viernes, febrero 25, 2005

Amor, con mayúsculas



Acabamos de celebrar el Día de los Enamorados y querría hacer unas reflexiones sobre el 'Amor', con mayúscula. Es algo grande, aunque se ha trastocado esa palabra tanto, que parece cosa de nuestros abuelos o de siglos pasados, vivir un noviazgo limpio y alegre entre dos jóvenes que dicen quererse, para llegar después a un matrimonio y formar una familia, basada en la fidelidad y el respeto mutuo.

Claro que basta abrir los ojos para darse cuenta de que el amor entre un hombre y una mujer, atraviesa en estos momentos una terrible crisis. Decía un santo de nuestros días que el amor crece a medida que pasa el tiempo. Aunque haya penas y contrariedades, esas dificultades no tienen por qué enfriar y acabar con el amor, cuando es verdadero.

La fidelidad entre dos personas que se quieren de verdad, es una maravilla, que hay que hacer comprender a esta estupenda juventud que bulle a nuestro alrededor, porque siendo generosos, solidarios y comprensivos, no tienen la formación y la fortaleza suficiente, para evitar copiar lo que ven en el cine o la televisión.

El noviazgo es para conocerse: conocer el carácter, modo de ser y pensar de la otra persona y respetarse. Actualmente se ve como natural mantener relaciones sexuales durante el noviazgo y, eso es precisamente lo menos adecuado para llegar a un matrimonio donde prime el amor del uno por el otro. El compromiso del matrimonio es serio, y cito palabras de Juan Pablo II: «Un hogar no se puede alimentar del fuego del placer, que se consume rápidamente, como un puñado de hierba seca».

Hoy vivimos en una sociedad que siembra la duda respecto a la idea del comprometerse en el nombre del amor, con la fidelidad en la vida cotidiana. Los enamorados, cuando se quieren de verdad, saben comportarse y respetarse con todo el cariño del mundo y ser felices. También es verdad que para vivir así en estos tiempos, han de ir contra corriente, pero merece la pena para tener una vida matrimonial sin sobresaltos, dudas o temores. Mucha gente normal vive así y no llama la atención, ni acapara los periódicos, porque un matrimonio consolidado no vende, pero sí previene muchos problemas de índole social y educativa, que empiezan a proliferar.

Tendrían que esforzarse padres y educadores en inculcar valores, que eviten entre la gente joven esos fines de semana y esas movidas, que les deterioran y, desde luego, no les hace felices. Animo a todos a poner manos a la obra.

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