sábado, junio 27, 2009

Un portal digital para ofrecer el sufrimiento

Mission-hope.com permite asociarse para ofrecer su enfermedad para la salvación de las almas. Fundado por Marcela de María y Campos, una consagrada que sufre esclerosis múltiple, esta página web, que cuenta ya con más de 300 católicos asociados de todo el mundo, permite ofrecer el sufrimiento y la enfermedad por otras personas y dar, así, un sentido profundo al dolor.

Jorge Enrique Mújica
Todo comenzó en 2001 cuando a Marcela de María y Campos, consagrada del Movimiento de apostolado Regnum Christi, le detectaron esclerosis múltiple, una enfermedad degenerativa e incurable.

«Yo soy muy cobarde para el sufrimiento y desde niña, cada vez que me ponían una inyección o me sacaban sangre, me desmayaba invariablemente. Cuando supe que el tratamiento para la enfermedad eran inyecciones y no sólo iba a inyectarme cada día, sino que tendría que hacerlo yo misma, pensé que si no lo hacía por alguien, con una intencionalidad apostólica, mi vida sería cada día más difícil», afirma Marcela de María. Pero lo que parecía un obstáculo se convirtió en una oportunidad magnífica para dar sentido al sufrimiento.

Marcela fue ofreciendo cada una de sus inyecciones por personas que necesitaban de sus oraciones al grado que, paulatinamente, comenzaron a lloverle peticiones de quienes sabían de lo que Marcela hacía. «Nunca me faltó una petición “urgente” que me recordara que mi sacrificio tenía mucho valor a los ojos de Dios, y si lo unía al de Cristo, Él lo bendecía infinitamente […] Dios me permitió ver muchas veces frutos inmediatos de mi oración y me hizo palpar que verdaderamente mi sufrimiento está vinculado misteriosamente a la salvación de muchas almas», afirma Marcela.

Cada vez fueron más abundantes las peticiones que Marcela recibía así que decidió hacer su «costal», una «bolsa» donde echaba los nombres e intenciones de las personas por las que ofrecería sus sacrificios. Y después de 7 años, con las altas y bajas propias de su enfermedad, ha sido precisamente su amor a las almas lo que la ha animado a seguir adelante: «…el pensar en el cielo y saber que mi costal me necesita me ha dado la fuerza para seguir adelante con alegría». «Desde el primer día, Dios me dio la gracia de saber que esta enfermedad era un regalo y una oportunidad para santificarme y vivir de cara al cielo. Me atrevo a decir que, después de mi vocación a la vida consagrada, esta enfermedad ha sido el mayor regalo que Dios me ha dado», agrega Marcela.

Un testimonio internauta

Pero no todo ha quedado en un edificante testimonio de vida. Marcela entendió que este regalo de comprender la enfermedad como un don para los demás, este vivir con esperanza, no era sólo para ella. Así nació «Mission Hope», una organización internacional de católicos que ofrecen su sufrimiento y enfermedad para la salvación de las almas. De momento hay más de 300 personas y cualquier católico puede asociarse a través de www.mission-hope.com, donde es posible descargar el kit y conocer las bases.

«Mission Hope» es una oportunidad para redimensionar el dolor y el sufrimiento como misión de vida y forma de apostolado. O como dice uno de los testimonios que se pueden leer en el portal: «Para mí, Mission Hope es un apostolado para aprender a “dar” valor al sufrimiento, moral o físico; no hay que hacer nada “extra” sino tomar conciencia del poder de nuestro ofrecimiento unido al de Cristo». Palabras semejantes a las de la misma Marcela de María, quien afirma que «este estilo de vida no cambia la realidad, no cura a los que están enfermos ni devuelve a los seres queridos a quienes los han perdido, pero da un sentido cristiano al propio sufrimiento, el sentido que realmente tiene, y recuerda que la vida definitiva no es ésta, sino la eterna, y vale la pena invertirlo todo para alcanzarla y ayudar a que muchos otros la alcancen».

Religión en Libertad

Es una peregrinación escrita a la que se invita a ir con apertura de mente


Jesús García narra en «Medjugorje» cómo la vida de muchas personas ha cambiado tras visitar esta pequeña aldea

El autor cuenta que la tarde del 24 de junio de 1981 cambió para siempre la vida de seis niños de una pequeña aldea ubicada al sur de Bosnia y Herzegovina, en la Antigua Yugoslavia. A la espera de la confirmación de la Iglesia católica de las apariciones marianas, millones de personas en todo el mundo han sido tocados y transformados por un fenómeno que tuvo un gran eco mediático. El martes se presenta su nuevo libro.

(Javier Fariñas) Jesús García (Madrid, 1977), especializado en Diseño Gráfico, se vinculó al periodismo cuando comenzó a trabajar en el diario El Mundo. Actualmente forma parte del departamento de Comunicación de la asociación pontificia «Ayuda a la Iglesia Necesitada». Especializado en temática religiosa, colabora con diversos medios de comunicación y tuvo su primer contacto directo con Medjugorje cuando en 2006 fue enviado allí para investigar los hechos. «Medjugorje», su primer libro, es la crónica más exhaustiva escrita en castellano sobre lo que viene sucediendo en la pequeña aldea de Bosnia y Herzegovina.

-¿Este libro es un libro sobre apariciones, de testimonios, de peregrinos, de viajeros, una «guía» para conocer Medjugorje…?

-Es un trabajo periodístico, en cuanto al periodismo entendido como ir, ver e informar, presentado como una peregrinación ficticia, un viaje hasta el lugar de los hechos en el que el guía del viaje sería el autor y los peregrinos los lectores. Así, a través de las páginas de este libro se visitan los lugares más importantes de esta historia, se entrevista a los protagonistas, se estudia la posición de las autoridades eclesiásticas locales y de fuera, se comparten historias y anécdotas con otros peregrinos y se escuchan testimonios de esos que ponen lo pelos de punta.

Es, por decirlo de alguna manera, una peregrinación escrita a la que se invita a ir con apertura de mente, sin prejuicios ni aspavientos, para la que no hace falta ni saber rezar, ni querer rezar, ni pensar que se tenga que hacer. Es sencillamente leer por el sano ejercicio de conocer, de una manera entretenida. Nada más.

-¿Por qué escribir un libro sobre este lugar cuando aún la Iglesia no se ha pronunciado oficialmente sobre lo que acontece allí? Es numerosa la literatura que existe sobre estos fenómenos y muchas veces se encuentra el silencio, la mofa o el rechazo como respuesta.

-Porque está ocurriendo ahora y de ser cierto, nos lo estamos perdiendo. Y el que se mofe o lo rechace sin conocerlo, es un imprudente, por decirlo con educación. No me importan las mofas de los ignorantes ni el rechazo de los intelectuales de salón. A mí me importan las dudas de los que sí han estado allí y han vivido aquello. Ellos tienen todo mi respeto.

Hay que saber que en lo que a eventos de apariciones se refiere, la Iglesia no debe pronunciarse nunca a favor de su autenticidad mientras el evento esté transcurriendo, ya que sería una falta de prudencia y de rigor. Sería como hacer una crítica de una película cuando aún se está rodando, o escribir la crónica de un partido de fútbol cuando van por el descanso. O abrir un proceso de canonización de una persona que aún está viva. No, eso no sería serio.

Una vez dicho todo esto, mientras la Iglesia espera y observa, la gente no tiene por qué esperar su dictamen. Ten en cuenta que eso significaría perdérselo, ir cuando ya ha acabado. Y que a los católicos les quede claro que no pasa nada por ir allí ya, no es pecado y no está prohibido.

No seamos ingenuos. Medjugorje lleva ocurriendo ya casi treinta años, los peregrinos viajan allí en manadas, si me permite la expresión, y los testimonios de cosas sorprendentes que se dan allí son incontables. No hablo de batallitas ni de cosas graciosas que contar al volver de un viaje. Hablo de impactos profundos en las vidas de las personas, de cambios radicales en su comprensión y vivencia de diferentes aspectos que conformaban su vida. Y la Iglesia está dejando hacer, con inteligencia y prudencia. Por ahora tenemos que esperar, pero mientras tanto, no pasa nada por conocerlo uno mismo.

