medios de comunicación.


Entre los males crónicos que padecemos, está el de la desinformación religiosa, que es muy persistente en nuestro país, y que, a base de repetirse, ha conseguido imprimir en las conciencias imágenes muy negativas de la Iglesia y algunos sonoros prejuicios sobre el mensaje cristiano. Cuando se presta un poco de atención se ven los tics que tiene cada medio. Me parece útil poner algunos de relieve. Pero sin adoptar una actitud beligerante, porque no va con lo que tiene que ser la evangelización, cuyo signo principal es la caridad. La caridad exige una opción por la inocencia (es mejor pasarse por bienintencionados), y por la indefensión que supone perdonar (el heroísmo de ceder en lo propio y esperar la conversión ajena). Con todo, el Señor nos ha dado la inteligencia también para que pensemos y ofrezcamos una justa resistencia al daño injusto.

El nuestro es un país con un movimiento intelectual discreto. Aparte del debate político, que no es particularmente atractivo, los editoriales de la prensa se dedican al comentario ocurrente de anécdotas circunstanciales. Y cuando tratan los temas religiosos son frecuentemente raramente ofrecen un diálogo inteligente o enriquecedor. Si no fuera por el poder que tiene para conformar la opinión pública, no merecerían atención.

Sin necesidad de grandes análisis, es patente que la desinformación religiosa en la prensa española se puede encuadrar en dos tipos de medios. De un lado, la prensa de cuño ilustrado; de otro, la de aire libertario. Al describir los dos tipos, destacaré algunos rasgos. Y se me permitirá que los trate con cierto desenfado. Es por dar amenidad al texto. Y también para no convertir el tema, que, en el fondo, es bastante doloroso, en un alegato.

La prensa libertaria

Empezaremos por el segundo tipo, que es más elemental. La prensa de aire libertario se caracteriza, sobre todo, por ser frívola. Carece de proyecto intelectual, fuera de una genérica opción por la libertad de costumbres. Todo lo demás no parece importarle gran cosa. Le gustan los tonos sensacionalistas y no se toma en serio más que a sí misma. Cree estar en la cresta de la ola y, asumiendo una tradición surrealista bastante demodée, piensa que hacer cultura consiste en sorprender con alguna que otra “transgresión” (a estas alturas). Se considera al margen de la cultura cristiana y procura marcar las distancias, cuando hay ocasión, con alguna salida de tono. Tiende a ridiculizar lo religioso, y se regocija cuando las circunstancias le ofrecen algún pequeño escándalo sexual o financiero. También rastrea todo lo escabroso que se puede recuperar de la historia. Pero lo hace con la intención de llenar los dominicales y entretener al lector. No busca el lado más anticlerical, sino el más morboso.

No tiene posicionamientos ideológicos claros, sino más bien vitales, y se le nota un aire posmoderno, de estar de vuelta. Por eso, el tratamiento de lo religioso tiende a ser errático. No le importa recoger manifestaciones religiosas auténticas, siempre que sean curiosas y entretenidas. Y muestra un cierto escrúpulo de conciencia cuando trata, generalmente bien, las realizaciones sociales de la Iglesia. También suelen caerle simpáticos los personajes en distancia corta, en entrevistas, etc. En cambio, muestra recelos instintivos hacia la institución tomada en general (la Iglesia, la autoridad, la curia romana, la conferencia epicopal, el Magisterio). Y tiene un tic agudo que lo caracteriza, que es la hipersensibilidad hacia la moral sexual católica. Aquí sí que no dejan pasar una y la respuesta suele ser airada.

El tema de la homosexualidad, en particular, es el callo que no se puede rozar. Y, a falta de otros, actúa como insignia del carácter libertario. Las cuestiones ecológicas o el reiterativo discurso en favor del relativismo total (ideológico, cultural, religioso, científico...), puede servir para ponerse algo de color en la camiseta, pero el tema sensible -a juzgar por las reacciones- es el otro. En círculos concéntricos la hipersensibilidad se extiende hacia toda la doctrina de la Iglesia sobre la familia, la bioética y la paternidad o maternidad. Aunque el panorama demográfico en España pide a gritos una acción responsable en este terreno, esta prensa no tolera bien la institución familiar, con sus niños gritones, sus hogares acogedores, sus cumpleaños felices, sus sonrisas tiernas y sus cándidos belenes. Y se le escapan pellizcos y puyas no siempre inocentes. Gide dijo en una ocasión "familias, os odio". Pues lo mismo, pero en menos. Los encantos de la “familia feliz” y el “hogar, dulce hogar” les ponen a cien. Debe de ser un tic de solteros.

Les gusta coquetear con el mundo de la droga, siempre tratado con cariñosa indulgencia, aunque los datos clínicos obliguen en esto a un inevitable realismo y moderación. Lo libertario, como las borracheras, trae siempre a cuestas el problema de la resaca, cuando uno se tropieza con el dolor de cabeza, y, al cabo de unos años, con la cirrosis. Como vivimos en un mundo real, los actos libres (la droga, el sexo, el desenfado, el escapismo y la vida misma) tienen efectos reales, muchas veces no deseados. Es bonito jugar a vivir liberado, pero, en algún momento, hay que fregar los platos que se han manchado y recoger los trozos de los que se han roto. De esto no tiene culpa el cristianismo. Son las leyes de la realidad. Y a la Iglesia le toca el feo o hermoso papel -según se mire- de recordar las leyes que creemos reveladas por el Creador. Y molesta. Por muy suave que se quiera decir, la Palabra de Dios se recibe en este contexto como una bofetada moral. En esto se resume todo.

