jueves, enero 20, 2005

SEXUALIDAD HOMBRE MUJER Y DESVIACIONES DE LA SEXUALIDAD FUERA Y DENTRO DEL MATRIMONIO

Breve informe elaborado por Análisis Digital basado en el CIC

Análisis Digital - 20/01/2005 SEXUALIDAD HOMBRE MUJER Y DESVIACIONES DE LA SEXUALIDAD FUERA Y DENTRO DEL MATRIMONIO

INTRODUCCIÓN: SEXUALIDAD EN EL HOMBRE Y LA MUJER

2332 “La sexualidad abraza todos los aspectos de la persona humana, en la unidad de su cuerpo y de su alma. Concierne particularmente a la afectividad, a la capacidad de amar y de procrear y, de manera más general, a la aptitud para establecer vínculos de comunión con otro.

Especial importancia tiene a este propósito que estamos considerando el número del Catecismo, 2333, cuando nos dice que “corresponde a cada uno, hombre y mujer, reconocer y aceptar su identidad sexual. La diferencia y la complementariedad físicas, morales y espirituales, están orientadas a los bienes del matrimonio y al desarrollo de la vida familiar. La armonía de la pareja humana y de la sociedad depende en parte de la manera en que son vividas entre los sexos la complementariedad, la necesidad y el apoyo mutuos”.

Cabe preguntarse ¿y cuales son esos bienes del matrimonio? En esta rápida incursión que estamos haciendo en el Catecismo, observamos que en n.2363 nos descubre de modo palmario el sentido que tiene la unión del hombre y la mujer: “por la unión de los esposos -dice ése número-- se realiza el doble fin del ma¬trimonio: el bien de los esposos y la transmisión de la vida. No se pueden separar estas dos significaciones o valores del matrimonio sin alterar la vida espiritual de los cónyuges ni comprometer los bienes del matrimonio y el porvenir de la familia”.

Así, el amor conyugal del hombre y de la mujer queda si¬tuado bajo la doble exigencia de la fidelidad y la fecundidad.

La enseñanza de la Iglesia Católica respecto a la igualdad del hombre y de la mujer en la sexualidad queda explicada en unos puntos anteriores. Concretamente en el n. 2335 dice que “cada uno de los dos sexos es, con una dignidad igual, aunque de manera distinta, imagen del poder y de la ternura de Dios. La unión del hombre y de la mujer en el matrimonio es una manera de imitar en la carne la generosidad y la fecundidad del Creador: 'El hombre deja a su padre y a su madre y se une a su mujer, y se hacen una sola carne' (Gn 2, 24). De esta unión proceden todas las generaciones humanas (cf Gn 4, 1-2.25-26; 5, 1).



DESVIACIONES DE LA SEXUALIDAD FUERA DEL MATRIMONIO

Como primer principio general se podrá afirmar que la sexualidad humana está enmarcada en el matrimonio, lo que quede fuera de él, será contrario a la Ley de Dios.

En este sentido es doctrina de la Iglesia basada en aquellos dos mandamientos de la Ley de Dios que es contrario al querer de Dios las relaciones sexuales fuera del matrimonio y aquellas que aún siendo dentro del ámbito conyugal su actuación supone una desviación de la Ley de Dios

DESVIACIONES DE LA SEXUALIDAD FUERA DEL MATRIMONIO.

Se exponen a continuación algunos pecados -transgresiones voluntarias a la ley de Dios- que en los términos que establece el Catecismo de la Doctrina de la Iglesia hay que considerarlos graves y contrarios también a la dignidad del hombre.

La prostitución. Cuando media para realizar la prestación sexual dinero: Nos dice el Catecismo en su n. 2355: “la prostitución atenta contra la dignidad de la persona que se prostituye, puesto que queda reducida al placer venéreo que se saca de ella. El que paga peca gravemente contra sí mismo: quebranta la castidad a la que lo comprometió su bautismo y mancha su cuerpo, templo del Espíritu Santo (cf 1 Co 6, 15 20). La prostitución constituye una lacra social. Habitualmente afecta a las mujeres, pero también a los hombres, los niños y los adolescentes (en estos dos últimos casos el pecado entraña también un escándalo). Es siempre gravemente pecaminoso dedicarse a la prostitución, pero la miseria, el chantaje, y la presión social pueden atenuar la imputabilidad de la falta”.


Violación. Añade una gravedad por ser efectuada contra el consentimiento de la víctima, y por tanto se suma un acto grave contra la justicia, un atentado grave contra la libertad de la persona. Por eso en el n. 2356 del Catecismo de la Iglesia católica se nos dice que “la violación es forzar o agredir con violencia la intimidad sexual de una persona. Atenta contra la justicia y la caridad. La violación lesiona profundamente el derecho de cada uno al respe¬to, a la libertad, a la integridad física y moral. Produce un daño 2297 grave que puede marcar a la víctima para toda la vida. Es siempre un acto intrínsecamente malo. Más grave todavía es la violación 1756 cometida por parte de los padres (cf. incesto) o de educadores con 2388 los niños que les están confiados”.