En mi opinión, me encantaría que, de ser cierto, la Iglesia nunca lo declarase, porque así el viajero irá allí «a pelo», sin que nadie le haya hecho el trabajo, obligado a enfrentarse él solo a la posibilidad de que el fenómeno sea cierto. Por lo que he visto entre los peregrinos, esa es la mejor y más maravillosa vivencia de Medjugorje, se crea en Dios o no. Porque Medjugorje no es solo para católicos. Medjugorje es para valientes, personas inquietas y abiertas de mente, sean católicos o no. Eso sí, hay que ser muy valiente para abrir el corazón allí, porque de ser cierto, exige respuestas concretas.

-¿Se puede hablar ya de apariciones de la Virgen o hay que esperar el dictamen de la Iglesia para dar veracidad a estos hechos?

-No se puede decir que sea cierto, pero tampoco que no lo sea. La Iglesia no ha dicho nada, pero no pasa nada ni por creer ni por no creer que allí esté sucediendo eso. La Iglesia dice a sus fieles que en lo que tiene que creer es en el Credo, y ahí no dice nada de Medjugorje. En lo que a mí respecta, la verdad es que he estado allí en varias ocasiones y yo nunca he visto a la Virgen María. Lo que no puedo negar es que allí, se aparezca o no, pasa algo que no ocurre en ningún otro lugar y que es bueno para la gente, para el mundo y para la Iglesia. Eso es así. ¿Qué es ese «algo» que ocurre allí? Teniendo en cuenta esto, y escuchando y viendo cosas que allí ocurren, no veo descabellada la postura de aquellos que creen que es cierto, aunque eso prefiero dejárselo a quien lo tenga que decir.

-¿Qué está ocurriendo en la actualidad en este lugar? ¿Es sólo un lugar de peregrinación o se siguen produciendo las apariciones?

-No, no, las apariciones se siguen dando. Los muchachos ya son mayores pero su vida ha seguido igual en este sentido desde 1981. Cada uno de ellos tiene sus apariciones con una frecuencia u otra, en unos lugares u otros, pero el evento sigue sucediendo. Esto ha dado la oportunidad de investigar los hechos mientras están sucediendo, no una vez sucedidos. Es muy divertido el capítulo dedicado a la ciencia y los exámenes hechos a los chavales durante esos momentos en que parecen ver a la Virgen María. Nadie ha podido desmentir el testimonio de esos chicos, y eso es algo muy serio, porque ellos no dicen «un día me pasó esto, hace mas de veinte años». No, ellos dicen «hoy me pasa esto. Si quieres quedamos y me puedes examinar con todo tipo de aparatos mientras ocurre, a ver qué descubres». Eso hace que esta historia sea asombrosa, que descomponga a las mentes más exhaustivas y meticulosas del mundo, tanto de la Iglesia como fuera de ella.

Ahora bien, mi experiencia es que una vez que llegas allí, las apariciones, los videntes, los milagros... Todo eso pasa a un segundo plano. Es increíble pero es verdad. Cuando llegas allí y te ves sumergido entre toda esa gente, en la vivencia del fenómeno, empiezas a importar solo tú y tu actitud ante un montón de cosas que en otro entorno no te planteas. Eso te da la oportunidad de descubrir errores que puedes corregir, y otras cosas que son muy buenas y que no habías disfrutado.

-¿Cómo y por qué te aproximas a este enclave de Bosnia?

-Aunque la historia tiene muchos recovecos, puedo situar mi primer contacto con el fenómeno Medjugorje cuando trabajaba en el Semanario Alba. Surgió la idea de viajar allí, miramos cada uno a una parte y no hubo voluntarios. Al final fui yo con un compañero y creo que éramos los menos indicados para hacer ese trabajo. Sin embargo, gracias a ese viaje creí tener conciencia por primera vez en mi vida, de que Dios pudiera existir y actuar en tu vida con profunda sabiduría y un amor enorme, extrañísimo pero auténtico, si le dejas un poquito.

-Millones de personas han pasado y pasarán por este santuario mariano. ¿Qué dice un lugar como éste a la sociedad actual, sea o no creyente?

-Pues lo que nos viene a decir es algo así como: «Oye, las cosas no van bien, tal vez tengas que pararte a pensar un rato sobre qué haces en este asunto que llamamos vida, cómo te planteas algunas cosas y si realmente estás tan seguro de que Dios exista o no exista». Es un viaje que no defrauda y no deja indiferente, de verdad. Y mucho más divertido que ir al psicoanalista.

-Gente que va a Medjugorje repite varios mensajes, pero coincidentes en muchos casos en el perdón, la reconciliación y la conversión, ¿por qué?

- En el mundo en que vivimos estamos sumergidos en una tremenda competitividad fomentada por el afán de poseer, y en esa vorágine no nos damos cuenta de que, a veces, nos perdemos cosas fantásticas que nada tiene que ver con eso. La amistad verdadera, la salud, el amor, el sentirnos bien, la paz interior. El plan que propone Medjugorje es encontrar esa paz interior que es el origen de toda paz, y que no nos las dan las cosas del mundo, como en realidad ya sabemos todos.

-¿Por qué deberíamos leer su libro y por qué deberíamos ir a Medjugorje?

-A Medjugorje no debe ir nadie. Medjugorje es una invitación a la que responder si uno quiere. Yo la recomiendo, porque he estado allí y a mí me ha encantado. Pero cada uno es libre de hacer lo que quiera. Aunque creo que es como que te inviten a una fiesta sorprendente y quedarte en casa viendo la tele.
Y el libro es algo parecido, una propuesta que hago al lector de disfrutar, de leer por el sano interés de conocer, nada más.

Son tantas las historias falsas y mal contadas que pululan sobre Medjugorje que te da pena que haya gente que se pueda perder una historia con conlleva tanto bien para las personas, en un momento en el que además, todos estamos muy necesitados de bien. Medjugorje realmente abre una ventanita en la tierra desde la que tal vez no se vea el cielo, pero sí que se puede oler. Tal vez no se vea, pero se huele. Y es una alegría. Puedo asegurar que este libro sorprende, tal vez no tanto por la valía de su autor, sino por lo asombroso al mismo tiempo que cercano de su historia. Está sucediendo ahora, y eso le hace al lector protagonista de ella.

Jesús García: “Las cartas de san Pablo son los mejores reportajes”

"La fe aporta al mundo las más grandes historias"

Camina con paso firme por la senda que trazó Vittorio Messori: la del periodista que indaga en los misterios de la fe. Ahí están sus incontables reportajes en ALBA y su primer libro, Medjugorje (Ed. Libros Libres), en el que da las claves de por qué desde 1981 más de 30 millones de personas han ido en peregrinación a ese pueblito perdido de Bosnia-Herzegovina.

-¿Se define como periodista católico?
-Digamos que soy un católico metido a periodista.

-Pero ¿es eso posible?
-¡Claro! La existencia de la Iglesia es un acontecimiento universal que parte de una noticia concreta. Y la proclamación de esa noticia es el más grande de los periodismos.

-O sea, que con las cosas de Dios pueden hacerse buenos reportajes.
-¿Buenos? ¡Los mejores!

-¿Por ejemplo?
-Las cartas de san Pablo. Son crónicas que, además de carga argumental, están llenas de viajes, de anécdotas, de aventuras…

-Y de contratiempos…
-A pesar de los cuales el periodista, en este caso san Pablo, con tal de proclamar la verdad, no se viene abajo.

-Habla de aventuras. ¿Es de los que piensa que no la hay más apasionante que la de la fe?
-Absolutamente. El de la fe siempre es un camino hacia lo desconocido (con certezas, sí, pero intangibles). Por eso la fe ha aportado -y sigue aportando- al mundo las más grandes historias; historias que, además, son verdaderas, no fabuladas.

-Incluye, supongo, las de conversión. ¿Por qué a unos les suceden y a otros no?
-La llamada a la conversión es universal. Pero hay personas que se cierran tanto que Dios tiene que buscarles un camino específico.