La prensa de corte ilustrado

La otra prensa -de corte ilustrado- presenta una fisonomía muy distinta. En primer lugar, se considera seria, y tiene una alta opinión de sí misma y de su papel en la sociedad moderna. Arroja sobre sus hombros la tarea de ser el faro y guía intelectual del progreso. Se considera la conciencia laica del país y, desde que la izquierda se decolora (perdiendo el rojo), sostiene los ideales de la Ilustración francesa. Esto le da el tono dignamente aburrido de los viejos tribunales de justicia, llenos de estatuas a la libertad y el progreso. Celebra con religiosa unción las efemérides ilustradas y mantiene el culto sagrado de lo público. Esta repetición de clichés le producen un hieratismo un tanto cómico. Y quizá por el peso de la propia tradición izquierdista, no acaba de encontrar la postura para integrar los nuevos aires liberales que, por las leyes de la simetría ideológica (casi tan certeras como las de la óptica), le correspondería adoptar.

Mientras en la prensa libertaria, podría hablarse de una desinformación errática, aquí se trata de una desinformación sistemática. Para esta prensa, la cuestión religiosa no es una más, sino que es un punto sensible de su proyecto cultural, y casi el único que le queda claro después de diez años de derivas, distanciamientos y decoloraciones apresuradas. Remontándose a los puntos de partida de su tradición ideológica, asume que el mayor mal de la historia ha sido el oscurantismo religioso. En consecuencia, considera un deber y un alto honor combatirlo. Esto le da un horizonte y una tarea, además de disculparle veleidades de juventud. Defienden que progresar es lo mismo que perder la fe cristiana, aunque no saben bien qué parte, porque no se hacen idea de la hondura de sus propias raíces.

Es una cruzada en toda regla basada en una creencia: lo religioso y, sobre todo, lo católico es, por su propia naturaleza, contrario al progreso de la humanidad: es decir, al crecimiento de la ciencia y al despliegue de la libertad. Es un principio que los datos reales, quiéranlo o no, tienen siempre que confirmar. Y se trabajará para que así sea. El enfoque y las manifestaciones de la religiosidad católica han cambiado mucho en el último siglo. Pero cuando la miran no ven lo que hay, sino lo que debería haber de acuerdo con este principio.

Por eso, sacan constantemente del baúl de los recuerdos, los argumentos, ya apolillados, que seleccionó la tradición laicista y anticlerical francesa. Y, con ocasión y sin ella, entrando en el siglo XXI, te recuerdan las antiguas cruzadas, las guerras de religión, el juicio de Galileo o la actuación represiva de la inquisición, como si acabaran de suceder y no se hubiera hecho otra cosa en la historia. Que San Juan de la Cruz haya podido convivir con la Inquisición y que sea un testimonio cristiano mucho más auténtico, da lo mismo; puestos a mentar, lo que se mentará hasta el agotamiento, será la Inquisición, sin ninguna preocupación por los matices históricos. Son argumentos importados y apenas traducidos, ni siquiera tienen los tonos locales que cabría esperar. Por ejemplo, la Inquisición es una institución española y, con la enorme documentación que poseemos, podría dar lugar a ejemplos más sangrantes que Galileo, porque, en este país ojerizas ha habido siempre muchas. Pero no les interesa la historia. Prefieren los estereotipos. La única diferencia con otras naciones es que aquí, en general, no se usa la referencia a los horrores de la Conquista de América. Se ve que el público español todavía venera este asunto y le sabe malo que se lo sustraigan. Con estos argumentos, llevamos dos siglos y medio, y todavía se pueden leer en la prensa diaria, no menos que una vez por semana. Todo lo demás que la Iglesia haya hecho o esté haciendo ahora no importa en absoluto. La imagen viene dada por el baúl.

Siendo la religión católica tan nefasta, necesariamente hay que suponer intenciones torcidas en sus representantes, parezca lo que parezca. Es un segundo principio. Así, hay que explicar la actuación del Papa, de la curia romana, de los obispos y, aún de todos los clérigos, por el afán de conquistar poder y dinero. No se puede conceder que sean bienintencionados y que, en realidad, quieran el bien de la gente. Pueden ser obsesos o tontos, pero buenos no. Hay que representárselos, contra toda evidencia, como gente ávida de dinero y sedienta de poder. Y los demás, como ovejas ignorantes y crédulas. Esto se sugerirá siempre que se tercie. Lo han convertido en una cláusula de estilo. Podría parecer un chiste si no fuera porque no hay día en que no aparezca por escrito.

Infinitamente aburrido, porque el repertorio es terriblemente recurrente. En cuanto se sigue con atención su manera de dar las noticias religiosas, se notan todos los tics y se cazan todos los trucos de esta prensa.

