Jarales (México)
Jarales nació en 1985, en Zapopan, un barrio periférico de Guadalajara. La zona registraba un alto índice de población juvenil y una infraestructura educativa insuficiente.
Para llegar puntualmente a Jarales, Carlos se levantaba todos los días a las cuatro de la mañana y caminaba durante más de dos horas un recorrido que el resto de sus compañeros cubría mediante el servicio público de transporte. Al término de las clases, volvía a hacer esa larga ruta. Los pocos pesos ahorrados con la caminata significaban mucho para las necesidades de su familia. Los directivos de Jarales no tardaron en enterarse de esta situación, y ahora Carlos va y vuelve en el automóvil de un profesor que vive cerca de su casa.
Un proyecto ambicioso
En septiembre de 1985, en una bodega de Zapopan, un municipio de la periferia noroccidental de Guadalajara, comenzó una aventura conjunta de empresarios, padres de familia, profesores y muchachos. El Centro Tecnológico y Deportivo Jarales se planteó, desde el primer momento, como una oferta de formación que proporcionara a los alumnos “la certeza —no sólo la esperanza— de vivir mejor”. Los miembros del patronato de Jarales se propusieron lograr que los mismos alumnos descubrieran los motivos por los que merece la pena esforzarse en llegar a ser un buen profesional.
Se deseaba proporcionar a los alumnos una enseñanza integral, que estuviera dirigida no sólo a la capacitación técnica indispensable para estar en condiciones de competir en el mercado laboral, sino también a formar a cada uno en las virtudes, con una visión cristiana de la vida. La Prelatura del Opus Dei —que tiene como misión específica dentro de la Iglesia la propagación de la llamada universal a la santidad mediante el trabajo cotidiano ofrecido a Dios— facilita esta tarea prestando su atención pastoral a los padres, profesores y alumnos que lo desean.
Justicia y caridad
Había sido precisamente el Prelado del Opus Dei, Mons. Álvaro del Portillo, quien, dos años antes, había señalado explícitamente la necesidad de una iniciativa de esas características para fomentar el desarrollo social, a unos miembros y cooperadores del Opus Dei. Uno de ellos le pidió un consejo para vivir la generosidad en momentos de crisis económica. La respuesta del Prelado del Opus Dei fue un “encargo” a todos los que se encontraban en aquella reunión:
Veo que aquí algunos viven demasiado bien, y que otros tienen demasiados problemas (...). Por eso os quiero pedir que, aparte de todo lo que hacéis, os preocupéis de impulsar una obra social (...), una escuela en la que puedan aprender algún oficio, de modo que sean capataces o lo que sea, y vayan elevando su nivel de vida. Algo que sirva para formar a esta pobre gente, de manera que puedan mantener dignamente a su familia. Os brindo la idea.
En esa misma ocasión, muy poco después, habló del espíritu apostólico y cristiano con que debían ponerse en marcha:
Pensad, cuando veáis a cualquier persona, que por ella Jesucristo ha derramado su Sangre; por lo tanto, vale toda la Sangre de Cristo (...). La gran solución para los problemas sociales —evidentemente hay soluciones técnicas muy variadas—, el motor para que esas soluciones técnicas se pongan en movimiento y alcancen su objetivo, es que los cristianos seamos mejores cristianos, que amemos más a Dios. Entonces tendremos preocupación por el prójimo: no solamente por los problemas sociales, por la pobreza de tantos hombres, sino primero por sus almas.
Atender a la comunidad
Enseguida se hizo un estudio que permitió detectar las demandas educativas más urgentes, de acuerdo con las tendencias demográficas y la realidad social y económica de la zona. Los resultados del estudio determinaron la ubicación de la iniciativa en un lugar que registraba un alto índice de población infantil y juvenil y en el que la infraestructura educativa era claramente insuficiente.
Mientras se proyectaban y construían los futuros locales del centro educativo se dispuso una sede provisional en unas instalaciones temporalmente fuera de uso.
Hubo entonces que buscar alumnos para Jarales. Y el incipiente pero entusiasta patronato se preocupó de hacer encuestas en las escuelas primarias, visitar las casas de los vecinos, repartir folletos y carteles en los puntos de confluencia social de la zona... Incluso se acondicionó una oficina informativa en un lugar cercano al centro comercial de Zapopan. En aquel primer momento los esfuerzos se concentraban en la Secundaria Técnica, con la que arrancaba el proyecto Jarales. Pero ya en la primera definición de objetivos del centro educativo se había decidido que éste habría de contar con tres líneas fundamentales: la escuela secundaria técnica, una escuela profesional de oficios varios y una escuela deportiva. Después esos horizontes se quedarían estrechos.
