Un huracán con nombre de mujer ha pasado por EEUU y el nombre de la ciudad de Nueva Orleáns casi ha sido borrado del mapa. Mientras los políticos sacan su especial habilidad para “remover la carroña”, culpando al presidente, a la política de EEUU, al sistema capitalista... muchas, muchísimas personas se mueven para ayudar a los que lo han perdido todo: familia, casa, futuro y pasado.
martes, 06 de septiembre de 2005
Miguel Angel Almela Martínez
“Al pasar, Jesús se encontró con un ciego de nacimiento. Sus discípulos le preguntaron: «Maestro, ¿quién tiene la culpa de que esté ciego, él o sus padres?» Jesús les respondió:- «Esto no es por haber pecado él o sus padres, sino para que se manifieste el poder de Dios.” (Juan, 9, 1-3) Estas palabras me vienen a la memoria cuando observo, escucho y leo las diversas reacciones políticas ante el desastre provocado por el huracán Katrina en la nación más rica de la tierra. Desde culparles por tener un presidente que no ha firmado el más que científicamente dudoso “Protocolo de Kyoto”, a que se lo tienen merecido por ser capitalistas, por descuidar los servicios sociales, por la guerra de Irak, es la “ira de Dios”. Como apunta Montse Doval en Internetpolitica.com, “parece ser que los damnificados por el huracán Katrina se merecían el desastre y que los EEUU bien puede hacer frente a sus desastres naturales sin apoyo ni ayuda externa”. En momentos como este, cuando todavía no podemos saber cuántos muertos se encuentran bajo las aguas, cuando los militares americanos intentan evaluar cómo se va a recuperar la ciudad, cuando los ciudadanos de Nueva Orleáns se hacinan en polideportivos, escuelas y estadios, la pregunta de quién pecó, si estos o sus padres para que el Katrina se haya llevado sus vidas por delante, se parece a la pregunta de los discípulos a Cristo.
Y hoy, como entonces, la respuesta es la misma: No pecaron ni estos ni sus padres (léase políticos) sino para que se manifieste el poder de Dios. Y verdaderamente se está manifestando el poder de Dios. Se está manifestando en la solidaridad de muchos países, antes receptores de ayuda, pero hoy donantes a un país rico que necesita la ayuda de todos. Se está manifestando en la unidad de las diferentes confesiones cristianas en la oración por los difuntos. Se está manifestando en la red, donde, desoyendo a los políticos de la progresía europea, los blogs (Faith bloggers and Katrina) y comentarios se suman a la solidaridad, a las oraciones y a la ayuda económica a los afectados.
Desde Europa no todo han sido manifestaciones progresistas culpando a Bush del desastre (Jügen Trittin, ministro alemán de Medio Ambiente, dixit), desde España no todo han sido las declaraciones de la diputada del PSC que desobedeció la orden de la gobernadora de Lousiana a abandonar la ciudad y luego culpar al Gobierno americano. Su Santidad Benedicto XVI, a través del Consejo Pontificio “Cor Unum”, ha llevado una ayuda económica a los afectados y ha pedido a todos los creyentes que se sumen a sus oraciones y colaboren en lo que puedan. La Unión Europea, las diferentes Conferencias Episcopales a través de Caritas, las Naciones Unidas, multinacionales hoteleras, escuelas católicas han ofrecido su ayuda al Gobierno Bush, que la ha acogido aunque esta venga de países no siempre amigos como Cuba o Venezuela.
Cuando la Naturaleza habla, descarga su furia sobre la tierra, la unión de todos los hombres para ayudarse se hace imprescindible. Y quizá, como San Pablo nos advertía, todo es para bien. El que por unos momentos se olviden las diferencias políticas, ideológicas y religiosas para hacer frente a la desgracia nos hace ver luz al final del túnel. Es posible que todos los hombres nos sintamos como hermanos, nos comportemos como hijos de un mismo Dios. La pena es que no dure el suficiente tiempo como para cambiar algo este mundo que todos tenemos que compartir o, más aún, necesitemos esperar a grandes tragedias mientras “los económicamente marginales, los socialmente desatendidos -en la vida ordinaria de cada día- son desgraciadamente muchos más de los que todos quisiéramos”, en palabras de Juan J. G. Noblejas... Y es que –afirma- “cuando no existe el hábito, personal e institucional de atender y ayudar al que ha menester, en las situaciones ordinarias de la vida, es difícil que esta misma ayuda resulte adecuada en las situaciones extraordinarias y extremas, al borde de la misma vida”.
Mientras tanto, sigamos siendo hermanos de nuestros hermanos que hoy sufren la desgracia. Formas de ayudarles, muchas. La primera, nuestra oración y si podemos, ahí va una idea que nos brinda nuestros amigos de HazteOir.org: colaborar con Catholic Charites USA que ha abierto una cuestación pública para ayudar a los damnificados. Y luego, no permitir que nuestros representantes públicos -a los que pagamos el sueldo, no lo olvidemos- hagan de buitres carroñeros ante las diferentes desgracias.
