lunes, febrero 14, 2005

Don Luis de Moya en Alba

Esperanzador testimonio de un sacerdote tetrapléjico

En 1991, don Luis de Moya, siendo ya sacerdote del Opus Dei sufrió un accidente de tráfico en el que salvó la vida milagrosamente. En el choque sufrió la fractura de la segunda cervical, que le dañó la médula espinal y le hizo perder toda la movilidad y sensibilidad de su cuerpo, de cuello para abajo. Salvó la vida, pero tuvo que aprender a vivir con un cuerpo maltrecho, dependiente de los demás para muchas cosas. Casi todas.

Juan Cañada / ALBA
27 de enero de 2005

D. Luis, en la Escuela de Arquitectura de la que es capellán.
Don Luís vive en Pamplona, y su casa es un lugar en el que se palpa el gran cariño que le tienen las personas que lo atienden. Es fácil entrar en su habitación y encontrarlo contestando él mismo algunos correos electrónicos en su ordenador adaptado o actualizando su página web: www.fluvium.org.

En 1991, don Luis de Moya, siendo ya sacerdote del Opus Dei sufrió un accidente de tráfico en el que salvó la vida milagrosamente. En el choque sufrió la fractura de la segunda cervical, que le dañó la médula espinal y le hizo perder toda la movilidad y sensibilidad de su cuerpo, de cuello para abajo. Entonces don Luís, una vez que supo que salvaba la vida, tuvo que aprender a vivir sin cuerpo, o con un cuerpo maltrecho, dependiente de los demás para muchas cosas. Casi todas.

Sentirse querido

Trece años después del accidente que lo ha mantenido al cuidado de los demás, afirma con rotundidad que “todo ser humano necesita de un ambiente en el que pueda sentirse querido, ya esté enfermo o sano, sea joven o adulto, necesite una silla de ruedas o no la necesite. Sentirse comprendido y ayudado por los demás es una necesidad del hombre. Tenemos sentimientos y corazón, nos alegramos de las buenas noticias de los demás, y lloramos con los que lloran. Los animales no lloran, ni ríen; el hombre, sí.

Una persona que recibe cariño y da cariño es imposible que piense en suicidarse, pues ese amor ayuda a sostenerse, a seguir trabajando. Sentirse querido y necesitado es muy importante. Es necesario que exista el cariño entre las personas que uno tiene más cerca, y esto no significa que alguna vez uno esté de mal humor por las molestias o los dolores, pero a la vez hay que esmerarse por poner buena cara pensando en los demás por ofrecer los sufrimientos a Dios, algo de lo que la vida de don Luís es un interminable ejemplo. Seguro que hay gente a la que le resulte chocante la dignidad con la que este hombre vive su vida. Pero don Luís llegó a decir en una ocasión que se siente como un millonario que ha perdido un billete de mil pesetas. Bueno, ya seis euros, una expresión que explica de un modo optimista, con una simpleza aplastante: “Yo no podía permitirme entrar en una dinámica negativa, pensando constantemente en lo desgraciado que soy por haber sufrido un accidente de tráfico. Sabía que tenía que seguir trabajando y ejerciendo mi labor sacerdotal”, así que se puso manos a la obra y no dejó pasar el tiempo para, en seguida, “después de la operación, seguir dando clases y trabajando como capellán en la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Navarra, así como colaborando con otros sacerdotes en labores pastorales con universitarios”.

No tiene importancia

Lejos de lo que pueda parecer, don Luís no es un marciano ni ha perdido un tornillo. Es muy consciente de que “he tenido un accidente que me impide la movilidad", y añade que "es algo que no tiene tanta importancia". Y desvela el secreto para llevarlo adelante, "aunque sea duro afrontarlo todos los días. Lo importante es saber que soy hijo de Dios, y sé que Dios me quiere y no me dará nunca nada propiamente malo. Si Dios hubiera permitido por maldad el accidente que originó la lesión que sufro, Dios hubiera sido cruel, y eso no es posible en Dios. Dios es siempre bueno, y todo lo que reciba de Él es para bien mío y de los demás; por eso considero que no he perdido mas que un billete de escaso valor teniendo en cuenta todos los millones que de Él he recibido y sigo recibiendo. Quizá es que pensamos poco en lo que somos y valemos siendo humanos: porque Dios nos ha querido personas. Y no está la grandeza de ser humano, la grandeza de ser personas, en el movimiento: ¡cuántos animales nos superan con creces en velocidad y agilidad!, pero ni razonan ni aman, ni tienen un destino eterno en el Cielo".

Desde los años de experiencia 'al mando' de una silla de ruedas, se le invita a hablar para los que puedan sufrir o ya hayan sufrido una lesión como la suya. A ellos los "animaría a que no, entren en la dinámica negativa de echar cuentas, una y otra vez, de las desgracias innumerables que padecen como consecuencia de un tonto accidente, que no se dejen vencer por la pereza o la dejadez, que no entren en ese círculo vicioso: cuánto he perdido, qué desgraciado soy, nunca más podré ya hacer...; todo será sufrimiento y dolor por tanto como ha perdido, y así hasta el infinito. Por el contrario, los animaría a que trabajen, a que busquen actividades, a que se obliguen a un horario, y que no se planteen esas actividades como un modo de 'pasar el tiempo', un mero distraerse. Que piensen en lo que todavía conservan y en cómo sacarle rendimiento. Hay demasiadas cosas que hacer como para no hacer nada. Y si no se les ocurre qué hacer, que se pongan en contacto conmigo, que ya les daré trabajo".

También tiene palabras de aliento para los familiares de ese posible accidentado y para los que lo cuiden, a los que "animaría a que valoren 1o que tienen en casa. Realmente es un tesoro. Los ayudará a trabajar por los demás, a valorar la vida. Dan amor y reciben amor. Se harán más humanos, más comprensivos. Les diría que sientan la responsabilidad de amar con hechos a quien tanto lo necesita y parece haber sido puesto con ellos para facilitarles amar. Y que tengan la certeza de que en eso, más que en ninguna otra cosa, estará la grandeza de cada uno de ellos." Algo que, con su ejemplo, entrega y tenacidad, nos enseña cada día el bueno de don Luis.

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