Jarales empezó con cuarenta y siete alumnos: cuando, a los pocos días del comienzo de las clases, uno de los obispos auxiliares de la diócesis bendijo la sede provisional pudo saludar con calma a todas las familias. En 1988, Jarales ya ofrecía las carreras técnicas de Mantenimiento Industrial y Mantenimiento de Hoteles, a las que en el primer curso se inscribieron cincuenta y tres muchachos. Actualmente, Jarales cuenta con las instalaciones académicas, administrativas y deportivas y con los talleres y laboratorios necesarios para atender en forma básica cinco áreas: Secundaria Técnica, Capacitación de Técnicos (con especialidades en: Mantenimiento Industrial, Mantenimiento de Hoteles, Electrome-cánica y Mecánica automotriz), Escuela Deportiva, Programa Industria-Escuela y el Programa de Formación Social.
La construcción de las aulas y los talleres, la adquisición de equipo, herramientas y material didáctico y la contratación del personal administrativo y docente fue posible gracias a la colaboración de un animoso grupo de empresarios y profesionales mexicanos con el proyecto de financiación del Istituto per la Cooperazione Universitaria (Italia) y de la Comunidad Económica Europea.
La proyección de futuro es la de un centro con mil alumnos, procedentes en su mayoría, como hasta ahora, de las zonas de viviendas de interés social ubicadas en colonias populares como Lomas de Zapopan y Arcos de Zapopan.
En estos años, los egresados de Jarales se han ido incorporando satisfactoriamente a la planta productiva del país: el 85% en la empresa, y el resto en diversas formas de autoempleo.
Pero además, los alumnos, mientras cursan estudios en Jarales, también trabajan. Un grupo de ellos, por iniciativa propia, ha elaborado programas de desarrollo social en sus co-munidades para contribuir a elevar el nivel socio-profesional mediante la transmisión de los conocimientos adquiridos en los cursos técnicos. Todos quieren influir positivamente en sus comunidades.
Trabajo y vinculación con la industria
La buena relación inicial con el entorno propició el programa Industria-Escuela, que imparte capacitación técnica a los empleados de algunas empresas, en el horario que ellas mismas determinen y con los contenidos que mejor se correspondan a sus necesidades específicas. Estos cursos se pueden desarrollar en las instalaciones del instituto o en los locales de la propia empresa. Las áreas de capacitación son seis: ecología, seguridad industrial, electricidad industrial, mecánica y mantenimiento industrial, mecánica automotriz —gasolina y diesel— y, por último, instrumentación industrial y automatización.
Varios hoteles de cinco estrellas, la panificadora más grande de América Latina, industrias textiles, plásticas, metalúrgicas, etc., tanto de ámbito regional como nacional, se benefician de la capacitación técnica y humana de los egresados.
Los beneficios que obtiene el Centro Tecnológico con estos cursos se destinan a becas para nuevos alumnos. A su vez, las mismas empresas comprometidas en el programa Escuela-Industria, como conocen por propia experiencia la importancia que se da en Jarales a la conjunción entre teoría y práctica, suelen extender a los egresados ofertas de trabajo, lo que refuerza más aún los vínculos entre el Centro Tecnológico y el mundo profesional de la industria.
Echando cuentas, entre el programa Industria-Escuela, el programa de Formación Social —cuyo objeto es la atención de las familias de los maestros, empleados y alumnos, así como de las comunidades próximas— y las actividades de apoyo social, son más de seis mil las personas que en estos pocos años se han beneficiado ya del proyecto Jarales, aunque el número de alumnos que ha pasado por las aulas del centro todavía no llega al millar. Además, los cauces que está abriendo Jarales para la ocupación en sectores productivos, recreativos y de desarrollo humano incidirán directamente en la mejora de las condiciones de vida de una vasta zona de influencia.
El anhelo de ser parte del proyecto
En Jarales todos llevan “puesta la camiseta”.
Miguel, alumno de segundo año, empezó en cierto momento a presentarse a diario en los laboratorios para hacer trabajos de limpieza y mantenimiento. Ante la pregunta del director del área, le dijo: “Me siento obligado a hacer algo por la escuela. He recibido mucho. Estoy muy agradecido. Pensé que la mejor manera de corresponder sería ayudar en el mantenimiento de los talleres”.
... Y los deportes
La Escuela Deportiva Profesional de Jarales pretende contribuir a la formación de alumnos y familiares a través de la disciplina atlética, banco de pruebas para el ejercicio de las virtudes humanas. El deporte, fomenta el espíritu de superación, el trabajo en equipo y la sana competencia: es, en sí, un estilo específico tan aplicable al terreno competitivo como a otros campos. Aunque los recursos materiales disponibles son escasos y poco sofisticados, Jarales suele hacer muy buen papel en las competiciones deportivas estatales.
Los programas de la Escuela Deportiva comprenden cinco áreas, de acuerdo con las edades y los niveles de rendimiento de los alumnos: programas curriculares de Secundaria y Bachillerato, formación de selecciones deportivas, educación deportiva familiar, formación de atletas de alto rendimiento y formación de técnicos profesionales en educación física.
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