miércoles, febrero 09, 2005

Roma admite las causas de beatificación de casi mil mártires más de la Guerra Civil

Será el proceso más numeroso que va a tener que estudiar la Iglesia en toda su historia

Casi mil asesinados «in odium fidei» (por odio a la fe) durante la Guerra Civil española se encuentran más cerca de los altares. Según el último boletín del arzobispado de Toledo, hecho público ayer, el pasado 24 de enero, durante la visita «ad limina» de los primeros obispos españoles, Juan Pablo II recibió las actas de 940 mártires de la contienda, lo que supone que éstos ya pueden ser honrados como «siervos de Dios». Ahora toca a la Congregación para las Causas de los Santos el estudio de cada caso, antes de su eventual beatificación. Se trata del proceso más numeroso de la historia.




Los hermanos Eulogio y Julio Cascajero, asesinados en Guadalajara, y Emilio de Villa, padre de seis hijos

Álex Navajas
Madrid- Se trata de la primera vez en la historia de la Iglesia que una provincia eclesiástica (que comprende a diversas diócesis), en este caso la de Toledo, se ocupa de una causa de canonización. Y, además, es la más numerosa. 940 mártires de la Guerra Civil podrían engrosar las listas de los santos de la Iglesia católica en los próximos años. Todos ellos, insisten los postuladores de las causas, fueron asesinados «in odium fidei» (por odio a la fe), y no por motivos políticos. Todos ellos, de hecho, sufrieron injurias, afrentas y vejaciones por sus creencias religiosas antes de su muerte.

Un mártir de once años. El postulador de la causa, Jorge López Teulón, explicó ayer a LA RAZÓN que «entre los 940 mártires hay sacerdotes, obispos y muchos laicos». El primero de los trece prelados que fueron asesinados durante la contienda, el Siervo de Dios Eustaquio Nieto y Martín, titular de la diócesis de Sigüenza-Guadalajara, encabeza el grupo. Entre los futuros beatos se cuentan además sacerdotes y religiosas de siete congregaciones religiosas: 51 franciscanos, 18 mercedarios, 15 jesuitas, 14 concep- cionistas franciscanas, 7 agustinos, 4 adoratrices y 2 jerónimas.
Llama también la atención las edades: los más jóvenes de los mártires apenas contaban 11 y 14 años, y los mayores rebasaban los 77. Algunos de los más ancianos fueron incluso levantados de sus sillas de ruedas antes de fusilarlos. Entre los asesinados figuran madres de familia, adolescentes, religiosos y muchos miembros de la Acción Católica.
Dos de los casos más llamativos son los de los hermanos Eulogio y Julio Cascajero, ambos sacerdotes, nacidos en Chiloeches (Guadalajara). Según la crónica elaborada por los postuladores de su causa, el padre Julio «era un sacerdote virtuoso, amable, espiritual, que desde el primer día se entregó a sus feligreses como un padre». «Tanto le querían, que nadie del barrio se atrevía a blasfemar en su presencia, algo bastante frecuente en aquella época», prosiguen. Poco antes de ser fusilado, su hermano Eulogio le preguntó cómo lograba «estar tan alegre y comiendo tanto». «Estoy muy alegre y como mucho para tener mucha sangre y derramarla por Cristo», fue su respuesta. Poco antes de ser asesinado, el padre Julio ofreció su vida a cambio de las de otros detenidos que eran padres de familia. Su petición fue rechazada. Días más tarde moría abrazado a su hermano Eulogio, a quien animó en los últimos momentos: «No tengas miedo, hermano; hoy mismo nos encontraremos en el cielo».
Llama igualmente la atención el caso del santanderino Emilio de Villa Inguanzo, notario en la localidad de Mora de Toledo y padre de seis hijos. El 21 de julio fue arrestado, acusado por su pertenencia y activismo en la Iglesia y asesinado en plena calle. Asimismo, los tres sacerdotes de Corral de Almaguer (Toledo), fueron obligados a participar en la destrucción de su iglesia y a trabajar en las eras y en una bodega. Uno de ellos, Eduardo Andrade Trujillo, fue humillado y ridiculizado, obligándole incluso a «confesar» a unos muñecos e la plaza del pueblo.
El párroco de la localidad toledana de la Puebla de Almoradiel, Pablo Heras Matínez, fue arrestado nada más comenzar la guerra. Durante mes y medio soportó toda clase de palizas, clavándole agujas y alfileres. Tras ser encarcelado, los milicianos decidieron «matarlo ya, que éste nos convence a todos». Fue asesinado en Tembleque (Toledo).

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