sábado, marzo 23, 2013

Francisco visita a Benedicto

Qué viejito estás Benedicto, se nota tu esfuerzo al andar. Me gusta, de lo que han reproducido en el vídeo, ese regateo por reconocer a Pedro al cederle el reclinatorio y cómo obedeces, quizá contra tu propia convicción de que Francisco debe estar delante. Mons  Gänswein contempla divertido la escena. Y yo también. No quiero sustituirte en la cabecera y pondré, si sé, esa imagen.




Y el anciano obedece a su papa. 


 

domingo, marzo 17, 2013

La última entrevista de Mons Bergoglio antes de ser Papa: «Jesús no se cansa de perdonar»


En la entrevista, el ahora Papa habló de su infancia y cómo su abuela  le enseñó a rezar. "Hayas lo que hayas hecho en tu vida, mira a Jesús", decía a los oyentes.

Antes de ser elegido Papa, el todavía cardenal Bergoglio concedió la que fue su última entrevista antes de ser Papa a una humilde emisora, La 96, situada en una barriada de las más pobres de Buenos Aires. 

“Lo que más me impresiona de Jesús es su ternura, su misericordia. Jesús perdona siempre, te está esperando para perdonarte, para volverte a ubicar. Jesús no se cansa de perdonar. Si nosotros nos apartamos mucho de Jesús se nos va endureciendo el corazón. Y entonces nos cansamos de pedir perdón, pero Él no se cansa nunca de perdonas. Hayas lo que haya que hecho en la vida, mira a Jesús, y vas a sentir lo que es su misericordia. Y eso se lo digo a todos. No le tengan miedo. Algunos dicen ‘no, Jesús está con el látigo en la mano, y me va a dar por todos lados’. Te está esperando con ternura, con cariño, basta que lo mires. Eso es lo que a mi más llega de Jesús, su ternura y su misericordia. Por eso usé esa palabra en mi lema sacerdotal”.

Durante esta entrevista concedida a La 96, Voz de Caacupé, el todavía cardenal Bergoglio recordaba su infancia,  y quién fue la persona que lo enseñó a rezar: “A los trece meses de nacer yo, nació mi otro hermano. Somos cinco. Y mamá no daba a basto con los dos. Y mi abuela, que vivía a la vuelta, me llevaba a la mañana con ella, y me traía a la tarde. Lo que más recuerdo es esa vida compartida entre la casa de mamá y papá y la casa de los abuelos. Y la que me enseñó a rezar más fue mi abuela”-

El arzobispo de Buenos Aires relataba en qué consiste la labor pastoral: “Uno puede ser pastor de tres maneras, y a veces tiene que usar las tres maneras. O el pastor que va delante marcando el camino, o el pastor que va a los costados cuidando que no se desmadre la cosa, que siga más o menos todo junto, o el pastor que va detrás siguiendo el camino que las ovejas van marcando con su olfato. Muchas veces, la brújula, el olfato lo tiene el pueblo de Dios, el santo y fiel pueblo de Dios. Vos tenés que mirar para dónde va, porque el Espíritu Santo es el que trabaja el corazón del fiel pueblo de Dios”.

Caacupé es una parroquia ubicada en el corazón de la Villa 21-24 y Zabaleta, en Barracas, Buenos Aires, Argentina.  Desde 1976 trabaja a favor de la evangelización y la promoción social de su gente. La villa 21 ocupa 63 hectáreas, donde viven 50 mil personas, muchas originarias de Paraguay, Perú, Bolivia. Se encuentra en el conglomerado de pobreza urbana más importante de la Ciudad de Buenos Aires. La parroquia de Caacupé cuenta con 13 capillas, un centro de recuperación de adictos, una escuela de oficios, un colegio secundario, hogares de ancianos y adolescentes, 8 comedores comunitarios, un movimiento infanto-juvenil integrado por más de 1000 niños y jóvenes de la villa. 

Tiene, además, la radio La 96, Voz de Caacupé, y el periódico “El católico”. Caacupé acompaña y guía la vida de muchos hombres y mujeres de este barrio obrero, humilde, de enorme fervor popular, que busca vivir con dignidad. Su párroco es el padre Toto, y lo acompañan los padres Facundo, Charlie y Juan.



sábado, marzo 16, 2013

Discurso del Papa Francisco a periodistas en Roma



Queridos amigos

Al comienzo de mi ministerio en la Sede de Pedro, me alegra encontrarme con vosotros, que habéis trabajado aquí en Roma en este momento tan intenso, que comenzó con el anuncio sorprendente de mi venerado predecesor, Benedicto XVI, el pasado 11 de febrero. Os saludo cordialmente a todos vosotros.

El papel de los medios de comunicación ha ido creciendo cada vez más en los últimos tiempos, hasta el punto de que se hecho imprescindible para relatar al mundo los acontecimientos de la historia contemporánea.

Expreso, pues, un agradecimiento especial a vosotros por vuestro competente servicio durante los días pasados – habéis trabajado ¡eh!, habéis trabajado – en los que el mundo católico, y no sólo el católico, ha puesto sus ojos en la Ciudad Eterna, y particularmente en este territorio cuyo «centro de gravedad» es la tumba de San Pedro.

En estas semanas, habéis tenido ocasión de hablar de la Santa Sede, de la Iglesia, de sus ritos y tradiciones, de su fe y, sobre todo, del papel del Papa y de su ministerio.

Doy gracias de corazón especialmente a quienes han sabido observar y presentar estos acontecimientos de la historia de la Iglesia, teniendo en cuenta la justa perspectiva desde la que han de ser leídos, la de la fe. Los acontecimientos de la historia requieren casi siempre una lectura compleja, que a veces puede incluir también la dimensión de la fe.

