“Con ocho años abandoné Togo, camino de Francia. A los doce años volví a mi país, aunque me trasladé a estudiar a Costa de Marfil. Yo pensaba que España era un país lleno de toros, ángeles y santos. Tras conocer el Opus Dei vi que el santo... podía ser yo”. Testimonio de Ramón Takely, togolés, supernumerario del Opus Dei.
Tengo 23 hermanos. Nací en Togo donde mis padres me transmitieron una educación cristiana en un país de mayoría católica. Los domingos no encuentras nunca un sitio libre en la Misa. Cuando era pequeño, pensaba que España era un país lleno de toros, ángeles y santos. Desde joven esa idea es la que tenía en mi cabeza. Y claro, tampoco España era realmente así. Pero cuando conocí el Opus Dei en Granada pensé que la santidad estaba cerca, y que no iba descaminado en que el santo... podía ser yo.
Ahora, con 43 años, una mujer y dos niños, intento vivir un cristianismo cercano, del día a día. La historia no es muy larga. Abandoné Togo con ocho años camino de Francia, ya que es el destino habitual de los togoleses.
Regresé de nuevo al continente africano a los doce años. Entonces viví en Costa de Marfil, donde terminé bachillerato. Como quería estudiar en la universidad, me enviaron de nuevo a Francia. Así que estuve en Marsella con una beca de la UNESCO. A los tres años decidí acabar los estudios más al sur... por lo que me trasladé hasta la Universidad de Granada para licenciarme en filología francesa y en pedagogía.
Al final, entre tanto mareo de viajes y países, “me he quedao aquí, en Graná”. Han pasado casi doce años desde que llegué al final de este viaje. Para mí fue una maravilla poder terminar mis estudios universitarios en esta ciudad andaluza, aunque los primeros meses fueron duros. Me costó el acento. Como la gente se come tantos finales de palabra, estaba a dos velas y al principio recuerdo, por ejemplo, que un señor me dijo “na de na” y estuve preguntándome seis meses por aquella expresión “na de na”, hasta que ya capté su significado.
Mientras tanto, proseguía mis estudios. En la Facultad de Pedagogía conocí a una religiosa (sor Milagros) quién me apoyó en mi formación católica y a través de ella contacté con otros españoles que tenían interés por recibir formación e impartir catequesis. Así es como conocí a Inmaculada, mi mujer con la que me casé tres años después.
No es casualidad, es providencia
Durante un tiempo me dediqué a trabajar impartiendo clases particulares de francés e inglés. Un alumno me habló del Opus Dei. Al cabo de otros tres años, no sé porqué (la casualidad no existe: en África lo llamamos providencia) comencé trabajar en el colegio Mulhacén, en el que el Opus Dei se hace cargo de la formación religiosa.
En el colegio me llamó la atención el afecto humano de la gente hacia los demás. No te dan una cara falsa, se abren de corazón. Y eso me impactó de las personas del Opus Dei. Un amigo me prestó un libro, charlamos... Así que pensé que, si esto no era casualidad, me pregunté: ¿qué puedo hacer yo por Dios, por los demás y por mi familia? Me di cuenta de que en Granada si había encontrado a mi mujer y mi carrera, también podría encontrar más fuerza en Dios.
Hoy soy del Opus Dei. Mi mujer no lo es, pero se da cuenta de que ser del Opus Dei es una entrega de servicio a la familia y a los demás gracias al de Arriba. No hago cosas raras. Rezo cuando debo y trabajo cuando me toca, y cansado por las noches cuando llego a casa les cuento cuentos a mis hijos.
Togo y el mensaje cristiano del Opus Dei
David y Sergio, con cinco y tres años y medio me miran con los ojos abiertos y así pienso que hace Dios. Nos educa en sus misterios mientras nos pasmamos. Nos cuenta la vida pero sin pedir explicaciones a cambio. A eso lo llaman fe ¿no?
Quizá hoy sea el único togolés del Opus Dei en el mundo, pero eso no importa, porque en el futuro rezo para que haya muchas más personas que se acerquen a Dios a través de esta institución de la Iglesia. A principios de este curso académico conocí en Torreciudad al Prelado del Opus Dei, Javier Echevarría, y estuve a punto de hacerle una pregunta sobre de la labor de la Obra en Togo, un país que acogería muy bien el espíritu cristiano del trabajo cotidiano.
De momento, como yo soy el único Opus Dei de Togo en todo el mundo, he puesto en marcha una pequeña fundación. Un proyecto personal para ayudar a que niños desfavorecidos puedan escolarizarse en la escuela y ser educados cristianamente: es la Fundación Takely. De esta forma, espero confío en que en Togo y desde Togo siempre haya más canteras de ángeles y santos.
miércoles, febrero 23, 2005
De Togo a Granada, guiado por la Providencia
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