No dejarán de reseñar en lugar destacado todo lo que resulte grotesco, lo que huela a superstición, lo que parezca anacrónico en las manifestaciones religiosas. Personajes estrafalarios, fiestas recónditas, prácticas ancestrales que han fosilizado en alguna esquina: todos y todas encontrarán sitio preferente y merecerán titulares. Además de destacar los escándalos financieros y sexuales de eclesiásticos, que, tal y como es la condición humana, inevitablemente salpican la vida de la Iglesia, a veces, menos de lo que cabría esperar. También encontrarán lugar, por supuesto, todos los opositores, los tránsfugas, y los problemáticos. Y toda persona a quien la autoridad eclesiástica recrimine algo, se convertirá, por eso mismo, en un héroe; y tendrá espacio a su disposición mientras se anime a discrepar y ser suficientemente ácido. Tampoco les importa abrir la mano a otras opciones religiosas, con tal que resulten alternativas a lo católico; pero sin pasarse, sin perder la compostura laicista.

Probablemente consideran de mal gusto dar relevancia a ningún intelectual cristiano del pasado o del presente. La tesis de partida es que lo cristiano tiene que ser contrario a la ciencia y el saber, de manera que, por definición, no puede existir ni pensamiento cristiano ni pensadores cristianos. Así es que o se ignora completamente el pensamiento o al pensador o, si se le menciona, se omite que es cristiano. Son del dominio público algunas clamorosas y persistentes omisiones. Claro es que, al destacar héroes y levantar pedestales, han que andarse con tiento. Por una ironía del destino, el principal ilustrado español, Jovellanos, recientemente recordado en el discurso de entrada a la Academia de un eminente periodista, era un hombre de Misa casi diaria, como deja constancia en sus diarios. Jovellanos podría ser el modelo local y razonable para reconciliar ilustración y fe. Pero cuando lo recuerdan, suelen olvidar la otra mitad y lo dejan como el vizconde demediado de Calvino.

Y cuando no queda otro remedio que dar la noticia, cuando lo religioso mismo es noticia, se buscará el ángulo que menos le favorezca. Entonces empieza la elaboración y el cocinado del material. Todo un arte. Primero se reduce el mensaje al mínimo. Después, se piensa el modo de mentar los móviles torcidos (el poder y el dinero) y de recordar el pasado descalificador (la inquisición). Se da voz a los que piensan lo contrario. Se recogen todos los detalles peregrinos, absurdos o antipáticos. Y se escogen las fotos más grotescas. Si se toma uno la molestia de recorrer cómo trató esta prensa los viajes del Papa Juan Pablo II, comprobará que, con la sola excepción de Cuba -donde no supo situarse- y con una insoportable monotonía, el procedimiento fue siempre el mismo: acusaciones de protagonismo y de gastos excesivos; recuerdo sesgado de las circunstancias históricas más dolorosas; amplia atención a voces descontentas; recopilación de detalles chuscos; y selección de fotos peregrinas. Un alarde de manipulación de materiales. Todo, menos dejar sitio al mensaje y a la intención religiosa.

Por escoger otro ejemplo más sintomático. En la noche del 24 de diciembre del año 2000, Juan Pablo II inauguró el año jubilar. Era una fecha densa, largamente esperada y cargada de significación. La noticia era inevitable, fue recogida por casi todos los medios del mundo. Pero quizá resultó demasiado fuerte para uno de los principales medios de nuestro país, y la pasó por la cocina. Tras poner en primera página una rara foto del Papa de espaldas y arrodillado, dedicó al asunto dos artículos en la sección de religión. El primero hablaba del jubileo como un montaje televisivo. Y el otro, de lo que costaban los coches del Vaticano, remontándose a los Mercedes que usaba Pío XII. Del mensaje y del significado del jubileo, de la renovación espiritual, de las opiniones del Papa, de los 2000 años de Jesucristo, apenas una furtiva línea; todo lo demás, adobo. Muestra representativa del taller y pequeña joya del arte de la desinformación religiosa en el inicio del tercer milenio. Habría que pensar en un museo para reunir la colección.

Conclusión

Así estamos. No es muy alentador, pero así estamos. Pero no podemos acostumbrarnos. Por un lado, no se debe permitir que este bombardeo penetre en las conciencias y, a base de no reaccionar, solidifique creando un estado de opinión. Pues el que calla otorga. Por otro, tampoco se puede reaccionar de cualquier modo, porque somos cristianos.

No se trata de plantear una batalla entre los buenos y los malos. Porque tal distinción es imposible hasta el final de los tiempos, y la hará, como quiera, nuestro Señor Jesucristo. Mientras, en lo que nos toca ver y podemos juzgar, ni los buenos son tan buenos ni los malos tan malos. Los eclesiásticos y, en general, todos los cristianos tenemos que vivir en la incómoda situación de ser portadores de un mensaje maravilloso que nos excede. Es lógico que los que no son o no quieren ser cristianos perciban el efecto grotesco. Es la base inevitable de la mofa anticlerical. No vamos a decir que estamos a la altura de los ideales que proclamamos. Y no vamos a hacer como si lo estuviésemos. Sólo los vemos realizados - y aún no plenamente- en los santos. Esta paradoja en la que vivimos es una invitación a la sinceridad, a la autenticidad, y, antes que nada, a la humildad.

