Cascioli, experto en población y desarrollo, alerta de agencias de la ONU
Miles de millones de dólares estadounidenses se destinarán en total, por parte de gobiernos e instituciones internacionales, a ayudar a los países golpeados por el maremoto del Océano Índico del pasado 26 de diciembre.
Ahora el reto que se plantea es la forma en que se pueden utilizar mejor estos fondos, según se desprende de la entrevista que concedió a Zenit Riccardo Cascioli, director del Centro Europeo de Estudios, Ambiente, Población y Desarrollo --CESPAS-- (Italia) y experto en las cuestiones asiáticas.
--El maremoto que se ha abatido sobre los países bañados por el Océano Índico es el tercero más grave de los ocurrido en el último siglo. ¿Existen medidas que podían adoptarse para evitar todos estos fallecimientos?
--Riccardo Cascioli: Se ve ya evidente que existe hoy una tecnología que, aplicada en el Océano Índico, habría permitido evitar la gran mayoría de las pérdidas humanas. No es casualidad que en el Océano Pacífico el sistema global de alarmas para el tsunami funcione desde hace muchos años, y actualmente es capaz de identificar la formación del tsunami, su dirección y alertar a los países interesados en apenas 20 minutos.
--¿Por qué entonces no se adoptaron?
--Riccardo Cascioli: Esencialmente por dos motivos: la rareza del tsunami en el Océano Índico y sobre todo el elevado coste de una tecnología tan sofisticada, a la que hay que unir –y esto es muy importante-- en cada país la organización con capacidad para dar la alarma, establecer un plan de evacuación y eventualmente preparar las ayudas en tiempos rápidos.
Está claro que en ambos casos pesa sobre todo el sustancial subdesarrollo de los países afectados. Un tsunami análogo –en cuanto a la violencia-- en las costas de Japón habría causado pérdidas limitadas, justamente porque es un país desarrollado que ha aprendido a convivir con ciertos fenómenos naturales desarrollando y aplicando una tecnología capaz de controlar y limitar sus efectos.
Desde este punto de vista no se puede dejar de observar que en las últimas décadas se ha afirmado una ideología a nivel mundial que niega la experiencia humana de los milenios precedentes: así, en lugar de invertir en infraestructuras que limiten los perjuicios de los desastres naturales, hoy se gasta mucho más en absurdos intentos de controlar el clima y sus presuntos efectos.
--La ONU administrará ahora mayor suma de ayudas en la historia de las emergencias humanitarias. ¿Cómo pueden utilizarse mejor estos recursos?
--Riccardo Cascioli: En estos años las agencias de la ONU y algunas ONG a ellas vinculadas se han caracterizado por haber concentrado las ayudas en proyectos orientados a limitar la presencia humana antes que a protegerla. También en estos días, pasada la primera oleada de conmoción, han comenzado razonamientos que apuntan –por citar un ejemplo-- a culpabilizar a la población local porque crece demasiado y se concentra en pueblos y ciudades a lo largo de las costas.
Pero si en algunos países la pesca es uno de los recursos económicos fundamentales, ¿dónde deberían ir a vivir los pescadores? ¿A la montaña? ¿Es que nuestros pescadores sicilianos viven en el interior? El problema, al contrario, es que se debe favorecer una urbanización humana, con viviendas aptas para hacer frente a ciertas emergencias, con sistemas de alarma adecuados, y así sucesivamente.
Ciertamente hay organizaciones no gubernamentales que trabajan en este sentido, pero poner los fondos para las ayudas en un único saco aumenta lamentablemente el riesgo de que sean invertidas de la forma equivocada. Con mayor razón es para desconfiar se las agencias de la ONU, que además de invertir frecuentemente de manera errónea, han dado prueba de ineficacia. Así que se comprende la preocupación de algunos países.
--En las últimas décadas muchas ayudas recogidas después de desastres naturales se han utilizado en programas de reducción de los nacimientos. ¿Será así también esta vez?
--Riccardo Cascioli: Lamentablemente me parece que se sigue por el mal camino. Entre las primeras agencias de la ONU en intervenir en el sudeste asiático no por casualidad está el UNFPA (el Fondo de la ONU para la población), desde siempre protagonista principal en las campañas de control de los nacimientos. Ya el 27 de diciembre había asignado un millón de dólares para intervenciones de «salud reproductiva», que todos sabemos que es un concepto que esconde la intención de promover el aborto y la contracepción a nivel global.
El propio UNFPA afirma que entre las poblaciones golpeadas hay 150 mil mujeres embarazadas a las que hay que ayudar. Pero sabemos que si estas mujeres caen en manos del personal del UNFPA nacerán pocos niños de ellas, añadiendo víctimas a las víctimas. Es adecuado recordar que en los kit obstétricos de emergencia enviados por el UNFPA hay aspiradores manuales que en realidad son empleados para practicar abortos.
Y si alguien aún tiene dudas, querría señalar que estos últimos días la Fundación Hewlett --una de las principales fundaciones históricamente comprometidas en planes de control de los nacimientos-- ha entregado 1 millón 200 mil dólares para apoyar las intervenciones de «salud reproductiva» en los países golpeados por el tsunami: 900 mil para el UNFPA, 300 mil para la «International Planned Parenthood Federation» (IPPF), que es la organización no gubernamental más importante en promover el aborto en el mundo y principal socio del UNFPA. Se tiene casi la impresión de que estas personas tienen en realidad cierta simpatía por el tsunami, visto que trabajan por el mismo objetivo.
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