Entrevista con el arzobispo de Cracovia, monseñor Stanislaw Dziwisz.
El palacio arzobispal, a dos pasos de la plaza del mercado, es una casa abierta a todos. La gente entra y se detiene en el amplio patio a admirar una muestra fotográfica con imágenes inéditas de Karol Wojtyla. Fuera, expone un gigantesco retrato de Juan Pablo II, formado por el rompecabezas de miles de rostros juveniles, que estuvo en Colonia junto al retrato de Benedicto XVI, regalo de la Jornada Mundial de la Juventud. Todo habla todavía de él en este austero edificio. Subiendo por la escalinata de mármol hasta el primer piso, se pasa por la capilla privada y uno se encuentra con don Estanislao. El reciente arzobispo de Cracovia tomó posesión del palacio con su acostumbrada discreción y con mucho temblor. Hace treinta años, recorría estos lugares como un hijo, sombra fiel y disponible del gran Karol. Ahora ha vuelto como padre, testigo de una presencia misteriosa continuada desde la cátedra episcopal. Si hay una frase que no le oirán decir nunca es el conocido: «No tengo tiempo». Porque monseñor Stanislaw Dziwisz tiene tiempo para recibir a todos los que lo desean, desde el estadista occidental hasta el último fiel de un pueblecito de los montes Tatra. No sólo, es él el que se excusa por haber hecho esperar al visitante. Su solicitud y su atención, sobre todo hacia las personas con problemas, era proverbial ya cuando estaba en el Vaticano como secretario del Papa. Ahora es un carisma en su nuevo ministerio pastoral.
CIUDAD DEL VATICANO, viernes, 21 octubre 2005 (ZENIT.org).
Habla en voz baja, sentado de frente a la ventana desde la que solía asomarse Juan Pablo II en sus visitas a Cracovia. Ahora, allí hay una gran cruz: «No se permite a nadie asomarse, sólo el Papa podrá asomarse desde aquí», explica conmovido monseñor Dziwisz, antes de empezar la entrevista, concedida al diario italiano «Avvenire». Habla de sus proyectos y de sus recuerdos. Y revela que conserva un pequeño tesoro, el último mensaje audio del Papa Karol Wojtyla, grabado pocos días antes de su muerte.
Excelencia, Polonia, en estos años, ha festejado el 16 de octubre, aniversario de la elección papal de Karol Wojtyla. ¿Tras la muerte de Juan Pablo II, tiene sentido seguir celebrando esta fecha?
Claro que sí, incluso más todavía. Antes que nada, hay que decir que el Parlamento polaco ha decidido que, de ahora en adelante, el 16 de octubre será la «jornada del recuerdo» de Juan Pablo II en todo el país. Además, desde 2001, la Iglesia en Polonia suele celebrar, el domingo anterior al 16 de octubre, el «Dzien Papieski», el Día del Papa, con muchas iniciativas no sólo litúrgicas sino culturales y caritativas. Se ha constituido la Fundación «Nuevo Milenio» con el fin de construir un gran monumento a Juan Pablo II, no en piedra, sino un edificio espiritual y moral que testimonie y difunda su memoria.
Las obras y los escritos de Karol Wojtyla, ya antes de ser papa, cubrían un amplio horizonte...
Sí, es un gran patrimonio y obviamente no sólo para Polonia sino para todo el mundo. Es una herencia enorme, compuesta por escritos de diverso tipo, que merece ser conservada en su conjunto y transmitida a nuestros descendientes. Estamos pensando en cómo mantener viva esta herencia. Quiero decir que, además del recuerdo de la figura de Juan Pablo II, es importante profundizar en sus enseñanzas en diversos campos: teológico, filosófico, antropológico, social, defensa de la vida y de la dignidad humana. Por esto estamos preparando una nueva fundación internacional que se llamará «¡No tengáis miedo!».
¿Cómo va el proceso de beatificación de Juan Pablo II?
Tiene que preguntar al postulador, no a mí. Sólo puedo decirle que, también aquí, en Cracovia, hemos constituido un sub-tribunal para recoger los testimonios sobre Karol Wojtyla. Será un trabajo infinito, miles de personas han conocido a Karol Wojtyla en esta ciudad...
Pero todos saben ya, están seguros de que es un santo. Y no sólo aquí, en Cracovia o en Polonia. El mundo lo ha visto, lo ha conocido y de hecho lo ha canonizado ya. El proceso permite llegar a una certeza moral. Pero en este caso parece que nadie tiene dudas. Sólo tenemos que esperar la confirmación definitiva de su santidad por parte del Santo Padre Benedicto XVI.
Muchos dicen que Karol Wojtyla podría ser proclamado beato ya el año próximo...