Tampoco vamos a decir que todos nuestros antecesores eran santos, que reflejaron bien el mensaje de Cristo y que no habido malentendidos dolorosos. El fin del milenio ha sido ocasión de reconocer culpas pasadas. Pero el inicio del nuevo es la ocasión de relanzar la evangelización. No podemos renunciar a difundir el mensaje de Jesucristo, que es luz que ilumina y sal que da sabor a la vida. Y no debemos permitir que lo desvirtúen injustamente a fuerza de frivolidad o de maniobras intelectuales
Juan Lorda.

miércoles, agosto 17, 2005

"La Iglesia necesita de los jóvenes"

ENTREVISTA AL PRELADO DEL OPUS DEI

Roma/Colonia (Alemania), 14 ago (dpa). Entrevista concedida por mons. Javier Echevarría a la agencia de noticias alemana DPA. "Los jóvenes necesitan de la Iglesia y la Iglesia de los jóvenes", ha señalado el prelado del Opus Dei.

Vicente Poveda // Deutsche Presse-Agentur
16 de agosto de 2005

¿Cómo va a ser su participación y la de los miembros y amigos del Opus Dei en la Jornada Mundial de la Juventud?
Personalmente, voy a Colonia lleno de fe y de esperanza, con la ilusión de volver a experimentar que la Iglesia es joven, como ha dicho el Santo Padre desde el primer día de su pontificado. La Jornada Mundial de la Juventud constituye un momento de encuentro, en el que tendremos ocasión de comprobar la importancia de la fe para los jóvenes y la gran importancia de los jóvenes para la Iglesia. Los participantes escucharán las reflexiones del Papa; el Papa escuchará las esperanzas de la juventud. Estoy seguro de que todos regresaremos de Colonia con deseos renovados de seguir y amar más a Jesucristo.

Pienso que los fieles del Opus Dei -que participan en la Jornada sin formar un grupo, de formas muy variadas, con diferentes diócesis y organizaciones- acuden con esa misma disposición de apertura al momento de gracia.

¿Como ve usted la relación entre los jóvenes de hoy y la Iglesia? ¿Qué puede ofrecerles la Iglesia hoy en día?
Si me permite la expresión, diría que se trata de una relación de mutua dependencia: los jóvenes necesitan a la Iglesia, con necesidad vital; la Iglesia necesita a los jóvenes, porque son parte importante del Pueblo de Dios. A través de la Iglesia los jóvenes llegan al conocimiento de Jesucristo: Dios hecho hombre, la respuesta a los más profundos anhelos, la fuente de la verdadera felicidad. Ellos y ellas dan a la Iglesia nueva vida, cuando descubren con entusiasmo la figura y el mensaje de Cristo, y transmiten el entusiasmo de su descubrimiento a las nuevas generaciones. En este sentido, ellos mismos son la Iglesia, constituyen, con los pobres y los enfermos, un especial tesoro.

Ciertamente, la relación de la Iglesia con los jóvenes presenta también obstáculos y dificultades: por una parte, durante la juventud se experimentan la esperanza y la generosidad, pero también no pocas inquietudes; por otra, los jóvenes no siempre perciben de modo adecuado la verdadera naturaleza de la Iglesia, quizá a causa de lo que podríamos llamar problemas de comunicación, propios de este tiempo nuestro, caracterizado por el exceso de información y la falta de orientación. Esa circunstancia invita a los católicos a actuar con conciencia y responsabilidad de hijos de Dios; y a mantener el esfuerzo de transmitir con coherencia lo esencial de nuestra fe.

Hemos de ofrecer, a los jóvenes que buscan el sentido de la vida, el testimonio sincero de nuestra felicidad y de nuestro compromiso, cada uno en sus propias circunstancias.

¿Cómo describiría al Papa Benedicto XVI?
Yo le veo, y quiero verle siempre, como el Padre bueno de la Iglesia. Y no iría más lejos en mi descripción, porque esa palabra -Padre- lo resume todo. Ciertamente, la Providencia le ha ido preparando para su misión de

Prelado del Opus Dei.

Romano Pontífice. Con todos sus años de ministerio ha adquirido un conocimiento privilegiado de la realidad de la Iglesia en el mundo; una aguda percepción de los retos que plantea la cultura contemporánea; una clara visión de conjunto que le permite intuir los caminos de la voluntad de Dios para la Iglesia en nuestro tiempo.

Si tuviera que resumir en una expresión su trayectoria y su perfil, diría: sabiduría humilde y paz contagiosa. Esto tiene una manifestación claramente visible en el Papa: su gran capacidad de escuchar, de comprender y de buscar respuestas que sacien la sed de Dios de las mujeres y los hombres de hoy.

¿Cómo ha sido su trato con él hasta ahora? ¿Conoce y aprecia al Opus Dei tanto como su predecesor?
Antes que nada, quiero decir que, en mi opinión, cualquier comparación sería fácilmente reductiva. De todos modos, puedo afirmar que actualmente Benedicto XVI conoce mejor el Opus Dei de cuanto -al comenzar su Pontificado, en 1978- lo conocía Juan Pablo II. Pero, insisto, la relación del Santo Padre con los fieles católicos y las instituciones de la Iglesia no se mueve sólo en el terreno del conocimiento, sino en el ambiente propio de la comunión y el afecto, paterno y filial. Y en esto no hay diferencias.

¿Cómo es la expansión del Opus Dei en Alemania? ¿Tenía San Josemaría alguna relación especial con este país?
El Opus Dei crece de modo natural, su mensaje se difunde de persona a persona, de uno en uno. La medida del apostolado es una medida humana, aunque el motor del apostolado es siempre la gracia de Dios, que tiene sus ritmos y su lógica.