Los acontecimientos eclesiales no son ciertamente más complejos de los políticos o económicos. Pero tienen una característica de fondo peculiar: responden a una lógica que no es principalmente la de las categorías, por así decirlo, mundanas; y precisamente por eso, no son fáciles de interpretar y comunicar a un público amplio y diversificado.

En efecto, aunque es ciertamente una institución también humana, histórica, con todo lo que ello comporta, la Iglesia no es de naturaleza política, sino esencialmente espiritual: es el Pueblo de Dios. El santo Pueblo de Dios que camina hacia el encuentro con Jesucristo. Únicamente desde esta perspectiva se puede dar plenamente razón de lo que hace la Iglesia Católica.

Cristo es el Pastor de la Iglesia, pero su presencia en la historia pasa a través de la libertad de los hombres: uno de ellos es elegido para servir como su Vicario, Sucesor del apóstol Pedro; pero Cristo es el centro, no el Sucesor de Pedro: Cristo. Cristo es el centro.

Cristo es la referencia fundamental, el corazón de la Iglesia. Sin él, ni Pedro ni la Iglesia existirían ni tendrían razón de ser. Como ha repetido tantas veces Benedicto XVI, Cristo está presente y guía a su Iglesia.

En todo lo acaecido, el protagonista, en última instancia, es el Espíritu Santo. Él ha inspirado la decisión de Benedicto XVI por el bien de la Iglesia. Él ha orientado en la oración y la elección a los cardenales.

Es importante, queridos amigos, tener debidamente en cuenta este horizonte interpretativo, esta hermenéutica, para enfocar el corazón de los acontecimientos de estos días.

De aquí nace ante todo un renovado y sincero agradecimiento por los esfuerzos de estos días especialmente fatigosos, pero también una invitación a tratar de conocer cada vez mejor la verdadera naturaleza de la Iglesia, y también su caminar por el mundo, con sus virtudes y sus pecados, y conocer las motivaciones espirituales que la guían, y que son las más auténticas para comprenderla.

Tened la seguridad de que la Iglesia, por su parte, dedica una gran atención a vuestro precioso cometido; tenéis la capacidad de recoger y expresar las expectativas y exigencias de nuestro tiempo, de ofrecer los elementos para una lectura de la realidad.

Vuestro trabajo requiere estudio, sensibilidad y experiencia, como en tantas otras profesiones, pero implica una atención especial respecto a la verdad, la bondad y la belleza; y esto nos hace particularmente cercanos, porque la Iglesia existe precisamente para comunicar esto: la Verdad, la Bondad y la Belleza «en persona».

Debería quedar muy claro que todos estamos llamados, no a mostrarnos a nosotros mismos, sino a comunicar esta tríada existencial que conforman la verdad, la bondad y la belleza.

Algunos no sabían por qué el Obispo de Roma ha querido llamarse Francisco. Algunos pensaban en Francisco Javier, en Francisco de Sales, también en Francisco de Asís.

Les contaré la historia. Durante las elecciones, tenía al lado al arzobispo emérito de San Pablo, y también prefecto emérito de la Congregación para el clero, el cardenal Claudio Hummes: un gran amigo, un gran amigo. Cuando la cosa se ponía un poco peligrosa, él me confortaba.

Y cuando los votos subieron a los dos tercios, hubo el acostumbrado aplauso, porque había sido elegido. Y él me abrazó, me besó, y me dijo: «No te olvides de los pobres». Y esta palabra ha entrado aquí: los pobres, los pobres. De inmediato, en relación con los pobres, he pensado en Francisco de Asís.

Después he pensado en las guerras, mientras proseguía el escrutinio hasta terminar todos los votos. Y Francisco es el hombre de la paz. Y así, el nombre ha entrado en mi corazón: Francisco de Asís.

Para mí es el hombre de la pobreza, el hombre de la paz, el hombre que ama y custodia la creación; en este momento, también nosotros mantenemos con la creación una relación no tan buena, ¿no? Es el hombre que nos da este espíritu de paz, el hombre pobre... ¡Ah, cómo quisiera una Iglesia pobre y para los pobres!

Después, algunos hicieron diversos chistes: «Pero tú deberías llamarte Adriano, porque Adriano VI fue el reformador, y hace falta reformar...». Y otro me decía: «No, no, tu nombre debería ser Clemente». «Y ¿por qué?». «Clemente XV: así te vengas de Clemente XIV, que suprimió la Compañía de Jesús». Son bromas.

Os quiero mucho. Os doy las gracias por todo lo que habéis hecho. Y pienso en vuestro trabajo: os deseo que trabajéis con serenidad y con fruto, y que conozcáis cada vez mejor el Evangelio de Jesucristo y la realidad de la Iglesia.

Os encomiendo a la intercesión de la Santísima Virgen María, Estrella de la Evangelización, a la vez que os expreso los mejores deseos para vosotros y vuestras familias, a cada una de vuestras familias, e imparto de corazón a todos mi Bendición.

(Palabras en español)

Les dije que les daba de corazón la bendición. Como muchos de ustedes no pertenecen a la Iglesia católica, otros no son creyentes, de corazón doy esta bendición en silencio a cada uno de ustedes, respetando la conciencia de cada uno, pero sabiendo que cada uno de ustedes es hijo de Dios. Que Dios los bendiga.



miércoles, marzo 13, 2013

Habemus papam!

















Francisco ¡te queremos!