martes, marzo 08, 2005

Aldo Naouri, pediatra y escritor: «Educar es frustrar; la permisividad sólo crea tiranos»

Dice lo que casi todos los padres estábamos esperando oír: que por este camino no vamos a ninguna parte. Tras cuarenta años de relación con la infancia a través de la Pediatría, Aldo Naouri nos da pistas sobre el origen de los conflictos familiares y propone remedios para todos, porque muchos somos padres, pero de lo que no cabe duda es de que todos somos hijos.

Resignarnos a no ser amados por nuestros vástagos. He ahí el principio de la educación según Aldo Naouri, pediatra francés que revolucionó los fundamentos de la educación y de las relaciones familiares con best-sellers como «Las hijas, las madres» (Tusquets), y que sostiene que la frustración es el motor de la educación. Ahora vuelve a zarandear las confusas conciencias paternales con su «Padres permisivos, hijos tiranos» (Ediciones B), buscando desesperadamente una reacción. «Lo que yo defiendo -explica- no significa volver atrás, como alguien ha insinuado, sino establecer el punto de partida desde el respeto escrupuloso de las necesidades del niño. Así que partamos de un consenso: no vamos a retroceder, vamos a buscar el mejor modus vivendi entre padres e hijos y entre los propios padres. Vamos a marcar las diferencias y los límites. Vamos a dejar de criar niños tiranos, incapaces además de ser felices porque ni siquiera se sienten totalmente vivos».

¿Qué estamos haciendo mal los padres?

-Fundamentalmente, el intentar seducir a los hijos. Los padres quieren que sus hijos les amen, y por ese deseo se crean los niños tiranos, que se convertirán en adultos individualistas, no tendrán nunca buenas relaciones sociales y acabarán haciéndose la guerra los unos a los otros. El problema, por tanto, no es sólo que los niños tiranos hacen imposibles las relaciones familiares, sino que además alterarán en el futuro la convivencia social.

En su libro habla de la necesidad del retorno a la ley y de la importancia de la autoridad. ¿Cómo debe ser la mano dura del siglo XXI?

-La mano dura consiste en concienciarse y saber que el niño también tiene que sufrir en la vida y que no se le puede dejar simplemente al libre albedrío de sus propios impulsos. El niño es un individuo muy sensible a todo aquello que constituye su propio placer, es un ser profundamente egoísta y, por lo tanto, lo único que persigue es volverse bulímico de gusto y si se le deja que vaya por ese camino se convertirá en un dictador.

-¿Sólo hablando nos hacemos entender o es necesario apelar al castigo?
-A cualquier edad se sabe que no se puede sacar al niño de esa propensión a ser tirano nada más que entrando en conflicto con él y estando decididos a no perder la batalla. Y eso, claro que implica el castigo. Pero entre los castigos no incluyo el físico. Sólo hablo de castigos de comportamiento, como, por ejemplo, al niño que roba en una tienda, sus padres le obligan a devolver lo robado y le castigan a estar sin ver la televisión un mes y sin poder conectarse a esas máquinas que interactúan con el televisor. Durante ese mes, todos los días el niño ha repetido «no lo volveré a hacer, dejadme ver la televisión». Me han preguntado si había que perdonarle ante estas señales de arrepentimiento y levantarle el castigo, y mi respuesta fue no: si han dicho un mes, es un mes, porque está en juego es su credibilidad. Acostumbrarse al «lo digo y lo haces» puede llevar un día o un mes, pero esa victoria es para siempre y, además, es muy saludable para el niño.

Ahora que habla de la televisión, ¿sirve a los niños para algo?
-No.

-¿Estamos a tiempo de enderezar el rumbo o muchos tendrán que tirar la toalla?
-Créame: estamos a tiempo, pero sólo si los medios de comunicación nos ayudan.

-¿Cuál es su modelo ideal de familia?

-Usted lo ha dicho: es un ideal, algo que uno quiere poner en marcha, quiere implantar, pero que como todas las utopías es muy difícil lograrlo. El modelo ideal está formado, para empezar, por unos padres que ante todo son una pareja, y el hijo, que ocupa un estatus inferior, y que no interfiere en esa relación. Eso permitirá hacer del niño un adulto de calidad.

-¿Qué opina del «casi no les veo el pelo a mis hijos, pero el ratito que estoy con ellos es de calidad»?

-Excelente. El ocuparse de los hijos no implica la cantidad de tiempo. La calidad de la comunicación compensa la escasez de cantidad.

-¿Y del sentimiento de culpabilidad de las madres que no acaban de creer que la cantidad no importa?

-Las madres siempre hallarán una razón para culpabilizarse. ¿Y por qué? Porque para una madre traer un hijo al mundo es una fuente de placer, pero, en cualquier caso, trae al mundo un niño destinado a morir, y eso una madre no lo acepta. Esa paradoja inaceptable siempre la llevará a sentirse culpable.

Proclama que educar es frustrar. ¿Cuál es la mejor herramienta para hacerlo?