En Alemania, la labor del Opus Dei -como pienso que sucede con la Iglesia en general- se extiende de modo particular entre familias jóvenes: personas que desean compartir su experiencia de la fe, recurrir a la ayuda de unos medios de formación cristiana compatibles con los deberes ordinarios.

Me consta que, en diferentes ciudades, son muy numerosas las personas que participan en las actividades apostólicas. En la Misa que el Cardenal Meisner celebró en enero de 2002, con ocasión del centenario del nacimiento de San Josemaría, la Catedral de Colonia era un hervidero de personas.

San Josemaría estuvo en diversas ocasiones en Alemania. Tuve la suerte de acompañarle, por primera vez en 1958, y comprobé que sentía admiración por esta tierra y por este pueblo y sus virtudes. Confiaba mucho en la aportación que los católicos alemanes pueden seguir haciendo a la labor evangelizadora de la Iglesia. También aquí, como en todos los lugares,vino a aprender, a querer, a servir.

El Opus Dei sufrió en los años 70 y 80 en Alemania fuertes ataques en los medios de comunicación. Pasado el tiempo, ¿cómo contempla el Opus Dei aquellos años?
Con serenidad. Por una parte, es obvio que los medios de comunicación no son infalibles, y padecer sus ataques, cuando carecen de base, no tiene mayor trascendencia. No quiero dar una visión negativa de los medios de comunicación, que tantos servicios prestan a la sociedad. Me
refiero a que -como todo lo humano- pueden cometer errores. Al igual que en otros campos, los mismos que se equivocan, rectifican noblemente.

Por otro lado, los ataques no son algo nuevo ni en la Iglesia en general ni en el Opus Dei en particular. Si me permite estas expresiones, forman parte del guión, están en el presupuesto. Mi experiencia es que, al final, son un modo de extender el conocimiento del Opus Dei a muchas más personas.

¿Podría describir brevemente al Fundador? ¿Qué es lo principal que aprendió de él?
Quizá podamos tomar la descripción que Juan Pablo II hizo en su libro "¡Levantaos, vamos!": un sacerdote santo, para los tiempos modernos, porque recordó la importancia de la santidad de la vida ordinaria, precisamente cuando observamos esa fractura entre fe y vida cotidiana, que
el Concilio Vaticano II y los últimos Papas han señalado como uno de los grandes problemas de nuestro tiempo. A salvar esa división, personal y social, nos ayuda el mensaje de san Josemaría.

Siempre me resulta difícil resumir todo lo que he aprendido de este santo sacerdote. Desde luego, me ha quedado grabada para siempre su capacidad de querer: vivía para Dios y para los demás, y se entregaba del todo.

martes, agosto 16, 2005

La conversión de un abortista

La conversión del doctor Bernard Nathanson a la cultura de la vida y a la Iglesia Católica


Participó en 75.000 abortos y ahora es uno de los más incansables defensores de la vida. El doctor Bernard Nathanson ha escrito el libro ‘The Hand of God. A Journey from Death to Life by the Abortion Doctor Who Changed His Mind'. Se trata de la autobiografía de quien fue conocido en Nueva York como ‘el rey del aborto', se convirtió luego en destacado defensor de la vida y ha acabado ingresando en la Iglesia católica. La categoría intelectual y moral del doctor Nathanson ha hecho que otros muchos que practicaban o fomentaban el aborto, incluídos algunos parlamentarios, reconozcan su error y se unan a la lucha en favor de la vida humana más indefensa. Sencillamente, el aborto y su cortejo —desde la grotesca eutanasia del doctor Kevorkian hasta los embriones congelados de Gran Bretaña— son asuntos que nunca quedarán sanjados, pues afectan al sentido mismo de la vida humana. En ningún lugar se puede ver mas clara que en Estados Unidos en este momento de la historia la división entre las fuerzas de la «cultura de la muerte» y «la civilización del amor». Las conversiones de Nathanson, primero a la causa pro-vida y luego al cristianismo, son altamente significativas, en cuanto muestras del poder de la evidencia científica y de la oración. Y manifiestan, además, la estrecha conexión que existe entre Dios y la ley natural inscrita por él en la naturaleza humana. Quien reconoce y sigue la ley natural, es muy posible que acabe encontrando a Dios y a la Iglesia.