-Específico y, a veces, increíbles. ¿Cómo dar por verdadera una historia así?
-Juzgando por los frutos. Conocí a un tipo que de los dieciocho a los veinticinco fue el rey del narcotráfico en Frankfurt. Hoy, quince años después, y tras una serie de avatares, es sacerdote católico y utiliza su experiencia de dolor y de cruz para sacar a gente del pozo de la droga.

-Otro testimonio.
-El del hombre que tenía planeado viajar a Cuba, en plan turista sexual. Al llegar a Barajas, se dio cuenta de que la agencia de viajes le había engañado. La compañía aérea, para solucionarlo, le metió en un avión rumbo a los Balcanes.

-¿Y?
-Acabó en Medjugorje, una pequeña aldea católica rodeada de musulmanes, al sur de Bosnia-Herzegovina. Allí se convirtió al catolicismo.

-En Medjugorje, dicen, se aparece la Virgen desde 1981. La Iglesia estudia el caso. Hacer eso en el siglo XXI, ¿no es dar argumentos a los que tratan de ridiculizar a los católicos?
-Las apariciones marianas no son invento de la Iglesia, sino intervenciones de Dios. Cuando la Iglesia estudia una no es ella la que queda a los pies de los caballos, sino sus enemigos.

-¿Por qué?
-Porque ¿y si la ciencia se agota sin explicar el fenómeno? ¿Qué harán los que ridiculizan a la Iglesia? ¿Plegar velas? ¿Convertirse?

-Fátima, Lourdes, Banneux… ¿No le llama la atención que María elija para aparecerse destinos tan poco turísticos?
-Cuando se quiere dar difusión a algo, lo normal es ir a las televisiones, dar una rueda de prensa en Naciones Unidas, montar un numerito en Las Vegas. ..

-¿Qué quiere decir?
-Que para hacerse hombre, Dios eligió el último pueblo de la última provincia romana: Belén. ¡Y en un tiempo en que no existía Google Maps!

-O sea que…
-Es la forma que Dios tiene de actuar. Cuando el Señor irrumpe en la Historia, quiere dejar claro que es Él quien lo hace, no los hombres los que le obligan.

-Y para tener un encuentro personal con Cristo, ¿es necesario peregrinar?
-¡En absoluto! A Cristo lo puedes encontrar en una persona, en un movimiento de la Iglesia, en una situación trágica, en un momento dulce… Él está detrás de todas las esquinas de la vida.

-Hablamos de peregrinación. Defínala.
-Ejercicio espiritual y físico que conlleva disposiciones interiores y exteriores.

-O sea, que no es un viaje.
-Sí, pero no uno cualquiera. El destino final está más dentro que fuera. El peregrino se pone en camino para detenerse en lo importante de sí mismo.

-¿Algún consejo?
-No buscar satisfacer tus anhelos materiales ni tu ego, tener la mente abierta, abandonarte en manos de Dios, dejarle hacer… Sólo así actuará en nosotros; si no, seremos turistas, no peregrinos.

-Conclusión.
-Peregrinar es darle la oportunidad a Dios de demostrarte en pocos días lo que puede hacer por ti en toda tu vida.

Presentación del libro ‘Medjugorje’ en Madrid

viernes, junio 26, 2009

Cinco hijas monjas


Han tenido que soportar la incomprensión de muchos, pero hoy pueden volver la vista atrás y dar gracias a Dios por una vida matrimonial y familiar plena. En la Seguridad Social, quisieron convencerles para someterle a ella a una operación de ligamiento de trompas, y les echaron, al insulto de integristas. Muchos tampoco entendieron que permitieran a su hija Esther hacerse monja de clausura... Éste es el testimonio-oración que ofrecieron el matrimonio Ripoll, del Camino neocatecumenal, y su hija Elena, durante la celebración del Corpus Christi en Madrid presidida por el cardenal Rouco

Inma: Cuántas veces te he preguntado: «¿Qué quieres? ¿Por qué nos envías tantos hijos? ¿Por qué el paro? ¿Por qué el cáncer del niño?» ¡Qué difíciles fueron los embarazos de los siete! Cinco nacieron por cesárea. Y cada uno venía con un sufrimiento añadido, porque nos atacaban: en la familia, en el trabajo... Incluso en ambientes que se llaman cristianos, nos atacaban los médicos...

Jano: Señor, en cada nuevo embarazo había médicos que me trataban como si fuera un asesino, y me preguntaban: «¿Otra vez por aquí? ¿Pero usted qué es lo que quiere, matar a su mujer?» Y nos echaron de la Seguridad Social porque nos negamos a firmar un papel autorizándoles a ligar las trompas a Inma. Nos llamaron integristas y no sé cuántas cosas más. Al final, acudimos a un ginecólogo con sentido cristiano, y decidimos seguir Tus planes, aunque -perdónanos, Señor- a veces tampoco nosotros los entendíamos. Seis chicas y, por último, un chico. No me los esperaba, y me asombraban Tus planes.

Inma: Nuestros hijos fueron creciendo. Los problemas de pañales se convirtieron en rebeldía. Una de nuestras hijas, Esther, cuando estudiaba Enfermería, pasó por unos momentos difíciles. Le aconsejamos que fuera unos días de descanso a la hospedería de un convento de clausura. Antes de irse, nos dijo que iba con la intención de demostrar a las monjas que Dios no existía: ¡que Tú, Señor, no existías! Y pocos meses después, no sólo te encontró, sino que decidió hacerse monja y entrar en el convento de las clarisas de Lerma.

Jano: ¡Y se montó de nuevo el escándalo! «¿La vais a dejar ir, ahora que está en la plenitud de la vida? ¿Estáis locos?» Pero aunque a mi mujer y a mí nos costaba mucho, nosotros sabíamos, Señor, que ésa era una nueva forma que tenías de bendecirnos. Año y medio después, Esther tomó el hábito.

Inma: Ese día, durante la ceremonia, mis hijas Raquel y Berta encontraron la respuesta. Pusieron nombre al anhelo más profundo de su corazón y decidieron seguir el mismo camino. Y tras el discernimiento oportuno, poco tiempo después, ya teníamos tres hijas monjas de clausura. ¡Se dice pronto, Señor! Nuestra hija Inma estaba en Uruguay, haciendo un voluntariado, y se iba enterando de todo esto por teléfono. Volvió para la entrada de Raquel en el convento..., y su corazón reconoció que también ése era su sitio. Pidió consejo espiritual, y un sacerdote le dijo: «Lo mejor es que te vayas a tomar el Sol». Ella entendió, y se fue a tomar el Sol ante el sagrario, donde estás Tú, el Sol del mundo, el que da la verdadera luz, el calor y el color a nuestras vidas.

Jano: Y también decidió ingresar en el convento. Esto parecía de risa. ¡Cuatro hijas monjas de clausura! Y más incomprensión a nuestro alrededor. ¡Cuántas horas pasamos frente a Ti, en la Eucaristía! Han sido años muy duros, vividos también con mucho gozo. Pero no acaba ahí la cosa. Nuestra hija Elena ha terminado, la semana pasada, la carrera de Magisterio Infantil, y el sábado que viene ingresa en el convento. Al final, nos vamos a quedar con la parejita, con Mar y con Alejandro, que están aquí hoy dándote las gracias.

Inma: Señor, nos cuesta mucho, pero nos sentimos profundamente agradecidos por el don maravilloso de tener 5 hijas entregadas a Dios. Sabes que éstos no eran nuestros planes. Queríamos que se casaran y soñábamos con tener un montón de nietos. ¡Pero son las mujeres más felices del mundo! Llama la atención. María nos enseña a entregártelas de nuevo todos los días.

Jano: Y ahora, Señor, ¿qué hacemos con la furgoneta? ¿Qué hacemos con la casa, que antes era pequeña y ahora se nos ha quedado tan grande? Pero dice el salmo: Me encanta mi heredad, ¿cómo pagaré al Señor todo el bien que me ha hecho?