Sin duda, el uso del «no», porque durante el embarazo el cuerpo de la madre está diciendo siempre que sí al niño, si necesita azúcar le da azúcar, si oxígeno, toma oxígeno. Una vez que sale a la vida aérea, los síes ya son más raros. Cuando de niño pide una cosa siempre hay una connotación sexual, sea niño o niña. Cuando la madre contesta que no a un niño, ella es el objeto de la petición y ella es la que lo niega. El niño acepta ese no. ¿Por qué? Pues porque si el que dice no es el padre, al niño siempre le cabe la posibilidad de decir «él ha dicho que no, pero ella habría dicho que sí». Y en la madre está el «te digo no en nombre de tu padre porque a él le dije que sí y así es como te hemos hecho». El sí de la madre en la vida del niño es el sí que ella le dice al padre.

¿A qué edad hay que empezar a frustrar?

-En 1945, el doctor Spock publicó un libro en el que ya decía que a los niños había que empezar a frustrarles desde los tres meses, cuando dejan de mamar cuando quieren y lo deben hacer a horas fijas y en cantidades fijas. Es una forma inteligente y justa que le enseña a esperar cuando tiene hambre. Años después esta disposición desapareció de las ediciones siguientes del libro y se fomentó la permisividad absoluta que ha colocado al niño en lo alto de la pirámide, en la tiranía. Educar es frustrar y entrenar a la madre en frustrar al hijo. La madre no estará siempre disponible para él y eso hará con más facilidad que ella vuelva a ser la mujer de su hombre.

También ha diagnosticado que lo peor que le puede pasar a un ser humano es tener una madre inquieta. Acaba de dar la puntilla a millones de madres trabajadoras al borde de un ataque de nervios.

-No es la puntilla, para eso también hay salvación. Las madres pueden volverse menos inquietas y tener confianza en la fuerza vital de los hijos. Confíe en no olvidar, e insisto en esto por ser muy importante, que antes la proporción de muertes naturales de niños en el primer año era de 400 por mil; ahora, en la nueva sociedad, es menos de cinco por mil. Por eso hay razones para confiar en los hijos y dejar de inquietarse. Salvo la muerte, todo tiene solución.

-¿Cómo deberían ser los mejores padres?

-La mejor madre es la que lo es al 51 por ciento y mujer al 49 por ciento; el mejor de los padres, es el que es hombre al 98 por ciento y padre al 2.

-Ya sabe eso de que en casa del herrero cuchillo de palo. ¿Qué tal sus hijos?

-Estoy muy satisfecho cuando veo en lo que se han convertido, sobre todo gracias a su madre. Hace unas noches pudimos aplaudir con orgullo la actuación en el teatro de uno de mis hijos, que es un gran cantante de ópera. Puedo decirle que la madre de mis hijos les ha protegido frente a mis excesos y yo he hecho lo mismo: protegerlos de los excesos de su madre.

-¿Volverá a estar de moda la Educación con mayúsculas?

-Así lo espero. Es una cuestión crucial. Pero para este empeño es imprescindible la ayuda de los medios de comunicación. Hay que buscar el retorno de la Educación y el respeto. Y cuando digo respeto no hablo de ausencia de crítica: respeto es la clarividencia en puntos diferentes. Tenemos tanto respeto por nuestros hijos como ellos por nosotros.
«La adopción por parejas homosexuales es aberrante»

-Habla de la relevancia de la familia clásica y de la importancia de los papeles tradicionales de padre y madre. ¿Es partidario de la adopción de niños por homosexuales?

-La familia tradicional tenía un apoyo de la sociedad que reforzaba la figura del padre. En esa familia, el padre era considerado como el individuo más importante, estableciendo una situación que llevaba a abusos. La fórmula que yo propongo para crear una pareja no necesita de ese apoyo social al papel del padre, se trata de un modelo de inspiración democrática. La adopción de niños por parejas homosexuales me parece simplemente una aberración. Una vez que han sido aceptados los controles de natalidad y los niños son claramente fruto de la voluntad de los individuos, se han convertido en verdaderos productos de los muchos que consumimos. Tenemos una relación con los niños igual que la tenemos con el coche que nos hemos comprado. Queremos que sean perfectos y para lograrlo intentamos seducirles. Si aceptamos dejar que las parejas de homosexuales adopten a los niños estamos radicalizando aún más el producto. La prueba está clara: las parejas que no pueden tener hijos quieren conseguirlos de la misma forma que se compra una cosa. Si de nuestros niños hacemos un producto, de los hombres del futuro haremos lo mismo. Esa es la primera de las razones. La segunda es que un niño construye su identidad sexual en gran parte de la identidad sexual de sus padres; si las parejas homosexuales quieren que tenga una conducta heterosexual, el niño lo que va a hacer es cuestionarse cuál es entonces la desgracia de sus padres y le va a crear un problema suplementario que los demás niños no tienen; si los padres homosexuales dicen que la condición de ellos es el ideal, entonces lo que sucederá es que caeremos en un proselitismo que no podemos aceptar.

Título: «Padres permisivos, hijos tiranos»
Autor: Aldo Naouri
Editorial: Ediciones B
Páginas: 333
Precio: 17 Euros
TEXTO: VIRGINIA RÓDENAS, FOTOS: CHEMA BARROSO


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