El aborto tal como es

Muchos lectores conocen a grandes rasgos la historia del doctor Nathanson. En 1969 fundó, junto con otras personas, la Asociación nacional para la revocación de las leyes contra el aborto (NARAL, más tarde rebautizada Liga nacional para la acción por el derecho al aborto, nombre que tiene las mismas siglas en inglés). Fue director del Centro de salud reproductiva y sexual (Nueva York), que era entonces la mayor clínica abortista del mundo. Al final de los años 70 renegó de su militancia en pro del aborto y llegó a ser un gran abogado de la causa pro-vida, en particular con el precursor libro Aborting America y el video El Grito Silencioso (The Silent Scream). Este documento fue en verdad revolucionario: en él se empleó la tecnología médica más reciente para mostrar de forma definitiva todo el horror del aborto tal y como tiene realmente lugar dentro del vientre materno. Este video, junto con su continuación, The Eclipse o Reason fue ampliamente exhibido no solo para el público en general a través de numerosas televisiones del mundo, sino también en sesiones especiales para parlamentarios de distintos países. Nathanson pronto se convirtió en el blanco de las iras de las fuerzas de la cultura anti-vida en Estados Unidos. Su cambio de actitud al persuadirse de la realidad objetiva del aborto —la supresión de una vida humana inocente— le hizo objeto habitual de radicalización y sátira. Desde entonces ha simultaneado una prestigiosa labor como tocólogo y como profesor universitario, con viajes por todo el mundo para dar conferencias en defensa de los no nacidos. Ahora, próximo ya a jubilarse, ha publicado su autobiografía, con impresionantes revelaciones sobre cómo un hombre pudo llegar a ser abortista. Pero es también un testimonio fehaciente del poder de la gracia divina, escrito cuando estaba a punto de dar el último paso con su bautismo y su incorporación a la Iglesia de Cristo.


Sin excusas
El libro no es fácil ni agradable de leer, pues revela unas malas acciones verdaderamente repugnantes. Lo destacable y digno de elogio es que el autor no se excusa por su comportamiento. Aunque el lector no justifique la conducta de Nathanson, al menos encontrará muchas razones para comprenderla cuando conozca cómo fue la infancia y adolescencia del autor, criado en un ambiente familiar que con verdad se puede describir como falto de amor. Nathanson relata con minuciosidad sus primeros años en Nueva York, en el seno de una familia aquejada de graves anomalías desde al menos, al parecer, dos generaciones antes. En aquel hogar no hacia el menor atisbo de fe religiosa ni de lealtad o cariño familiar. La religión no tuvo papel alguno en su educación. Su familia, judía, no practicaba la fe, aunque celebraba las fiestas religiosas, quizá al igual que muchos cristianos siguen festejando en cierto modo la Pascua o la Navidad, sin que estas solemnidades tengan consecuencias reales en su forma de pensar o de comportarse. Es realmente impresionante cómo describe Nathanson la idea que en su niñez tenía de Dios. «Mi imagen de Dios era —concluyó al reflexionar sobre ella al cabo de seis decenios— la figura amenazadora, majestuosa y barbuda del Moisés de Miguel Ángel. Sentado en lo que parecía ser su trono, considerando mi destino y a punto de lanzar su juicio inexorablemente condenatorio. Así era mi Dios judío: terrible, despótico e implacable. En una fase posterior de su vida, cuando cumplía el servicio militar en la aviación, para sobrellevar las horas muertas leyó un libro sobre la Biblia. Allí descubrió que «el Dios del Nuevo Testamento era una figura amable, clemente e incomparablemente cariñosa. En ella iría después a buscar, y al fin encontraría, el perdón que por tanto tiempo y tan desesperadamente he deseado». Fue un presagio de su posterior conversión a la fe cristiana.

El secreto de la paz de Cristo

Durante sus estudios de medicina en la universidad McGill (Canada), tuvo como profesor al famoso psiquiatra judío Karl Stern, que había emigrado desde la Alemania nazi. Esta relación tendría consecuencias positivas varios decenios después, cuando Nathanson empezó a examinar más de cerca las razones del cristianismo. De Stern dice: «Era la figura dominante en el departamento: un gran profesor; un orador fascinante, elocuente incluso, aunque utilizaba un idioma que no era el suyo, y un polemista brillante que infaliblemente disparaba ideas originales y atrevidas (...). Con Stern tuve una especie de culto al héroe, estudié la psiquiatría con la diligencia de un escriba que escudriña la Biblia, y a cambio me dieron el premio de psiquiatría al acabar el cuarto curso (...). Stern transmitía una serenidad y una seguridad indefinibles. Entonces yo no sabía que en 1943, tras años de meditación, lectura y estudio, se había convertido al catolicismo». Más tarde, Nathanson leyó la famosa autobiografía de Stern, The Pillar o Fire. Entonces comprendió que Stern «poseía un secreto que yo había estado buscando toda mi vida: el secreto de la paz de Cristo». Posteriores capítulos describen una promiscuidad compulsiva en Nathanson, de la que resulta su primer contacto con un aborto, practicado a su primera novia y pagado por su padre. Luego vienen la historia de sus dos primeros matrimonios y el suceso quizás más escalofriante: el aborto, realizado por él mismo, a otra de las mujeres con las que había tenido relaciones.

La evidencia cientifíca


En los capítulos siguientes, Nathanson relata lo que, en gran parte, ya había explicado en su libro Aborting America sobre su creciente participación en la campaña por la liberalización del aborto en Estados Unidos, proceso que culminó, como es sabido, en 1973, con la sentencia del Tribunal Supremo que de hecho legalizó el aborto a petición. Pasado el tiempo, Nathanson vió con claridad la evidencia científica, en gran parte gracias a las nuevas tecnologías, que le permitieron observar al niño en el vientre materno. «Aquello» que había abortado miles de veces (según sus propios cálculos, Nathanson ha estado implicado directa o indirectamente en unos 75.000 abortos) era en realidad un ser humano desde el instante de la concepción. Dejó de practicar abortos y llegó a ser el converso y defensor de la causa pro-vida más conocido en Estados Unidos, en especial por sus innovadores videos.