Incesto. Relación sexual entre parientes próximos. Se añade que si el parentesco es muy próximo -1º y 2º grado- se está lesionando además la virtud de la piedad familiar (el respeto debido a la familia). Nos dice el n.:2388 del CIC que el “Incesto es la relación carnal entre parientes dentro de los grados en que está prohibido el matrimonio (cf Lv 18, 7 20). S. Pablo condena esta falta particularmente grave: "Se oye hablar de que hay inmoralidad entre vosotros... hasta el punto de que uno de vosotros vive con la mujer de su padre... en nombre del Señor Jesús... sea entregado ese individuo a Satanás para destrucción de la carne..." (1 Co 5, 1.4 5). El incesto corrompe las relaciones familiares y representa una regresión a la animalidad”.

La masturbación, también es considerada por la Iglesia un pecado grave. Es un acto -dice Persona humana n. 9 y Gaudiun et spes, n. 54-- al que “le falta la relación sexual requerida por el orden moral, la que realiza el sentido íntegro de una entrega recíproca y de una procreación humana en el contexto de un amor verdadero”. Concretamente el n. 2352 dice que “por masturbación se ha de entender la excitación volunta¬ria de los órganos genitales a fin de obtener un placer venéreo. "Tanto el Magisterio de la Iglesia, de acuerdo con una tradición constante, como el sentido moral de los fieles, han afirmado sin ninguna duda que la masturbación es un acto intrínseca y grave¬mente desordenado". "El uso deliberado de la facultad sexual fuera de las relaciones conyugales normales contradice a su finalidad, sea cual fuere el motivo que lo determine". Así, el goce sexual es buscado aquí al margen de "la relación sexual requerida por el or¬den moral; aquella relación que realiza el sentido íntegro de la mu¬tua entrega y de la procreación humana en el contexto de un amor verdadero" (CDF, decl. "Persona humana" 9).

La homosexualidad y lesbianismo son constitutivas de quebrantamiento de la ley de Dios. Se ha escrito mucho, pero baste aquí decir que, en la medida en que hay una falta de esfuerzo por no apartarse de la desviación se estará incurriendo, puesto que se busca y por tanto hay acción querida por la voluntad, en acto grave contra la sexualidad. “La homoxesualidad designa las relaciones entre hombres o mujeres que experimentan una atracción sexual, exclusiva o predominante, hacía personas del mismo sexo. Reviste formas muy va¬riadas a través de los siglos y las culturas. Su origen psíquico per¬manece en gran medida inexplicado. Apoyándose en la Sagrada Escritura que los presenta como depravaciones graves (cf Gn 19, 1 29; Rm 1, 24 27; 1 Co 6, 10; 1 Tm 1,10), la Tradición ha decla¬rado siempre que "los actos homosexuales son intrínsecamente de¬sordenados" (CDF, decl. "Persona humana" 8). Son contrarios a la ley natural. Cierran el acto sexual al don de la vida. No proceden de una verdadera complementariedad afectiva y sexual. No pueden recibir aprobación en ningún caso”. N. 2357 del CIC

Pero la Iglesia dedica más atención en este caso de homosexualidad con dos aspectos más. Con el n.:2358, afirmando que “un número apreciable de hombres y mujeres presentan tendencias homosexuales instintivas. No eligen su condición ho¬mosexual; ésta constituye para la mayoría de ellos una auténtica prueba. Deben ser acogidos con respeto, compasión y delicadeza. Se evitará, respecto a ellos, todo signo de discriminación injusta. Estas personas están llamadas a realizar la voluntad de Dios en su vida, y, si son cristianas, a unir al sacrificio de la cruz del Señor las dificultades que pueden encontrar a causa de su condición”.

Y el n. 2359. Aquí dice que “las personas homosexuales están llamadas a la castidad. Mediante virtudes de dominio de sí mismo que eduquen la libertad interior, y a veces mediante el apoyo de una amistad desinteresada, de la oración y la gracia sacramental, pueden y deben acercarse gradual y resueltamente a la perfección cristiana”.

Hay luego un conjunto de acciones que de modo genérico podríamos denominar “de perversión”, tipo sadismo, masoquismo sexual, exhibicionismo, que no nos detenemos en estos aspectos pero que basta citarlos como condenables por el recto orden moral y que entrarían dentro de lo que San Pablo nos recuerda que “los tales no entrarán en el reino de los cielos.

Así se puede establecer como un principio general que se formularía diciendo que todo acto sexual realizado fuera del matrimonio constituye un desorden grave.