«Que muchos jóvenes te digan Sí»

A una semana de entrar en el convento, sólo puedo decirte lo mismo que mis padres: ¡gracias! Gracias por haberte fijado en mí, a pesar de haberte negado tantas veces. Te agradezco de corazón los padres que me has dado y la fe que me han transmitido. Sé que vas a cuidar muy bien de ellos y de mis dos hermanos Mar y Alejandro. Bendícelos siempre. En esta tarde del Corpus, te pido, Señor, por todos los que están sufriendo las consecuencias de la crisis económica y moral que estamos sufriendo. Cuánto dolor, cuánto paro, cuántas situaciones difíciles. Te pido también especialmente por las jóvenes y los jóvenes a los que quieres tocar el corazón; para que, ante el miedo de la llamada, sean valientes y respondan con generosidad a la vocación, a tu grito de Amor. Que sean muchas y muchos los que te digan Sí.
Elena Ripoll

Alfa y Omega

lunes, junio 22, 2009

Vigilia con motivo del 90 aniversario de la Consagración de España al Corazón de Jesús



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Resumen de la Vigilia con motivo del 90 aniversario de la Consagración de España al Corazón de Jesús. Gentileza de www.populartv.net

viernes, junio 19, 2009

Carta a los presbiteros por el año sacerdotal


CIUDAD DEL VATICANO, 18 JUN 2009 (VIS).-El Papa ha dirigido una carta a los presbíteros del mundo con motivo del Año Sacerdotal, en el 150 aniversario de la muerte de Juan María Vianney, el Santo Cura de Ars.

Mañana, solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús y jornada de santificación sacerdotal, Benedicto XVI inaugurará este año jubilar durante la celebración de las vísperas en la basílica vaticana.

Este es el texto completo de la carta, que se ha publicado en inglés, francés, español, italiano, alemán, portugués y polaco:

"Queridos hermanos en el Sacerdocio:

He resuelto convocar oficialmente un "Año Sacerdotal" con ocasión del 150 aniversario del "dies natalis" de Juan María Vianney, el Santo Patrón de todos los párrocos del mundo, que comenzará el viernes 19 de junio de 2009, solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús -jornada tradicionalmente dedicada a la oración por la santificación del clero-. Este año desea contribuir a promover el compromiso de renovación interior de todos los sacerdotes, para que su testimonio evangélico en el mundo de hoy sea más intenso e incisivo, y se concluirá en la misma solemnidad de 2010.

"El Sacerdocio es el amor del corazón de Jesús", repetía con frecuencia el Santo Cura de Ars. Esta conmovedora expresión nos da pie para reconocer con devoción y admiración el inmenso don que suponen los sacerdotes, no sólo para la Iglesia, sino también para la humanidad misma. Tengo presente a todos los presbíteros que con humildad repiten cada día las palabras y los gestos de Cristo a los fieles cristianos y al mundo entero, identificándose con sus pensamientos, deseos y sentimientos, así como con su estilo de vida. ¿Cómo no destacar sus esfuerzos apostólicos, su servicio infatigable y oculto, su caridad que no excluye a nadie? Y ¿qué decir de la fidelidad entusiasta de tantos sacerdotes que, a pesar de las dificultades e incomprensiones, perseveran en su vocación de "amigos de Cristo", llamados personalmente, elegidos y enviados por Él?



Todavía conservo en el corazón el recuerdo del primer párroco con el que comencé mi ministerio como joven sacerdote: fue para mí un ejemplo de entrega sin reservas al propio ministerio pastoral, llegando a morir cuando llevaba el viático a un enfermo grave. También repaso los innumerables hermanos que he conocido a lo largo de mi vida y últimamente en mis viajes pastorales a diversas naciones, comprometidos generosamente en el ejercicio cotidiano de su ministerio sacerdotal.



Pero la expresión utilizada por el Santo Cura de Ars evoca también la herida abierta en el Corazón de Cristo y la corona de espinas que lo circunda. Y así, pienso en las numerosas situaciones de sufrimiento que aquejan a muchos sacerdotes, porque participan de la experiencia humana del dolor en sus múltiples manifestaciones o por las incomprensiones de los destinatarios mismos de su ministerio: ¿Cómo no recordar tantos sacerdotes ofendidos en su dignidad, obstaculizados en su misión, a veces incluso perseguidos hasta ofrecer el supremo testimonio de la sangre?



Sin embargo, también hay situaciones, nunca bastante deploradas, en las que la Iglesia misma sufre por la infidelidad de algunos de sus ministros. En estos casos, es el mundo el que sufre el escándalo y el abandono. Ante estas situaciones, lo más conveniente para la Iglesia no es tanto resaltar escrupulosamente las debilidades de sus ministros, cuanto renovar el reconocimiento gozoso de la grandeza del don de Dios, plasmado en espléndidas figuras de Pastores generosos, religiosos llenos de amor a Dios y a las almas, directores espirituales clarividentes y pacientes. En este sentido, la enseñanza y el ejemplo de san Juan María Vianney pueden ofrecer un punto de referencia significativo.

El Cura de Ars era muy humilde, pero consciente de ser, como sacerdote, un inmenso don para su gente: "Un buen pastor, un pastor según el Corazón de Dios, es el tesoro más grande que el buen Dios puede conceder a una parroquia, y uno de los dones más preciosos de la misericordia divina". Hablaba del sacerdocio como si no fuera posible llegar a percibir toda la grandeza del don y de la tarea confiados a una criatura humana: "¡Oh, qué grande es el sacerdote! Si se diese cuenta, moriría... Dios le obedece: pronuncia dos palabras y Nuestro Señor baja del cielo al oír su voz y se encierra en una pequeña ostia...". Explicando a sus fieles la importancia de los sacramentos decía: "Si desapareciese el sacramento del Orden, no tendríamos al Señor. ¿Quién lo ha puesto en el sagrario? El sacerdote. ¿Quién ha recibido vuestra alma apenas nacidos? El sacerdote. ¿Quién la nutre para que pueda terminar su peregrinación? El sacerdote. ¿Quién la preparará para comparecer ante Dios, lavándola por última vez en la sangre de Jesucristo? El sacerdote, siempre el sacerdote. Y si esta alma llegase a morir [a causa del pecado], ¿quién la resucitará y le dará el descanso y la paz? También el sacerdote... ¡Después de Dios, el sacerdote lo es todo!... Él mismo sólo lo entenderá en el cielo".

Estas afirmaciones, nacidas del corazón sacerdotal del santo párroco, pueden parecer exageradas. Sin embargo, revelan la altísima consideración en que tenía el sacramento del sacerdocio. Parecía sobrecogido por un inmenso sentido de la responsabilidad: "Si comprendiéramos bien lo que representa un sacerdote sobre la tierra, moriríamos: no de pavor, sino de amor... Sin el sacerdote, la muerte y la pasión de Nuestro Señor no servirían de nada. El sacerdote continúa la obra de la redención sobre la tierra... ¿De qué nos serviría una casa llena de oro si no hubiera nadie que nos abriera la puerta? El sacerdote tiene la llave de los tesoros del cielo: él es quien abre la puerta; es el administrador del buen Dios; el administrador de sus bienes... Dejad una parroquia veinte años sin sacerdote y adorarán a las bestias... El sacerdote no es sacerdote para sí mismo, sino para vosotros".



Llegó a Ars, una pequeña aldea de 230 habitantes, advertido por el Obispo sobre la precaria situación religiosa: "No hay mucho amor de Dios en esa parroquia; usted lo pondrá". Bien sabía él que tendría que encarnar la presencia de Cristo dando testimonio de la ternura de la salvación: "Dios mío, concédeme la conversión de mi parroquia; acepto sufrir todo lo que quieras durante toda mi vida". Con esta oración comenzó su misión. El Santo Cura de Ars se dedicó a la conversión de su parroquia con todas sus fuerzas, insistiendo por encima de todo en la formación cristiana del pueblo que le había sido confiado.