Mataderos humanos

En uno de los últimos capítulos, titulado Hacia los tanatorios, Nathanson hace predicciones sobre lo que ya vaticinó con tanta claridad Pablo Vl en la encíclica Humane Vitae: una vez que se pierde el respeto por la vida humana en su comienzo, inevitablemente se llegará a la eutanasia. Pronostica que pronto habrá clínicas que harán negocio con la muerte. «Basándome en mi experiencia con una modalidad similar de paganismo extremo, puedo predecir que habrá empresarios que montarán pequeños y discretos sanatorios para aquellos que deseen morir o hayan sido persuadidos o coaccionados o engañados por -los medicos (...). Pero eso no será más que la primera fase. Cuando los tanatorios prosperen y se expandan, formando cadenas de clínicas y redes de concesionarios, los economistas tomarán el mando, y recortarán gastos y costes corrientes a medida que aumente la competencia. En su versión final, los tanatorios —reorganizados, eficientes y económicamente intachables— se parecerán más que a ninguna otra cosa a las fábricas de producción en serie en que se han convertido las clínicas abortistas, y —en una fase posterior— a los hornos de Auschwitz».

El ejemplo y la oración

Sin embargo, Nathanson termina el libro con una nota de esperanza en la misericordia, el perdón y la salvación ofrecida por Cristo. Como suele ocurrir en las historias de conversiones, fueron la oración y el ejemplo de muchos de sus amigos y colegas pro-vida los que terminaron por vencer la resistencia del ateo endurecido, que pudo así comprender que puede haber un sitio en el corazón de Dios incluso para gente como él. Al referir una manifestación pro-vida ante una clínica abortista, cuenta que los participantes «rezaban, se apoyaban y animaban mutuamente, cantaban himnos de júbilo y recordaban constantemente unos a otros la prohibición absoluta de emplear violencia. Rezaban por los no nacidos, por las pobres mujeres que acudían a abortar y por los médicos y enfermeras de la clínica. Incluso rezaban por los policías y los periodistas destacados en el lugar. Y yo me preguntaba: ¿Cómo puede esta gente entregarse por un público que es —y será siempre— mudo, invisible e incapaz de agradecerles nada?». Ver aquellos manifestantes pro-vida, que estaban dispuestos a ir a la cárcel y a arruinarse por sus convicciones causó una honda impresión en Nathanson. Entonces, dice, «por primera vez en toda mi vida de adulto, empecé a abrigar la noción de Dios, un Dios que paradójicamente me había llevado a través de los proverbiales círculos del infierno, sólo para mostrarme el camino hacia la redención y el perdón por medio de su gracia. Ese pensamiento contradecía todas las dieciochescas certezas que tan queridas habían sido para mi; en un instante convirtió mi pasado en una repugnante ciénaga de pecado y maldad; me acusó y condenó de graves crímenes contra los que me amaban y contra aquellos que ni siquiera conocí; y a la vez —milagrosamente— me ofreció una reluciente chispa de esperanza, en la creencia, cada vez más firme, en que, hace dos milenios, Alguien había muerto por mis pecados y mi maldad".

L'OSSERVATORE ROMANO en lengua española, 21 de febrero de 1997, 9 (93)

lunes, agosto 15, 2005

Al cielo vais, Señora



Al cielo vais, Señora,
y allá os reciben con alegre canto.
¡Oh quién pudiera ahora
asirse a vuestro manto
para subir con vos al monte santo!

De ángeles sois llevada,
de quien servida sois desde la cuna,
de estrellas coronada:
¡Tal Reina habrá ninguna,
pues os calza los pies la blanca luna!

Volved los blandos ojos,
ave preciosa, sola humilde y nueva,
a este valle de abrojos,
que tales flores lleva,
do suspirando están los hijos de Eva.

Que, si con clara vista
miráis las tristes almas deste suelo,
con propiedad no vista,
las subiréis de un vuelo,
como piedra de imán al cielo, al cielo

domingo, agosto 14, 2005

Ayudar a los demás... cuidando del Arte

Jóvenes aragonesas de la asociación Alcanadre (Huesca) han dedicado buena parte de su verano a conservar y restaurar el patrimonio artístico de la iglesia de Chimillas. Es una forma de preservar la historia y lograr que los habitantes de esta localidad puedan seguir disfrutando de su arte religioso.

05 de agosto de 2005

Reparando la madera.

Doce estudiantes de Enseñanza Secundaria, Bachillerato, Formación Profesional y Universitaria de Huesca y Zaragoza han realizado este verano una intervención conservativa y preventiva de una parte del patrimonio artístico de la sacristía y del despacho parroquial de la iglesia de San Jorge, de Chimillas, en un campo de trabajo organizado por la asociación Alcanadre (Huesca), una labor apostólica del Opus Dei. Durante esos días, las voluntarias han convivido con chicas de Chimillas y han conocido parajes naturales del Reino de los Mallos.

En la realización de este campo de trabajo han colaborado el ayuntamiento de la localidad, cuyo alcalde ha facilitado el pabellón polideportivo como alojamiento, la asociación Alcubierre de Zaragoza y la ONG Solidaridad Universitaria de Huesca.

