El sentido de la Navidad
Pilar Lázaro
He podido ver en una publicación reciente lo bonita que estaba adornada nuestra ciudad cuando el Rey Alfonso XIII vino a visitarla. La costumbre de embellecer las calles es un detalle de bienvenida a un personaje y una muestra de que deseamos agasajarle.
Logroño y muchísimas ciudades de los más diferentes países, todos los años por estas fechas, aparecen llenas de luces y adornos. También nuestras casas las decoramos con motivos navideños, donde no puede faltar el tradicional «belén», porque celebramos el nacimiento de Dios hecho hombre.
Hace escasas fechas leía en la Prensa que, muchos padres, cuando sus hijos les preguntan por algo de los belenes que visitan, no saben contestarles. Y es una pena que haya creyentes que lo han olvidado o no se hayan preocupado de enterarse de algo tan importante para el pueblo cristiano y tan enraizado desde el siglo XIII, en que San Francisco de Asís lo representó por primera vez.
Así no es extrañar, aunque me ha llamado poderosamente la atención, que en los escaparates proliferen los Papá Noel trepadores de balcones y otros adornos, que nada tienen que ver con nuestra tradición. También se encuentran las figuras del Nacimiento, en menor cantidad y en general de excelente calidad y belleza, pero a precios no asequibles para todos, mientras los otros adornos están más al alcance de cualquier bolsillo.
Mi conclusión es que, aunque pensemos que somos libres de comprar y decorar como queramos, no es cierto: compramos lo que otros han decidido, porque es lo que nos ofrecen a precios razonables. Animo a los fabricantes de figuras de los belenes, que oferten otros más asequibles, donde se puede elegir, conforme a las posibilidades de cada uno.
Pilar Lázaro
He podido ver en una publicación reciente lo bonita que estaba adornada nuestra ciudad cuando el Rey Alfonso XIII vino a visitarla. La costumbre de embellecer las calles es un detalle de bienvenida a un personaje y una muestra de que deseamos agasajarle.
Logroño y muchísimas ciudades de los más diferentes países, todos los años por estas fechas, aparecen llenas de luces y adornos. También nuestras casas las decoramos con motivos navideños, donde no puede faltar el tradicional «belén», porque celebramos el nacimiento de Dios hecho hombre.
Hace escasas fechas leía en la Prensa que, muchos padres, cuando sus hijos les preguntan por algo de los belenes que visitan, no saben contestarles. Y es una pena que haya creyentes que lo han olvidado o no se hayan preocupado de enterarse de algo tan importante para el pueblo cristiano y tan enraizado desde el siglo XIII, en que San Francisco de Asís lo representó por primera vez.
Así no es extrañar, aunque me ha llamado poderosamente la atención, que en los escaparates proliferen los Papá Noel trepadores de balcones y otros adornos, que nada tienen que ver con nuestra tradición. También se encuentran las figuras del Nacimiento, en menor cantidad y en general de excelente calidad y belleza, pero a precios no asequibles para todos, mientras los otros adornos están más al alcance de cualquier bolsillo.
Mi conclusión es que, aunque pensemos que somos libres de comprar y decorar como queramos, no es cierto: compramos lo que otros han decidido, porque es lo que nos ofrecen a precios razonables. Animo a los fabricantes de figuras de los belenes, que oferten otros más asequibles, donde se puede elegir, conforme a las posibilidades de cada uno.
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