DESVIACIONES DE LA SEXUALIDAD DENTRO DEL MATRIMONIO

El adulterio es la primera trasgresión a la Ley de Dios que surge al pensar en aquellas desviaciones que pueden tener ocasión una vez ya se ha producido el consentimiento entre los esposos. Así lo define la Iglesia (CIC n. 2380): “el adulterio. Esta palabra designa la infidelidad conyugal. Cuando un hombre y una mujer, de los cuales al menos uno está casado, establecen una relación sexual, aunque ocasional, cometen un adulterio. Cristo condena incluso el deseo del adulterio (cf Mt 5, 27 28). El sexto mandamiento y el Nuevo Testamento prohíben absolutamente el adulterio (cf Mt 5, 32; 19, 6; Mc 10, 11; 1 Co 6,9 10). Los profetas denuncian su gravedad; ven en el adulterio la imagen del pecado de idolatría (cf Os 2, 7; Jr 5, 7; 13, 27)”.

Y añade el número siguiente 2381: “el adulterio es una injusticia. El que lo comete falta a sus compromisos. Lesiona el signo de la Alianza que es el vínculo matrimonial. Quebranta el derecho del otro cónyuge y atenta contra la institución del matrimonio, violando el contrato que le da origen. Compromete el bien de la generación humana y de los hijos, que necesitan la unión estable de los padres”.

Para hablarnos de la poligamia, otra trasgresión de moral sexual dentro del matrimonio, la Iglesia empieza con la defensa de la igualdad del hombre y la mujer, y da gusto poder leer este punto, el 1645: “la unidad del matrimonio aparece ampliamente confir¬mada por la igual dignidad personal que hay que reconocer a la mujer y el varón en el mutuo y pleno amor" (GIS 49, 2). La Poliga¬mia es contraria a esta igual dignidad de uno y otro y al amor con¬yugal que es único y exclusivo”

Métodos anticonceptivos. La contracepción y el rechazo del hijo. Ver al hijo no como lo que siempre es, un don, sino como una carga, una molestia a la vida de los esposos, o, en nuestra sociedad mercantilizada, como un gasto.

La mentalidad no es la anticonceptiva, sino que, de natural, el hombre y la mujer tienden a la paternidad y a la maternidad y además, como fruto del amor entre ellos.

Esto es confirmado de un modo clarísimo y basándose en el amor que deben tenerse los esposos, en el Catecismo de la Iglesia Católica en los números 2360 y en el siguiente. Dice en el primero de estos puntos que “la sexualidad está ordenada al amor conyugal del hombre y de la mujer. En el matrimonio, la intimidad corporal de los espo¬sos viene a ser un signo y una garantía de comunión espiritual. En¬tre bautizados, los vínculos del matrimonio están santificados por el sacramento”.

Y en el siguiente, esto es en el n. 2361, todos podemos leer que “la sexualidad, mediante la cual el hombre y la mujer se dan el uno al otro con los actos propios y exclusivos de los esp¬osos, no es algo puramente biológico, sino que afecta al núcleo ínti¬mo de la persona humana en cuanto tal. Ella se realiza de modo verdaderamente humano solamente cuando es parte integral del amor con el que el hombre y la mujer se comprometen totalmente entre sí hasta la muerte"

La anticoncepción es, sobre todo, el reflejo de una manera fundamental de situarse el hombre ante la vida. “Por mentalidad anticonceptiva” se entiende -leemos en el Lexicón-- el conjunto formado por una manera de pensar y por las actitudes y los comportamientos dirigidos a privar el uso de la sexualidad de sus consecuencias procreadoras. Dicha mentalidad se ha incrementado con la difusión masiva de los productos anticonceptivos y con la propagan de que ha acompañado dicha difusión”.

Con más precisión, la “mentalidad anticonceptiva” refleja una actitud de rechazo tanto de la donación total recíproca de los esposos (cf. Humanae vital, n. 11) como de la tarea de transmitir la vida. Por tanto, tiene una relación muy estrecha en una doble dirección, preservar al acto sexual de su posibilidad de engendrar --utilización de preservativos, compuestos químicos, píldora, dispositivos intrauterinos, vacunas anticonceptivas, etc.- como, si se tiene “la mala suerte” de producirse la vida, recurso al aborto. Ambas direcciones “muy a menudo -dirá Juan Pablo II-están íntimamente relacionados, como frutos de una misma planta” (Evangelium vitae n. 13).

Por eso se puede concluir con el número 2370 que afirma que “es intrínsecamente mala toda acción que, o en previsión del acto conyugal, o en su realización, o en el desarrollo de sus consecuencias naturales, se proponga como fin o como medio, hacer imposible la procreación”. También es manida la frase de que se puede decir más alto pero no más claro.

No entramos en otros aspectos que de algún modo se podrían traer pues están relacionados, por ejemplo el aborto, pero entendemos que por su envergadura unos, come es este caso, o por su menor importancia o alejamiento del tema central como podría ser el tema células embrionarias, fecundaciones artificiales, etc. no hemos considerado oportuno desarrollarlos.

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