Queridos hermanos en el Sacerdocio, pidamos al Señor Jesús la gracia de aprender también nosotros el método pastoral de san Juan María Vianney. En primer lugar, su total identificación con el propio ministerio. En Jesús, Persona y Misión tienden a coincidir: toda su obra salvífica era y es expresión de su "Yo filial", que está ante el Padre, desde toda la eternidad, en actitud de amorosa sumisión a su voluntad. De modo análogo y con toda humildad, también el sacerdote debe aspirar a esta identificación. Aunque no se puede olvidar que la eficacia sustancial del ministerio no depende de la santidad del ministro, tampoco se puede dejar de lado la extraordinaria fecundidad que se deriva de la confluencia de la santidad objetiva del ministerio con la subjetiva del ministro. El Cura de Ars emprendió en seguida esta humilde y paciente tarea de armonizar su vida como ministro con la santidad del ministerio confiado, "viviendo" incluso materialmente en su Iglesia parroquial: "En cuanto llegó, consideró la Iglesia como su casa... Entraba en la Iglesia antes de la aurora y no salía hasta después del Angelus de la tarde. Si alguno tenía necesidad de él, allí lo podía encontrar", se lee en su primera biografía.

La devota exageración del piadoso hagiógrafo no nos debe hacer perder de vista que el Santo Cura de Ars también supo "hacerse presente" en todo el territorio de su parroquia: visitaba sistemáticamente a los enfermos y a las familias; organizaba misiones populares y fiestas patronales; recogía y administraba dinero para sus obras de caridad y para las misiones; adornaba la iglesia y la dotaba de paramentos sacerdotales; se ocupaba de las niñas huérfanas de la "Providence" (un Instituto que fundó) y de sus formadoras; se interesaba por la educación de los niños; fundaba hermandades y llamaba a los laicos a colaborar con él.

Su ejemplo me lleva a poner de relieve los ámbitos de colaboración en los que se debe dar cada vez más cabida a los laicos, con los que los presbíteros forman un único pueblo sacerdotal y entre los cuales, en virtud del sacerdocio ministerial, están puestos "para llevar a todos a la unidad del amor: 'amándose mutuamente con amor fraterno, rivalizando en la estima mutua' (Rm 12, 10)". En este contexto, hay que tener en cuenta la encarecida recomendación del Concilio Vaticano II a los presbíteros de "reconocer sinceramente y promover la dignidad de los laicos y la función que tienen como propia en la misión de la Iglesia... Deben escuchar de buena gana a los laicos, teniendo fraternalmente en cuenta sus deseos y reconociendo su experiencia y competencia en los diversos campos de la actividad humana, para poder junto con ellos reconocer los signos de los tiempos".

El Santo Cura de Ars enseñaba a sus parroquianos sobre todo con el testimonio de su vida. De su ejemplo aprendían los fieles a orar, acudiendo con gusto al sagrario para hacer una visita a Jesús Eucaristía. "No hay necesidad de hablar mucho para orar bien", les enseñaba el Cura de Ars. "Sabemos que Jesús está allí, en el sagrario: abrámosle nuestro corazón, alegrémonos de su presencia. Ésta es la mejor oración". Y les persuadía: "Venid a comulgar, hijos míos, venid donde Jesús. Venid a vivir de Él para poder vivir con Él...". "Es verdad que no sois dignos, pero lo necesitáis". Dicha educación de los fieles en la presencia eucarística y en la comunión era particularmente eficaz cuando lo veían celebrar el Santo Sacrificio de la Misa. Los que asistían decían que "no se podía encontrar una figura que expresase mejor la adoración... Contemplaba la ostia con amor". Les decía: "Todas las buenas obras juntas no son comparables al Sacrificio de la Misa, porque son obras de hombres, mientras la Santa Misa es obra de Dios". Estaba convencido de que todo el fervor en la vida de un sacerdote dependía de la Misa: "La causa de la relajación del sacerdote es que descuida la Misa. Dios mío, ¡qué pena el sacerdote que celebra como si estuviese haciendo algo ordinario!". Siempre que celebraba, tenía la costumbre de ofrecer también la propia vida como sacrificio: "¡Cómo aprovecha a un sacerdote ofrecerse a Dios en sacrificio todas las mañanas!".

Esta identificación personal con el Sacrificio de la Cruz lo llevaba -con una sola moción interior- del altar al confesionario. Los sacerdotes no deberían resignarse nunca a ver vacíos sus confesonarios ni limitarse a constatar la indiferencia de los fieles hacia este sacramento. En Francia, en tiempos del Santo Cura de Ars, la confesión no era ni más fácil ni más frecuente que en nuestros días, pues el vendaval revolucionario había arrasado desde hacía tiempo la práctica religiosa. Pero él intentó por todos los medios, en la predicación y con consejos persuasivos, que sus parroquianos redescubriesen el significado y la belleza de la Penitencia sacramental, mostrándola como una íntima exigencia de la presencia eucarística. Supo iniciar así un "círculo virtuoso". Con su prolongado estar ante el sagrario en la Iglesia, consiguió que los fieles comenzasen a imitarlo, yendo a visitar a Jesús, seguros de que allí encontrarían también a su párroco, disponible para escucharlos y perdonarlos. Al final, una muchedumbre cada vez mayor de penitentes, provenientes de toda Francia, lo retenía en el confesionario hasta 16 horas al día. Se comentaba que Ars se había convertido en "el gran hospital de las almas". Su primer biógrafo afirma: "La gracia que conseguía [para que los pecadores se convirtiesen] era tan abundante que salía en su búsqueda sin dejarles un momento de tregua". En este mismo sentido, el Santo Cura de Ars decía: "No es el pecador el que vuelve a Dios para pedirle perdón, sino Dios mismo quien va tras el pecador y lo hace volver a Él". "Este buen Salvador está tan lleno de amor que nos busca por todas partes".

Todos los sacerdotes hemos de considerar como dirigidas personalmente a nosotros aquellas palabras que él ponía en boca de Jesús: "Encargaré a mis ministros que anuncien a los pecadores que estoy siempre dispuesto a recibirlos, que mi misericordia es infinita". Los sacerdotes podemos aprender del Santo Cura de Ars no sólo una confianza infinita en el sacramento de la Penitencia, que nos impulse a ponerlo en el centro de nuestras preocupaciones pastorales, sino también el método del "diálogo de salvación" que en él se debe entablar. El Cura de Ars se comportaba de manera diferente con cada penitente. Quien se acercaba a su confesionario con una necesidad profunda y humilde del perdón de Dios, encontraba en él palabras de ánimo para sumergirse en el "torrente de la divina misericordia" que arrastra todo con su fuerza. Y si alguno estaba afligido por su debilidad e inconstancia, con miedo a futuras recaídas, el Cura de Ars le revelaba el secreto de Dios con una expresión de una belleza conmovedora: "El buen Dios lo sabe todo. Antes incluso de que se lo confeséis, sabe ya que pecaréis nuevamente y sin embargo os perdona. ¡Qué grande es el amor de nuestro Dios que le lleva incluso a olvidar voluntariamente el futuro, con tal de perdonarnos!". A quien, en cambio, se acusaba de manera fría y casi indolente, le mostraba, con sus propias lágrimas, la evidencia seria y dolorosa de lo "abominable" de su actitud: "Lloro porque vosotros no lloráis", decía. "Si el Señor no fuese tan bueno... pero lo es. Hay que ser un bárbaro para comportarse de esta manera ante un Padre tan bueno". Provocaba el arrepentimiento en el corazón de los tibios, obligándoles a ver con sus propios ojos el sufrimiento de Dios por los pecados como "encarnado" en el rostro del sacerdote que los confesaba. Si alguno manifestaba deseos y actitudes de una vida espiritual más profunda, le mostraba abiertamente las profundidades del amor, explicándole la inefable belleza de vivir unidos a Dios y estar en su presencia: "Todo bajo los ojos de Dios, todo con Dios, todo para agradar a Dios... ¡Qué maravilla!". Y les enseñaba a orar: "Dios mío, concédeme la gracia de amarte tanto cuanto yo sea capaz".

