Un obispo canadiense, monseñor Jean-Guy Hamelin, cuenta –puede leerse en “Un sourire sous la pluie“- que un sobrino suyo de cuatro años le dijo un día a su padre: “Tengo ganas de que llegue la Navidad”. Su padre, queriendo ver la reacción de su hijo, le dijo: “Sí, ciertamente, la Navidad es muy hermosa... Pero no sé si este año tendrás algún regalo. Ya sabes que hemos tenido que hacer reparaciones en la granja y hemos gastado mucho dinero”. A estas palabras les sucedió un largo silencio. Por fin el niño rompió el silencio y dijo: “Papá, si quieres, puedes coger el camión que me regalaste el año pasado, lo envuelves con papel de regalo... y con eso, me conformo”.
Qué preciosa reacción la de ese muchachito. Le parecía muy hermoso poder abrir el paquete de regalo. Quería volver a experimentar la sensación de gozo que tuvo la última Navidad, al abrir su regalo. ¿No podríamos aprender algo de este hecho? ¿No podríamos aprender algo de este muchachito de cuatro años? A veces –dice San Benito en su Regla– Dios nos habla por los más jóvenes.
En medio de nuestra vida ordinaria y rutinaria ¿no sería bueno volver a recordar y revivir el gozo de lo que ya poseemos: una amistad, una ayuda, el amor generoso donado con ilusión y para siempre? Todo, en nuestra vida, ha sido, y es un regalo; pero quizás no lo saboreamos como tal, y nos hemos acostumbrado, y hemos perdido la ilusión y el asombro ante la vida, y ya no nos maravillamos ante las cosas, ni ante las personas, ni ante casi nada. La rutina nos ha arrebatado nuestros ojos de niño, y los ha cubierto con unas tremendas dioptrías, que ningunas gafas pueden corregir. La Navidad que se aproxima, con el misterio admirable del Dios Niño y la Luz de su estrella, puede devolvernos unos ojos nuevos: la mirada de la fe, que lo ve todo, hasta lo más sencillo y corriente, con asombro agradecido, como un regalo maravilloso.
Regalo es, el encuentro de unos novios, el amor de los esposos. Regalo es la sonrisa del nieto a los abuelos cuando empieza a caminar. Regalo es la amistad cálida y fiel. Regalo es el vecino que está siempre dispuesto a echar una mano sin pedir nada a cambio. Regalo es el sol, el aire que respiramos, las montañas y las llanuras junto a las que habitamos. Regalo es la salud, y comer en paz el pan de cada día. Hasta la enfermedad, mirada con los ojos de la fe, puede ser un regalo espiritual, que nos ayude a volver a Dios, a poner en él nuestra confianza, a quitarle importancia a otras cosas que antes nos hacían sufrir.
¿Por qué no volver a embalar los viejos regalos, y abrirlos, contemplándolos con ojos nuevos? Una buena ocasión para recordar, para celebrar, para mirarse a los ojos, es el aniversario del nacimiento o de la boda, la fiesta de Navidad o de Reyes.
Magnífica ocasión para volver al manantial, al origen de la alegría, de la felicidad, del amor... Y quizá, también para olvidar que ya no tenemos regalos nuevos que ofrecernos. También para volver a aprender que Dios es el regalo más hermoso de la vida.
Con mi afecto y bendición,
+ Juan José Omella Omella
Obispo de Calahorra y La Calzada-Logroño
Qué preciosa reacción la de ese muchachito. Le parecía muy hermoso poder abrir el paquete de regalo. Quería volver a experimentar la sensación de gozo que tuvo la última Navidad, al abrir su regalo. ¿No podríamos aprender algo de este hecho? ¿No podríamos aprender algo de este muchachito de cuatro años? A veces –dice San Benito en su Regla– Dios nos habla por los más jóvenes.
En medio de nuestra vida ordinaria y rutinaria ¿no sería bueno volver a recordar y revivir el gozo de lo que ya poseemos: una amistad, una ayuda, el amor generoso donado con ilusión y para siempre? Todo, en nuestra vida, ha sido, y es un regalo; pero quizás no lo saboreamos como tal, y nos hemos acostumbrado, y hemos perdido la ilusión y el asombro ante la vida, y ya no nos maravillamos ante las cosas, ni ante las personas, ni ante casi nada. La rutina nos ha arrebatado nuestros ojos de niño, y los ha cubierto con unas tremendas dioptrías, que ningunas gafas pueden corregir. La Navidad que se aproxima, con el misterio admirable del Dios Niño y la Luz de su estrella, puede devolvernos unos ojos nuevos: la mirada de la fe, que lo ve todo, hasta lo más sencillo y corriente, con asombro agradecido, como un regalo maravilloso.
Regalo es, el encuentro de unos novios, el amor de los esposos. Regalo es la sonrisa del nieto a los abuelos cuando empieza a caminar. Regalo es la amistad cálida y fiel. Regalo es el vecino que está siempre dispuesto a echar una mano sin pedir nada a cambio. Regalo es el sol, el aire que respiramos, las montañas y las llanuras junto a las que habitamos. Regalo es la salud, y comer en paz el pan de cada día. Hasta la enfermedad, mirada con los ojos de la fe, puede ser un regalo espiritual, que nos ayude a volver a Dios, a poner en él nuestra confianza, a quitarle importancia a otras cosas que antes nos hacían sufrir.
¿Por qué no volver a embalar los viejos regalos, y abrirlos, contemplándolos con ojos nuevos? Una buena ocasión para recordar, para celebrar, para mirarse a los ojos, es el aniversario del nacimiento o de la boda, la fiesta de Navidad o de Reyes.
Magnífica ocasión para volver al manantial, al origen de la alegría, de la felicidad, del amor... Y quizá, también para olvidar que ya no tenemos regalos nuevos que ofrecernos. También para volver a aprender que Dios es el regalo más hermoso de la vida.
Con mi afecto y bendición,
+ Juan José Omella Omella
Obispo de Calahorra y La Calzada-Logroño
No hay comentarios:
Publicar un comentario