También lo espero yo. El sueño de muchos es que sea proclamado santo inmediatamente.
¿Sería posible?
Puedo decirle que Juan Pablo II pensó en lo mismo respecto a la Madre Teresa de Calcuta.
Excelencia, usted, una vez, aludió a los milagros realizados en vida por Juan Pablo II...
Sí, es verdad. Pero el Santo Padre no quería oír hablar de estas cosas, decía que los milagros son obra de Dios, no de los hombres.
Para la canonización, hace falta un milagro demostrado después de la muerte. Por tanto, ¿se necesitará tiempo para confirmarlo, no le parece?
Conozco diversos casos de curación, producidos en estos últimos seis meses, e inexplicables con criterios médico-científicos. El caso más impresionante tuvo lugar en un convento de Francia. Una religiosa, gravemente enferma, se encontraba ya en una situación gravísima. Las hermanas se reunieron durante largas horas en oración, pidiendo la gracia por intercesión de Juan Pablo II. Cuatro días más tarde, la religiosa estaba completamente curada, los médicos no han encontrado ninguna huella de su terrible enfermedad.
Excelencia, usted vivió cuarenta años junto a Karol Wojtyla, lo acompañó y sirvió hasta el final. ¿Qué palabras de Juan Pablo II le han quedado más grabadas?
Poco antes de entrar en el quirófano del Policlínico Gemelli, el 24 de febrero, para someterse a la operación de traqueotomía, Juan Pablo II grabó, porque se lo pedimos, un mensaje. Sería también el último, porque desde aquel día sólo pudo pronunciar con mucho esfuerzo algunas pocas frases. He conservado la cinta pero todavía no me siento con fuerzas para volver a oírla.
En los días siguientes a la muerte de Juan Pablo II, toda Polonia se encontraba rezando, viviendo una experiencia extraordinaria de unidad y fraternidad. ¿Fue un momento de conmoción o un sentimiento que ha cambiado profundamente su país?
Yo creo que aquél día tomó fuerza la nueva evangelización a la que Juan Pablo II dedicó todo su ministerio. Parecerá extraño pero muchos grupos de oración nacieron justamente aquel 2 de abril, no sólo en Polonia sino en todo el mundo. Son, sobre todo, jóvenes que se reunieron de modo espontáneo y decidieron seguir reuniéndose en el nombre de Karol Wojtyla.
El palacio arzobispal, a dos pasos de la plaza del mercado, es una casa abierta a todos. La gente entra y se detiene en el amplio patio a admirar una muestra fotográfica con imágenes inéditas de Karol Wojtyla. Fuera, expone un gigantesco retrato de Juan Pablo II, formado por el rompecabezas de miles de rostros juveniles, que estuvo en Colonia junto al retrato de Benedicto XVI, regalo de la Jornada Mundial de la Juventud. Todo habla todavía de él en este austero edificio. Subiendo por la escalinata de mármol hasta el primer piso, se pasa por la capilla privada y uno se encuentra con don Estanislao. El reciente arzobispo de Cracovia tomó posesión del palacio con su acostumbrada discreción y con mucho temblor. Hace treinta años, recorría estos lugares como un hijo, sombra fiel y disponible del gran Karol. Ahora ha vuelto como padre, testigo de una presencia misteriosa continuada desde la cátedra episcopal. Si hay una frase que no le oirán decir nunca es el conocido: «No tengo tiempo». Porque monseñor Stanislaw Dziwisz tiene tiempo para recibir a todos los que lo desean, desde el estadista occidental hasta el último fiel de un pueblecito de los montes Tatra. No sólo, es él el que se excusa por haber hecho esperar al visitante. Su solicitud y su atención, sobre todo hacia las personas con problemas, era proverbial ya cuando estaba en el Vaticano como secretario del Papa. Ahora es un carisma en su nuevo ministerio pastoral.
CIUDAD DEL VATICANO, viernes, 21 octubre 2005 (ZENIT.org).
Habla en voz baja, sentado de frente a la ventana desde la que solía asomarse Juan Pablo II en sus visitas a Cracovia. Ahora, allí hay una gran cruz: «No se permite a nadie asomarse, sólo el Papa podrá asomarse desde aquí», explica conmovido monseñor Dziwisz, antes de empezar la entrevista, concedida al diario italiano «Avvenire». Habla de sus proyectos y de sus recuerdos. Y revela que conserva un pequeño tesoro, el último mensaje audio del Papa Karol Wojtyla, grabado pocos días antes de su muerte.
Excelencia, Polonia, en estos años, ha festejado el 16 de octubre, aniversario de la elección papal de Karol Wojtyla. ¿Tras la muerte de Juan Pablo II, tiene sentido seguir celebrando esta fecha?
