domingo, enero 23, 2005

El proyecto de la Nueva Ley de Divorcio, ¿Favorece el bién común?


Queridos todos en el Señor: Hoy, viernes, aprueba el Consejo de Ministros una reforma de la Ley del Divorcio. Os ofrezco unas consideraciones al respecto.

En ésta, como en cualquier otra ley, hay que distinguir entre legal y moral. No todas las leyes son morales por muchos que sean los votos con que se aprueben. Por otra parte, no podemos olvidar que toda ley debe estar en función del bien común de la sociedad ya que afecta a la vida de todos.

En el Catecismo de la Iglesia Católica (Num. 1906-1912) se habla de los tres elementos esenciales exigidos para el bien común, que se deben tener en cuenta a la hora de legislar:

a) Respeto a la persona en cuanto tal. En nombre del bien común, las autoridades están obligadas a respetar los derechos fundamentales e inalienables de la persona humana.

b) La autoridad debe fomentar el bienestar social y el desarrollo de la sociedad y facilitar a cada uno lo que necesita para llevar una vida verdaderamente humana.

c) El bien común implica la paz, es decir, la seguridad de un orden justo.

Cierto que hay "casos" que hay que tratar de solucionar, pero eso no significa que para solucionarlos se rompan los moldes que configuran la convivencia matrimonial.

No sé si nuestros dirigentes a la hora de legislar se dejan llevar por el llamado "dios voto" o por una antirreligiosidad un tanto trasnochada o si están con aquello que llaman avance o progreso, sin pararse a pensar hacia dónde quieren avanzar o progresar.

Porque me pregunto:

¿Es progreso, pero hacia dónde, facilitar el divorcio de manera que quede al arbitrio de los esposos? ¿Favorece esto la estabilidad del matrimonio? ¿Es, o no, positiva la estabilidad?

¿Es progreso romper el matrimonio sin apenas tiempo para una posible reconciliación?

¿Es progreso favorecer con esta ley matrimonios de conveniencia que se pueden contraer para obtener beneficios al margen de la finalidad del matrimonio, como pueden ser matrimonios con extranjeros y, una vez obtenida la nacionalidad, ya no hacen falta papeles para trabajar?

¿Es progreso aumentar el número de niños faltos de referencia a sus padres y a su hogar?

¿Es progreso la custodia compartida obligando al niño a estar un tiempo con cada uno de los padres, sean como sean y los hayan tratado como sea?

¿Es progreso no velar por el bien del niño que, en definitiva, es el más perjudicado?

Y en cuanto a la reacción de nuestra sociedad ante ésta y otras leyes, pregunto:

¿Es consciente nuestra sociedad de que está en juego la estabilidad del matrimonio?

¿Pueden estar callados los matrimonios criticando la ley, pero sin manifestar de alguna manera su disconformidad?

¿Habrá una reacción fuerte y decidida ante tantos intentos de romper la familia con leyes que no buscan el bien común sino no sé qué otros intereses?

Ferrol, 17 de septiembre de 2004

+ José Gea, Obispo de Mondoñedo-Ferrol

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