La intervención, dirigida por una diplomada de la Escuela Superior de Conservación y Restauración de Bienes Culturales de Aragón, ha tenido como objetivo evitar posibles ataques de microorganismos en el interior de la iglesia, del siglo XVIII, y de insectos xilófagos que atacan especialmente a la madera. “Dado que los vecinos de Chimillas realizan periódicamente tareas de higiene y limpieza, es muy conveniente preservarla en lo posible de males mayores”, explica la directora del campo de trabajo, Asun Serrano.

A medida que avanzaban los días, seis chicas de Chimillas, de 13 a 18 años, que estudian en Huesca en centros de enseñanza públicos y privados, se iban uniendo al campo de trabajo que ha constado de dos partes: eliminación de polvo superficial e insectos muertos del mobiliario de los locales de la iglesia y de la sacristía –sillas, armarios, arcones, roperos y estanterías- y realización de un inventario de los vasos sagrados, objetos de culto, lienzos litúrgicos, ornamentos –casullas, capas pluviales, albas- y de los libros del despacho parroquial.

A la hora del balance, María Eugenia, de 13 años y residente en Zaragoza, no duda en repetir esta experiencia: “Lo que hemos hecho es sólo una mínima parte de lo que hace falta. Además, me lo he pasado genial. El próximo año vuelvo a Chimillas”.

Su amiga Esther, que ha realizado el inventario de libros, explica sorprendida la temática de algunos de ellos: “He limpiado libros de física, geometría y álgebra del año 1927; guías naturales y de medio ambiente. Nunca hubiera imaginado encontrar esto en una iglesia al margen de lo típico: vidas de santos, evangelios, catecismos, etc”.

Esther ha estado acompañada todos los días por Lluch, una chica de 13 años de Chimillas, que ha barnizado parte del mobiliario y ha sacado lustre a ventanas, cristales y la vitrina que contiene los vasos sagrados. Casualmente vive enfrente de la iglesia y su tatarabuela y bisabuela pertenecieron a los equipos de limpieza que se formaron en sus años de juventud.

La asociación Alcanadre, que es una labor apostólica del Opus Dei, confía en continuar lo iniciado este verano, contando con la colaboración no sólo de los vecinos de Chimillas sino de todas las personas interesadas en conservar el patrimonio artístico para el uso, disfrute y contemplación de las generaciones venideras.

© 2005, Oficina de información del Opus Dei en Internet

lunes, agosto 01, 2005

El niño mimado

Leí hace unos días una historia que me dio mucho que pensar. La escribió Jean Guy Hamelin, un hermano obispo de Canadá, y le había sucedido a él mismo.

Iba este obispo en el tren. Se le acerca un hombre joven y le dice: “¿Puedo sentarme a su lado? Mire, señor cura, acabo de salir de la cárcel y la verdad es que ando un poco perdido. Al verle, me ha dado un vuelco el corazón y aquí me tiene. Me llamo R... Quizás conozca a mi tío M...” El obispo conocía perfectamente a su tío.

Y R... empezó a contar su historia personal. Tenía 25 años. Le contó cómo se enroló en una “pandilla de amiguetes” que no hacían otra cosa que
robar. Al principio, cosas de poca importancia; pero finalmente llegaron a cometer importantes robos. Le contó cómo, un día, volviendo de la prisión, recibió un golpe emocional muy fuerte: su compañera le dio con la puerta en las narices dejándolo solo. Le describió también el ambiente que encontró dentro de la cárcel y cómo allí aprendió a la perfección “el arte de robar”. De pronto, con voz baja y muy triste, le dijo: “Señor cura, soy hijo único. Mis padres no me negaron nunca nada. Me mimaron demasiado. No les deseo nada malo pero... no lo hicieron bien conmigo”.

Siete años después, en una gran ciudad, murió asesinado un trabajador. El asesino entró a robar en el taller. Tenía 32 años y su nombre era R...:
aquel hijo único, demasiado mimado, que el señor obispo había encontrado en el tren.

Queridos lectores, en este tiempo de verano en el que el día es más largo y queda tiempo para muchas cosas, no estaría nada mal que pudieseis
sacar un poco de tiempo para reflexionar un poco y ver cómo educáis, o mejor, cómo educamos, a los niños, a los adolescentes, a los jóvenes.

Educar no es darles todo lo que piden y desean. Educar es ayudarles a sacar todos los valores que llevan dentro –como seres humanos que son– creados por un Dios que no hace basura, sino que hizo al hombre y a la mujer “muy buenos”: personas que llevan la impronta del Creador, su imagen y semejanza, llenos de dignidad y de belleza. No hay nadie que no lleve dentro preciosos tesoros humanos que sacar, que educar. Ayudarles a sacar, a dar forma a esos valores que ya llevan, y enseñarles a ponerlos al servicio de los demás: en esto consiste la hermosa, paciente e imprescindible tarea de educar.

No podemos criar seres ensimismados, egoístas, que tienen de todo y nunca tienen bastante; sino hombres y mujeres capaces de ser adultos,
capaces de ofrecer y de aceptar, capaces de valorar a los otros y de compartir. Educar es también, pues, saber negarles cosas, enseñarles a renunciar, a dilatar en el tiempo la consecución de sus deseos, para aprender a amar más y a amar mejor. Sólo así les preparamos para ser felices y para encajar, con entereza, las dificultades de la vida.

+ Juan José Omella Omella
Obispo de Calahorra y La Calzada-Logroño