El Cura de Ars consiguió en su tiempo cambiar el corazón y la vida de muchas personas, porque fue capaz de hacerles sentir el amor misericordioso del Señor. Urge también en nuestro tiempo un anuncio y un testimonio similar de la verdad del Amor: "Deus caritas est" (1 Jn 4, 8). Con la Palabra y con los Sacramentos de su Jesús, Juan María Vianney edificaba a su pueblo, aunque a veces se agitaba interiormente porque no se sentía a la altura, hasta el punto de pensar muchas veces en abandonar las responsabilidades del ministerio parroquial para el que se sentía indigno. Sin embargo, con un sentido de la obediencia ejemplar, permaneció siempre en su puesto, porque lo consumía el celo apostólico por la salvación de las almas. Se entregaba totalmente a su propia vocación y misión con una ascesis severa: "La mayor desgracia para nosotros los párrocos -deploraba el Santo- es que el alma se endurezca"; con esto se refería al peligro de que el pastor se acostumbre al estado de pecado o indiferencia en que viven muchas de sus ovejas.

Dominaba su cuerpo con vigilias y ayunos para evitar que opusiera resistencia a su alma sacerdotal. Y se mortificaba voluntariamente en favor de las almas que le habían sido confiadas y para unirse a la expiación de tantos pecados oídos en confesión. A un hermano sacerdote, le explicaba: "Le diré cuál es mi receta: doy a los pecadores una penitencia pequeña y el resto lo hago yo por ellos". Más allá de las penitencias concretas que el Cura de Ars hacía, el núcleo de su enseñanza sigue siendo en cualquier caso válido para todos: las almas cuestan la sangre de Cristo y el sacerdote no puede dedicarse a su salvación sin participar personalmente en el "alto precio" de la redención.

En la actualidad, como en los tiempos difíciles del Cura de Ars, es preciso que los sacerdotes, con su vida y obras, se distingan por un vigoroso testimonio evangélico. Pablo VI ha observado oportunamente: "El hombre contemporáneo escucha más a gusto a los que dan testimonio que a los que enseñan, o si escucha a los que enseñan, es porque dan testimonio". Para que no nos quedemos existencialmente vacíos, comprometiendo con ello la eficacia de nuestro ministerio, debemos preguntarnos constantemente: "¿Estamos realmente impregnados por la palabra de Dios? ¿Es ella en verdad el alimento del que vivimos, más que lo que pueda ser el pan y las cosas de este mundo? ¿La conocemos verdaderamente? ¿La amamos? ¿Nos ocupamos interiormente de esta palabra hasta el punto de que realmente deja una impronta en nuestra vida y forma nuestro pensamiento?". Así como Jesús llamó a los Doce para que estuvieran con Él (cf. Mc 3, 14), y sólo después los mandó a predicar, también en nuestros días los sacerdotes están llamados a asimilar el "nuevo estilo de vida" que el Señor Jesús inauguró y que los Apóstoles hicieron suyo.

La identificación sin reservas con este "nuevo estilo de vida" caracterizó la dedicación al ministerio del Cura de Ars. El Papa Juan XXIII en la Carta encíclica "Sacerdotii nostri primordia", publicada en 1959, en el primer centenario de la muerte de san Juan María Vianney, presentaba su fisonomía ascética refiriéndose particularmente a los tres consejos evangélicos, considerados como necesarios también para los presbíteros: "Y, si para alcanzar esta santidad de vida, no se impone al sacerdote, en virtud del estado clerical, la práctica de los consejos evangélicos, ciertamente que a él, y a todos los discípulos del Señor, se le presenta como el camino real de la santificación cristiana".

El Cura de Ars supo vivir los "consejos evangélicos" de acuerdo a su condición de presbítero. En efecto, su pobreza no fue la de un religioso o un monje, sino la que se pide a un sacerdote: a pesar de manejar mucho dinero (ya que los peregrinos más pudientes se interesaban por sus obras de caridad), era consciente de que todo era para su iglesia, sus pobres, sus huérfanos, sus niñas de la "Providence", sus familias más necesitadas. Por eso "era rico para dar a los otros y era muy pobre para sí mismo". Y explicaba: "Mi secreto es simple: dar todo y no conservar nada". Cuando se encontraba con las manos vacías, decía contento a los pobres que le pedían: "Hoy soy pobre como vosotros, soy uno de vosotros". Así, al final de su vida, pudo decir con absoluta serenidad: "No tengo nada... Ahora el buen Dios me puede llamar cuando quiera". También su castidad era la que se pide a un sacerdote para su ministerio. Se puede decir que era la castidad que conviene a quien debe tocar habitualmente con sus manos la Eucaristía y contemplarla con todo su corazón arrebatado y con el mismo entusiasmo la distribuye a sus fieles. Decían de él que "la castidad brillaba en su mirada", y los fieles se daban cuenta cuando clavaba la mirada en el sagrario con los ojos de un enamorado. También la obediencia de san Juan María Vianney quedó plasmada totalmente en la entrega abnegada a las exigencias cotidianas de su ministerio. Se sabe cuánto le atormentaba no sentirse idóneo para el ministerio parroquial y su deseo de retirarse "a llorar su pobre vida, en soledad". Sólo la obediencia y la pasión por las almas conseguían convencerlo para seguir en su puesto. A los fieles y a sí mismo explicaba: "No hay dos maneras buenas de servir a Dios. Hay una sola: servirlo como Él quiere ser servido". Consideraba que la regla de oro para una vida obediente era: "Hacer sólo aquello que puede ser ofrecido al buen Dios".

En el contexto de la espiritualidad apoyada en la práctica de los consejos evangélicos, me complace invitar particularmente a los sacerdotes, en este Año dedicado a ellos, a percibir la nueva primavera que el Espíritu está suscitando en nuestros días en la Iglesia, a la que los Movimientos eclesiales y las nuevas Comunidades han contribuido positivamente. "El Espíritu es multiforme en sus dones... Él sopla donde quiere. Lo hace de modo inesperado, en lugares inesperados y en formas nunca antes imaginadas... Él quiere vuestra multiformidad y os quiere para el único Cuerpo". A este propósito vale la indicación del Decreto Presbyterorum ordinis: "Examinando los espíritus para ver si son de Dios, [los presbíteros] han de descubrir mediante el sentido de la fe los múltiples carismas de los laicos, tanto los humildes como los más altos, reconocerlos con alegría y fomentarlos con empeño". Dichos dones, que llevan a muchos a una vida espiritual más elevada, pueden hacer bien no sólo a los fieles laicos sino también a los ministros mismos. La comunión entre ministros ordenados y carismas "puede impulsar un renovado compromiso de la Iglesia en el anuncio y en el testimonio del Evangelio de la esperanza y de la caridad en todos los rincones del mundo".

Quisiera añadir además, en línea con la Exhortación apostólica "Pastores dabo vobis" del Papa Juan Pablo II, que el ministerio ordenado tiene una radical "forma comunitaria" y sólo puede ser desempeñado en la comunión de los presbíteros con su Obispo. Es necesario que esta comunión entre los sacerdotes y con el propio Obispo, basada en el sacramento del Orden y manifestada en la concelebración eucarística, se traduzca en diversas formas concretas de fraternidad sacerdotal efectiva y afectiva. Sólo así los sacerdotes sabrán vivir en plenitud el don del celibato y serán capaces de hacer florecer comunidades cristianas en las cuales se repitan los prodigios de la primera predicación del Evangelio.

El Año Paulino que está para concluir orienta nuestro pensamiento también hacia el Apóstol de los gentiles, en quien podemos ver un espléndido modelo sacerdotal, totalmente "entregado" a su ministerio. "Nos apremia el amor de Cristo -escribía-, al considerar que, si uno murió por todos, todos murieron" (2 Co 5, 14). Y añadía: "Cristo murió por todos, para que los que viven, ya no vivan para sí, sino para el que murió y resucitó por ellos" (2 Co 5, 15). ¿Qué mejor programa se podría proponer a un sacerdote que quiera avanzar en el camino de la perfección cristiana?