Claro que sí, incluso más todavía. Antes que nada, hay que decir que el Parlamento polaco ha decidido que, de ahora en adelante, el 16 de octubre será la «jornada del recuerdo» de Juan Pablo II en todo el país. Además, desde 2001, la Iglesia en Polonia suele celebrar, el domingo anterior al 16 de octubre, el «Dzien Papieski», el Día del Papa, con muchas iniciativas no sólo litúrgicas sino culturales y caritativas. Se ha constituido la Fundación «Nuevo Milenio» con el fin de construir un gran monumento a Juan Pablo II, no en piedra, sino un edificio espiritual y moral que testimonie y difunda su memoria.
Las obras y los escritos de Karol Wojtyla, ya antes de ser papa, cubrían un amplio horizonte...
Sí, es un gran patrimonio y obviamente no sólo para Polonia sino para todo el mundo. Es una herencia enorme, compuesta por escritos de diverso tipo, que merece ser conservada en su conjunto y transmitida a nuestros descendientes. Estamos pensando en cómo mantener viva esta herencia. Quiero decir que, además del recuerdo de la figura de Juan Pablo II, es importante profundizar en sus enseñanzas en diversos campos: teológico, filosófico, antropológico, social, defensa de la vida y de la dignidad humana. Por esto estamos preparando una nueva fundación internacional que se llamará «¡No tengáis miedo!».
¿Cómo va el proceso de beatificación de Juan Pablo II?
Tiene que preguntar al postulador, no a mí. Sólo puedo decirle que, también aquí, en Cracovia, hemos constituido un sub-tribunal para recoger los testimonios sobre Karol Wojtyla. Será un trabajo infinito, miles de personas han conocido a Karol Wojtyla en esta ciudad...
Pero todos saben ya, están seguros de que es un santo. Y no sólo aquí, en Cracovia o en Polonia. El mundo lo ha visto, lo ha conocido y de hecho lo ha canonizado ya. El proceso permite llegar a una certeza moral. Pero en este caso parece que nadie tiene dudas. Sólo tenemos que esperar la confirmación definitiva de su santidad por parte del Santo Padre Benedicto XVI.
Muchos dicen que Karol Wojtyla podría ser proclamado beato ya el año próximo...
También lo espero yo. El sueño de muchos es que sea proclamado santo inmediatamente.
¿Sería posible?
Puedo decirle que Juan Pablo II pensó en lo mismo respecto a la Madre Teresa de Calcuta.
Excelencia, usted, una vez, aludió a los milagros realizados en vida por Juan Pablo II...
Sí, es verdad. Pero el Santo Padre no quería oír hablar de estas cosas, decía que los milagros son obra de Dios, no de los hombres.
Para la canonización, hace falta un milagro demostrado después de la muerte. Por tanto, ¿se necesitará tiempo para confirmarlo, no le parece?
Conozco diversos casos de curación, producidos en estos últimos seis meses, e inexplicables con criterios médico-científicos. El caso más impresionante tuvo lugar en un convento de Francia. Una religiosa, gravemente enferma, se encontraba ya en una situación gravísima. Las hermanas se reunieron durante largas horas en oración, pidiendo la gracia por intercesión de Juan Pablo II. Cuatro días más tarde, la religiosa estaba completamente curada, los médicos no han encontrado ninguna huella de su terrible enfermedad.
Excelencia, usted vivió cuarenta años junto a Karol Wojtyla, lo acompañó y sirvió hasta el final. ¿Qué palabras de Juan Pablo II le han quedado más grabadas?
Poco antes de entrar en el quirófano del Policlínico Gemelli, el 24 de febrero, para someterse a la operación de traqueotomía, Juan Pablo II grabó, porque se lo pedimos, un mensaje. Sería también el último, porque desde aquel día sólo pudo pronunciar con mucho esfuerzo algunas pocas frases. He conservado la cinta pero todavía no me siento con fuerzas para volver a oírla.
En los días siguientes a la muerte de Juan Pablo II, toda Polonia se encontraba rezando, viviendo una experiencia extraordinaria de unidad y fraternidad. ¿Fue un momento de conmoción o un sentimiento que ha cambiado profundamente su país?
Yo creo que aquél día tomó fuerza la nueva evangelización a la que Juan Pablo II dedicó todo su ministerio. Parecerá extraño pero muchos grupos de oración nacieron justamente aquel 2 de abril, no sólo en Polonia sino en todo el mundo. Son, sobre todo, jóvenes que se reunieron de modo espontáneo y decidieron seguir reuniéndose en el nombre de Karol Wojtyla.
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