Miguel Angel Almela Martínez es periodista. Ha desarrollado proyectos de puesta en marcha de Sistemas Editoriales, ha sido responsable de comunicación de varias empresas y subdirector de la revista "A todo motor". Es padre de familia numerosa. Lo encontramos también en su blog Cambiemos el mundo
martes, 06 de septiembre de 2005
Miguel Angel Almela Martínez
“Al pasar, Jesús se encontró con un ciego de nacimiento. Sus discípulos le preguntaron: «Maestro, ¿quién tiene la culpa de que esté ciego, él o sus padres?» Jesús les respondió:- «Esto no es por haber pecado él o sus padres, sino para que se manifieste el poder de Dios.” (Juan, 9, 1-3) Estas palabras me vienen a la memoria cuando observo, escucho y leo las diversas reacciones políticas ante el desastre provocado por el huracán Katrina en la nación más rica de la tierra. Desde culparles por tener un presidente que no ha firmado el más que científicamente dudoso “Protocolo de Kyoto”, a que se lo tienen merecido por ser capitalistas, por descuidar los servicios sociales, por la guerra de Irak, es la “ira de Dios”. Como apunta Montse Doval en Internetpolitica.com, “parece ser que los damnificados por el huracán Katrina se merecían el desastre y que los EEUU bien puede hacer frente a sus desastres naturales sin apoyo ni ayuda externa”. En momentos como este, cuando todavía no podemos saber cuántos muertos se encuentran bajo las aguas, cuando los militares americanos intentan evaluar cómo se va a recuperar la ciudad, cuando los ciudadanos de Nueva Orleáns se hacinan en polideportivos, escuelas y estadios, la pregunta de quién pecó, si estos o sus padres para que el Katrina se haya llevado sus vidas por delante, se parece a la pregunta de los discípulos a Cristo.
Y hoy, como entonces, la respuesta es la misma: No pecaron ni estos ni sus padres (léase políticos) sino para que se manifieste el poder de Dios. Y verdaderamente se está manifestando el poder de Dios. Se está manifestando en la solidaridad de muchos países, antes receptores de ayuda, pero hoy donantes a un país rico que necesita la ayuda de todos. Se está manifestando en la unidad de las diferentes confesiones cristianas en la oración por los difuntos. Se está manifestando en la red, donde, desoyendo a los políticos de la progresía europea, los blogs (Faith bloggers and Katrina) y comentarios se suman a la solidaridad, a las oraciones y a la ayuda económica a los afectados.
Desde Europa no todo han sido manifestaciones progresistas culpando a Bush del desastre (Jügen Trittin, ministro alemán de Medio Ambiente, dixit), desde España no todo han sido las declaraciones de la diputada del PSC que desobedeció la orden de la gobernadora de Lousiana a abandonar la ciudad y luego culpar al Gobierno americano. Su Santidad Benedicto XVI, a través del Consejo Pontificio “Cor Unum”, ha llevado una ayuda económica a los afectados y ha pedido a todos los creyentes que se sumen a sus oraciones y colaboren en lo que puedan. La Unión Europea, las diferentes Conferencias Episcopales a través de Caritas, las Naciones Unidas, multinacionales hoteleras, escuelas católicas han ofrecido su ayuda al Gobierno Bush, que la ha acogido aunque esta venga de países no siempre amigos como Cuba o Venezuela.
Cuando la Naturaleza habla, descarga su furia sobre la tierra, la unión de todos los hombres para ayudarse se hace imprescindible. Y quizá, como San Pablo nos advertía, todo es para bien. El que por unos momentos se olviden las diferencias políticas, ideológicas y religiosas para hacer frente a la desgracia nos hace ver luz al final del túnel. Es posible que todos los hombres nos sintamos como hermanos, nos comportemos como hijos de un mismo Dios. La pena es que no dure el suficiente tiempo como para cambiar algo este mundo que todos tenemos que compartir o, más aún, necesitemos esperar a grandes tragedias mientras “los económicamente marginales, los socialmente desatendidos -en la vida ordinaria de cada día- son desgraciadamente muchos más de los que todos quisiéramos”, en palabras de Juan J. G. Noblejas... Y es que –afirma- “cuando no existe el hábito, personal e institucional de atender y ayudar al que ha menester, en las situaciones ordinarias de la vida, es difícil que esta misma ayuda resulte adecuada en las situaciones extraordinarias y extremas, al borde de la misma vida”.
Mientras tanto, sigamos siendo hermanos de nuestros hermanos que hoy sufren la desgracia. Formas de ayudarles, muchas. La primera, nuestra oración y si podemos, ahí va una idea que nos brinda nuestros amigos de HazteOir.org: colaborar con Catholic Charites USA que ha abierto una cuestación pública para ayudar a los damnificados. Y luego, no permitir que nuestros representantes públicos -a los que pagamos el sueldo, no lo olvidemos- hagan de buitres carroñeros ante las diferentes desgracias.
Miguel Angel Almela Martínez es periodista. Ha desarrollado proyectos de puesta en marcha de Sistemas Editoriales, ha sido responsable de comunicación de varias empresas y subdirector de la revista "A todo motor". Es padre de familia numerosa. Lo encontramos también en su blog Cambiemos el mundo
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