Queridos sacerdotes, la celebración del 150 aniversario de la muerte de San Juan María Vianney (1859) viene inmediatamente después de las celebraciones apenas concluidas del 150 aniversario de las apariciones de Lourdes (1858). Ya en 1959, el Beato Papa Juan XXIII había hecho notar: "Poco antes de que el Cura de Ars terminase su carrera tan llena de méritos, la Virgen Inmaculada se había aparecido en otra región de Francia a una joven humilde y pura, para comunicarle un mensaje de oración y de penitencia, cuya inmensa resonancia espiritual es bien conocida desde hace un siglo. En realidad, la vida de este sacerdote cuya memoria celebramos, era anticipadamente una viva ilustración de las grandes verdades sobrenaturales enseñadas a la vidente de Massabielle. Él mismo sentía una devoción vivísima hacia la Inmaculada Concepción de la Santísima Virgen; él, que ya en 1836 había consagrado su parroquia a María concebida sin pecado, y que con tanta fe y alegría había de acoger la definición dogmática de 1854". El Santo Cura de Ars recordaba siempre a sus fieles que "Jesucristo, cuando nos dio todo lo que nos podía dar, quiso hacernos herederos de lo más precioso que tenía, es decir de su Santa Madre".

Confío este Año Sacerdotal a la Santísima Virgen María, pidiéndole que suscite en cada presbítero un generoso y renovado impulso de los ideales de total donación a Cristo y a la Iglesia que inspiraron el pensamiento y la tarea del Santo Cura de Ars. Con su ferviente vida de oración y su apasionado amor a Jesús crucificado, Juan María Vianney alimentó su entrega cotidiana sin reservas a Dios y a la Iglesia. Que su ejemplo fomente en los sacerdotes el testimonio de unidad con el Obispo, entre ellos y con los laicos, tan necesario hoy como siempre. A pesar del mal que hay en el mundo, conservan siempre su actualidad las palabras de Cristo a sus discípulos en el Cenáculo: "En el mundo tendréis luchas; pero tened valor: yo he vencido al mundo" (Jn 16, 33). La fe en el Maestro divino nos da la fuerza para mirar con confianza el futuro. Queridos sacerdotes, Cristo cuenta con vosotros. A ejemplo del Santo Cura de Ars, dejaos conquistar por Él y seréis también vosotros, en el mundo de hoy, mensajeros de esperanza, reconciliación y paz".

martes, junio 16, 2009

Un regalo para Nuestra Señora en Medjugorje: novena

Comienza el 16 de Junio!
Medjugorje 1981 – 2009

¿Qué ofrecerle a Nuestra Señora por el 28º aniversario de sus apariciones? ¿Qué podemos ofrecerle a la Reina de la Paz por este aniversario de sus apariciones?

Esta es la pregunta que se hacen muchos peregrinos, y nosotros respondemos con otra pregunta: ¿No sería el regalo más precioso que comenzáramos a vivir realmente sus mensajes?

El tema principal de los mensajes es la llamada a la paz y la reconciliación, pero Ella subraya a menudo que sólo podremos obtenerlas a través de la oración. Por eso es que Ella nos llama incesantemente a orar, a renovar la oración hasta que se convierta en gozo para nosotros, a orar con el corazón...

Hemos compuesto una sencilla novena con el profundo deseo de ofrecer algo especial a Nuestra Señora para este Aniversario, algo que una a todos sus hijos en el mundo entero, algo que nos ayude a vivir sus mensajes.

¿Por qué una Novena?
La idea de la Novena proviene del Nuevo Testamento, cuando María y los Apóstoles, 40 días después de la Resurrección de Jesús, permanecieron en oración por nueve días consecutivos. Ellos oraron con un solo corazón y perseveraron en la oración, esperando la venida del Espíritu Santo, el Paráclito, que les había sido prometido y quien los llenó cuando se cumplió el tiempo de Pentecostés (Hch 2,1). Desde entonces, las Novenas se han vuelto una práctica frecuente en la tradición de la Iglesia. También en Medjugorje, la Virgen nos llama: Queridos hijos, ofrezcan novenas, haciendo sacrificios a los cuales se sientan de lo más dispuestos. (Julio 25 de 1993)

¿Cómo rezar esta Novena?
Cada día está dedicado a orar por una intención especial. Rezamos por esta intención, meditando en los textos propuestos, por medio de los Misterios Gloriosos del Rosario. El primer texto es un pasaje del Evangelio, el segundo - un mensaje de Nuestra Señora de alguno de los aniversarios previos, y el tercero - un pasaje del Catecismo de la Iglesia Católica. Estos han sido elegidos para dar una triple perspectiva de la intención de oración: un Evangelio, un pensamiento mariano (por medio de los mensajes de Medjugorje) y la visión eclesial, para ayudar a la persona que guía la oración e introduce los Misterios. Los pasajes del Catecismo sobre la oración nos muestran la riqueza, la profundidad y la inmensidad de la experiencia de la oración cristiana, la cual nos recuerda la Virgen aquí en Medjugorje. La oración conclusiva reúne todas las intenciones de oración respecto a la intención del día.

Unidos hacia algo nuevo
Creemos que esta unión en la oración traerá una nueva experiencia del amor de Dios que ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado. Esta experiencia es siempre un nuevo comienzo, un pasaje a un nuevo nivel de existencia. Las guerras reales, las guerras de nuestras dudas e incredulidad, pueden ser detenidas e incluso las leyes naturales pueden ser cambiadas a través de la oración. Esperamos, sinceramente, que nuestra oración en común, unidos en el Corazón de María por la victoria de su Corazón Inmaculado, nos obtendrán la conversión de nuestros corazones y nuestras vidas y constituirán además el regalo más precioso para Nuestra Señora.

Fuente: http://fcpeace.com/spanish

Novena MRP.pdf pulse aquí: http://www.virgendemedjugorje.org/pdf/novena%20MRP.pdf

Adopcion Espiritual

sábado, junio 13, 2009

Pange lingua



Anton Bruckner: Motette

miércoles, junio 03, 2009

martes, junio 02, 2009

Entrevista en la radio sobre Medjugorje a Jesús García

Las apariciones en Medjugorje (Bosnia-Herzegovina) con el periodista Jesús García

Seguimos con Medjugorje: entrevista a Jesús García


Medjugorje es una pequeña aldea ubicada al sur de Bosnia y Herzegovina, en la Antigua Yugoslavia. Hasta 1981 era sencillamente un pueblecito más de los miles que hay repartidos por la vieja Europa. Pero la tarde del 24 de junio de ese año cambió para siempre la vida de seis niños de la aldea, la de todos sus habitantes y la de millones de personas en todo el mundo, que han sido tocados y transformados por un fenómeno que tuvo un gran eco mediático que los años no solo no han apagado, sino que no ha parado de crecer en todo el mundo a pesar de sufrir fuertes persecuciones, en un boca a boca mundial, sin portavoces oficiales, que se cuentan una maravillosa noticia uno a otros, algo bueno para este mundo tan convulso.
Lo cierto es que a día de hoy, la Iglesia Católica investiga un posible evento de apariciones marianas, al estilo de Lourdes o de Fátima, pero que al contrario que en esos dos eventos, están pudiendo ser estudiados mientras ocurren, y no cuando ya han ocurrido.


¿Este libro es un libro sobre apariciones, de testimonios, de peregrinos, de viajeros, una ‘guía’ para conocer Medjugorje…?


-Es un trabajo periodístico, en cuanto al periodismo entendido como ir, ver e informar, presentado como una peregrinación ficticia, un viaje hasta el lugar de los hechos en el que el guía del viaje sería el autor y los peregrinos los lectores. Así, a través de las páginas de este libro se visitan los lugares más importantes de esta historia, se entrevista a los protagonistas, se estudia la posición de las autoridades eclesiásticas locales y de fuera, se comparten historias y anécdotas con otros peregrinos y se escuchan testimonios de esos que ponen lo pelos de punta. Es, por decirlo de alguna manera, una peregrinación escrita a la que se invita a ir con apertura de mente, sin prejuicios ni aspavientos, para la que no hace falta ni saber rezar, ni querer rezar, ni pensar que se tenga que hacer. Es sencillamente leer por el sano ejercicio de conocer, de una manera entretenida. Nada más.

-¿Por qué escribir un libro sobre este lugar cuando aún la Iglesia no se ha pronunciado oficialmente sobre lo que acontece allí? Es numerosa la literatura que existe sobre estos fenómenos y muchas veces se encuentra el silencio, la mofa o el rechazo como respuesta.


