Con motivo de algunos problemas surgidos en la política de nuestro país, se ha levantado la cuestión moral del caso que hay que hacer a la disciplina de partido en su relación con la conciencia.
Desde el punto de vista moral está claro que el criterio último de moralidad es la conciencia personal, lo que no significa que yo y mi conciencia podamos hacer lo que nos dé la gana, sino que, si somos creyentes, hemos de intentar hacer lo que Dios espera de nosotros, y si no somos creyentes, lo que nos piden los valores que profesamos, como pueden ser la honradez y la honestidad.
Para un católico tratar de hacer la voluntad de Dios supone, ante todo, formar su conciencia. Para ello cuenta con la ayuda que nos proporciona la revelación de Dios, las enseñanzas de la Iglesia y los conocimientos científicos. Lo que sí debe tener muy claro es que "hay que obedecer a Dios antes que a los hombres" (Hch. 5,29) y que el actuar contra su conciencia es una inmoralidad que no puede justificarse bajo ninguna razón, aunque sea la disciplina del partido.
Por ello si un diputado desobedece la doctrina clara de la Iglesia en un tema importante y con más razón en todos, por supuesto no es un buen católico y en casos muy graves ni siquiera es católico, por lo que habría que pedirle que no tenga la hipocresía de presumir de ello. En cambio como lo que nunca sabremos es si actúa o no contra su conciencia, no podemos juzgarle por ello, porque como dice el viejo dicho latino: "de internis, neque Ecclesia", es decir de lo que pasa en mi interior, nadie puede juzgarme, aunque sí podemos pensar desde fuera si su actuación es buena o mala desde el punto de vista de la moral católica y también de la moral civil.
Pedro Trevijano
Desde el punto de vista moral está claro que el criterio último de moralidad es la conciencia personal, lo que no significa que yo y mi conciencia podamos hacer lo que nos dé la gana, sino que, si somos creyentes, hemos de intentar hacer lo que Dios espera de nosotros, y si no somos creyentes, lo que nos piden los valores que profesamos, como pueden ser la honradez y la honestidad.
Para un católico tratar de hacer la voluntad de Dios supone, ante todo, formar su conciencia. Para ello cuenta con la ayuda que nos proporciona la revelación de Dios, las enseñanzas de la Iglesia y los conocimientos científicos. Lo que sí debe tener muy claro es que "hay que obedecer a Dios antes que a los hombres" (Hch. 5,29) y que el actuar contra su conciencia es una inmoralidad que no puede justificarse bajo ninguna razón, aunque sea la disciplina del partido.
Por ello si un diputado desobedece la doctrina clara de la Iglesia en un tema importante y con más razón en todos, por supuesto no es un buen católico y en casos muy graves ni siquiera es católico, por lo que habría que pedirle que no tenga la hipocresía de presumir de ello. En cambio como lo que nunca sabremos es si actúa o no contra su conciencia, no podemos juzgarle por ello, porque como dice el viejo dicho latino: "de internis, neque Ecclesia", es decir de lo que pasa en mi interior, nadie puede juzgarme, aunque sí podemos pensar desde fuera si su actuación es buena o mala desde el punto de vista de la moral católica y también de la moral civil.
Pedro Trevijano
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