Alfredo y Emilia se marcharán a Japón con sus cinco hijos para «dar testimonio» de Jesucristo con su presencia. Alfredo Martínez y Emilia Soto pertenecen a la comunidad catecumenal de la Iglesia de Carmelitas. Un dato imprescindible para explicar el cambio radical que ha empezado a experimentar su vida. Queda menos de un año para que Alfredo y Emi, con sus cinco hijos (todos de menos de 10 años), hagan las maletas y se marchen a vivir a la ciudad de Oita, en la isla japonesa de Kyushu. Allí, la Iglesia les ha encargado la misión de dar testimonio de que Jesucristo «está en la familia».
«Como San Francisco Javier, el primer misionero que pisó Japón, en 1551, nosotros hemos experimentado que Dios nos quiere y que ha hecho maravillas en nuestra vida», sostiene Alfredo. «No enseñaremos teoría, como los misioneros de siempre, porque no tenemos la formación necesaria para ello. Pero en cambio, sí podemos compartir nuestro modo de vida con los japoneses», interviene Emi.
La idea de abandonar su apacible vida en Logroño comenzó a rondar por la cabeza de Alfredo y Emi hace dos años. En una convivencia, su congregación pidió voluntarios para ir a las misiones. «Nos levantamos», recuerda Emi. Pero tras esa primera decisión, su comunidad les dio un tiempo de reflexión. «Maduramos esta llamada de Dios y en otro encuentro, el 19 de mayo, hace apenas dos meses, volvimos a decir que sí, ya de forma definitiva», subraya Alfredo. ¿Y por qué a Japón? «Por un sorteo», relata este riojano. «La Iglesia tiene necesidades en muchos países. Los obispos de diferentes países piden familias para hacer presente la palabra de Dios. En el último encuentro, nos reunimos 200 familias en disposición de salir y otras 250 que ya están en Estados Unidos, en Sudán o en la Polinesia. Hay lugares incluso donde no se permite el culto, pero pero por suerte, a nosotros nos tocó Japón, un país donde hay libertad religiosa» añade.
A Oita, de hecho, les acompaña una familia madrileña, que también se levantó en una convivencia. Y en esta ciudad japonesa vive ya unos italianos, motivos por los que Emi y Alfredo creen que el aterrizaje no será tan duro. «Pero a nosotros nos habría dado igual Japón que el Congo Belga. Nosotros vamos porque nos encontramos a disposición de la Iglesia y el Señor nos ha marcado este camino», agrega.
Emi y Alfredo dicen que en Japón se sentirán como los españoles que emigraron a Alemania en los años 60 o como los extranjeros que ahora llegan a La Rioja. «Somos gente que viaja a un país que no es el suyo y que intentará la vida más normal del mundo. Yo soy electricista, trabajo en Unión Tostadora y mi objetivo es encontrar trabajo», afirma Alfredo. «Yo me dedicaré a cuidar a los niños», destaca Emi.
Alfredo participa de nuevo en la conversación. «Me he imaginado muchas veces el momento en el que vaya a pedir trabajo. ¿Y otras muchas situaciones cotidianas!», confiesa. «Pero para no entenderte con el de enfrente, no hace falta hablar diferentes idiomas. A veces, entre nosotros, no nos entendemos. Por eso, estoy seguro de que el Señor, tanto en el trabajo como en el día a día, nos proveerá».
Apoyo familiar
El entorno de Alfredo y Emilia han recibido la noticia con sorpresa, pero les han apoyado en su decisión. «Con mis padres, José Luis y Maribel, es un milagro lo que está ocurriendo. Lo han aceptado de maravilla», explica Alfredo, que añade: «Si no lo hubieran visto bien, yo no habría ido porque no les podría escandalizar. Lo primero son los padres». En el caso de Emi, la pequeña de doce hermanos, su familia ha aceptado su marcha. «Lo ven coherente con mi modo de vida cristiano», dice.
Pero quizá la reacción más sorprendente les ha llegado de sus hijos, Rut (9 años), Débora (8), Miguel (6), Judit (3) y Gabriel (18 meses). «Desde que nos levantamos, los niños han participado de nuestra vocación», comenta Emi. «Lo están viviendo en primera persona». «La mayor puede decir a veces que no quiere ir a Japón porque no va a ver a los abuelos», asegura Alfredo. «Pero a los tres días, aprenden algo de Japón, nos lo cuentan y nos dan más fuerza para seguir adelante», asevera.
Preparándose
La familia se prepara para la rutina del día a día en Japón aprendiendo las palabras básicas del idioma
En la cocina de la casa de Emilia y Alfredo, junto al biberón de Gabriel, hay un diccionario de japonés abierto por una entrada: 'Hola'. «Aprendemos las palabras más básicas, como los saludos», cuenta Emi. El matrimonio tiene la esperanza de manejarse en inglés, de apoyarse en la mímica, y de contar con la ayuda de los japoneses. «Nos han comentado que son gente muy amable, que perdona los fallos de los extranjeros», explica Emi. Pero Alfredo reconoce que uno puede «vivir allá diez años y no enterarse de la misa, la media».
Conocer la rutina diaria ocupa una parte del tiempo que el matrimonio riojano está dedicando a preparar el viaje. «La comunidad se encarga de gestionar los visados», informa Emi. Entrar en el país es difícil, pero una vez dentro, los extranjeros cuentan con muchos derechos. «Los niños se escolarizan como los japoneses, y también tienen las mismas prestaciones sanitarias», sostiene Alfredo. Además, el idioma les supondrá a los pequeños menos problemas que a los mayores. «Dicen que ellos pueden aprenderlo en dos meses, aunque quizá les cueste un poco más», indica el padre.
La cultura japonesa consagra ciertos valores, como retrató la película Lost in traslation, de Sofia Coppola, que chocan a los visitantes. «Están absorbidos por el trabajo y son incapaces de disfrutar de la familia o de ir con los hijos de vacaciones», relata Emi, «así que habrá ciertos aspectos a los que nos adaptaremos mejor».
¿La comida? «En Japón se come de todo», responde Emi. «Claro, hay platos típicos, como el sushi, pero en los supermercados se puede encontrar comida más occidental, más cercana a la que nosotros estamos acostumbrados: pasta, carne, arroz, por supuesto. Creo que enseguida estaremos familiarizados con estas cosas», apunta Emi.
El matrimonio se plantea esta estancia como un mandato que cumplir en una época determinada de su vida. «La comunidad o la Iglesia no nos obligan a permanecer un Japón un tiempo determinado. Si estamos bien, a pesar de las dificultades, probablemente nos quedemos para largo», comenta Emi, que retoma el ejemplo de algunas otras familias que en su día emprendieron una misión. «Algunos se marcharon hace 18 años y todavía no han vuelto», concluye Alfredo.
Datos de Oita en El Japón
Habitantes: 130 millones.
Extensión: 377.837 km
Religión: Sintoísmo y Budismo.
Gobierno: Monarquía Parlamentaria Constitucional
Historia: Ciudad situada al sur de Japón, en la isla de Kyushu, considerada cuna de la civilización japonesa.
Habitantes: 600.000.
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