-Por que está ocurriendo ahora y de ser cierto, nos lo estamos perdiendo. Y el que se mofe o lo rechace sin conocerlo, es un imprudente, por decirlo con educación. No me importan las mofas de los ignorantes ni el rechazo de los intelectuales de salón. A mí me importan las dudas de los que sí han estado allí y han vivido aquello. Ellos tienen todo mi respeto.
Hay que saber que en lo que a eventos de apariciones se refiere, la Iglesia no debe pronunciarse nunca a favor de su autenticidad mientras el evento esté transcurriendo, ya que sería una falta de prudencia y de rigor. Sería como hacer una crítica de una película cuando aún se está rodando, o escribir la crónica de un partido de fútbol cuando van por el descanso. O abrir un proceso de canonización de una persona que aún está viva. No, eso no sería serio.
Una vez dicho todo esto, mientras la Iglesia espera y observa, la gente no tiene por qué esperar su dictamen. Ten en cuenta que eso significaría perdérselo, ir cuando ya ha acabado. Y que a los católicos les quede claro que no pasa nada por ir allí ya, no es pecado y no está prohibido.
No seamos ingenuos. Medjugorje lleva ocurriendo ya casi treinta años, los peregrinos viajan allí en manadas, si me permite la expresión, y los testimonios de cosas sorprendentes que se dan allí son incontables. No hablo de batallitas ni de cosas graciosas que contar al volver de un viaje. Hablo de impactos profundos en las vidas de las personas, de cambios radicales en su comprensión y vivencia de diferentes aspectos que conformaban su vida. Y la Iglesia está dejando hacer, con inteligencia y prudencia. Por ahora tenemos que esperar, pero mientras tanto, no pasa nada por conocerlo uno mismo.
En mi opinión, me encantaría que, de ser cierto, la Iglesia nunca lo declarase, porque así el viajero irá allí ‘a pelo’, sin que nadie le haya hecho el trabajo, obligado a enfrentarse él solo a la posibilidad de que el fenómeno sea cierto. Por lo que he visto entre los peregrinos, esa es la mejor y más maravillosa vivencia de Medjugorje, se crea en Dios o no. Porque Medjugorje no es solo para católicos. Medjugorje es para valientes, personas inquietas y abiertas de mente, sean católicos o no. Eso sí, hay que ser muy valiente para abrir el corazón allí, porque de ser cierto, exige respuestas concretas.

-¿Se puede hablar ya de apariciones de la Virgen o hay que esperar el dictamen de la Iglesia para dar veracidad a estos hechos?


-No se puede decir que sea cierto, pero tampoco que no lo sea. La Iglesia no ha dicho nada, pero no pasa nada ni por creer ni por no creer que allí esté sucediendo eso. La Iglesia dice a sus fieles que en lo que tiene que creer es en el Credo, y ahí no dice nada de Medjugorje. En lo que a mí respecta, la verdad es que he estado allí en varias ocasiones y yo nunca he visto a la Virgen María. Lo que no puedo negar es que allí, se aparezca o no, pasa algo que no ocurre en ningún otro lugar y que es bueno para la gente, para el mundo y para la Iglesia. Eso es así. ¿Qué es ese ‘algo’ que ocurre allí? Teniendo en cuenta esto, y escuchando y viendo cosas que allí ocurren, no veo descabellada la postura de aquellos que creen que es cierto, aunque eso prefiero dejárselo a quien lo tenga que decir.

-¿Qué está ocurriendo en la actualidad en este lugar? ¿Es sólo un lugar de peregrinación o se siguen produciendo las apariciones?


-No, no, las apariciones se siguen dando. Los muchachos ya son mayores pero su vida ha seguido igual en este sentido desde 1981. Cada uno de ellos tiene sus apariciones con una frecuencia u otra, en unos lugares u otros, pero el evento sigue sucediendo. Esto ha dado la oportunidad de investigar los hechos mientras están sucediendo, no una vez sucedidos. Es muy divertido el capítulo dedicado a la ciencia y los exámenes hechos a los chavales durante esos momentos en que parecen ver a la Virgen María. Nadie ha podido desmentir el testimonio de esos chicos, y eso es algo muy serio, porque ellos no dicen “un día me pasó esto, hace mas de veinte años”. No, ellos dicen “hoy me pasa esto. Si quieres quedamos y me puedes examinar con todo tipo de aparatos mientras ocurre, a ver qué descubres”. Eso hace que esta historia sea asombrosa, que descomponga a las mentes más exhaustivas y meticulosas del mundo, tanto de la Iglesia como fuera de ella.
Ahora bien, mi experiencia es que una vez que llegas allí, las apariciones, los videntes, los milagros... Todo eso pasa a un segundo plano. Es increíble pero es verdad. Cuando llegas allí y te ves sumergido entre toda esa gente, en la vivencia del fenómeno, empiezas a importar solo tú y tu actitud ante un montón de cosas que en otro entorno no te planteas. Eso te da la oportunidad de descubrir errores que puedes corregir, y otras cosas que son muy buenas y que no habías disfrutado.

-¿Cómo y por qué te aproximas a este enclave de Bosnia?

-Aunque la historia tiene muchos recovecos, puedo situar mi primer contacto con el fenómeno Medjugorje cuando trabajaba en el Semanario Alba. Surgió la idea de viajar allí, miramos cada uno a una parte y no hubo voluntarios. Al final fui yo con un compañero y creo que éramos los menos indicados para hacer ese trabajo. Sin embargo, gracias a ese viaje creí tener conciencia por primera vez en mi vida, de que Dios pudiera existir y actuar en tu vida con profunda sabiduría y un amor enorme, extrañísimo pero auténtico, si le dejas un poquito.

-Millones de personas han pasado y pasarán por este santuario mariano. ¿Qué dice un lugar como éste a la sociedad actual, sea o no creyente?

-Pues lo que nos viene a decir es algo así como: “Oye, las cosas no van bien, tal vez tengas que pararte a pensar un rato sobre qué haces en este asunto que llamamos vida, cómo te planteas algunas cosas y si realmente estás tan seguro de que Dios exista o no exista”. Es un viaje que no defrauda y no deja indiferente, de verdad. Y mucho más divertido que ir al psicoanalista.

-Gente que va a Medjugorje repite varios mensajes, pero coincidentes en muchos casos en el perdón, la reconciliación y la conversión, ¿por qué?


- En el mundo en que vivimos estamos sumergidos en una tremenda competitividad fomentada por el afán de poseer, y en esa vorágine no nos damos cuenta de que, a veces, nos perdemos cosas fantásticas que nada tiene que ver con eso. La amistad verdadera, la salud, el amor, el sentirnos bien, la paz interior. El plan que propone Medjugorje es encontrar esa paz interior que es el origen de toda paz, y que no nos las dan las cosas del mundo, como en realidad ya sabemos todos.

-¿Por qué deberíamos leer su libro y por qué deberíamos ir a Medjugorje?

-A Medjugorje no debe ir nadie. Medjugorje es una invitación a la que responder si uno quiere. Yo la recomiendo, porque he estado allí y a mí me ha encantado. Pero cada uno es libre de hacer lo que quiera. Aunque creo que es como que te inviten a una fiesta sorprendente y quedarte en casa viendo la tele.
Y el libro es algo parecido, una propuesta que hago al lector de disfrutar, de leer por el sano interés de conocer, nada más. Son tantas las historias falsas y mal contadas que pululan sobre Medjugorje que te da pena que haya gente que se pueda perder una historia con conlleva tanto bien para las personas, en un momento en el que además, todos estamos muy necesitados de bien. Medjugorje realmente abre una ventanita en la tierra desde la que tal vez no se vea el cielo, pero sí que se puede oler. Tal vez no se vea, pero se huele. Y es una alegría. Puedo asegurar que este libro sorprende, tal vez no tanto por la valía de su autor, sino por lo asombroso al mismo tiempo que cercano de su historia. Está sucediendo ahora, y eso le hace al lector protagonista de ella.

Por Javier Fariñas


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