A Jorge le publican hoy una carta en el periódico:
Asombra ver las declaraciones de algunas personas que dicen ser católicas, pero que luego hacen la vista gorda ante las políticas tan antisociales de este Gobierno, las continuas zancadillas a la Iglesia, la familia o la educación concertada. No creo que el Gobierno actual busque el verdadero consenso, sino favorecer los caprichos de las minorías que pregonan a los cuatro vientos sus tiranías e intolerancias particulares disfrazadas de progreso: el pago de hipotecas a separatistas; el «derecho» a asesinar a un bebé antes de que nazca sin contemplar otra alternativa (comparable a las políticas antinatalistas de los nazis); el «derecho» a matar a un enfermo antes que proporcionarle cariño y atención; la adopción de niños por parte de homosexuales; la «prevención» del sida a través de campañas penosamente estériles basadas exclusivamente en el preservativo y nunca en una cultura de la fidelidad, de la responsabilidad y del respeto sexual a las mujeres para así evitar la apabullante promiscuidad entre nuestros jóvenes; y un largo etcétera.
Porque, si la familia es el ladrillo básico de la sociedad, ¿cómo pensamos que vamos a construir tal edificio? Si hoy más que nunca los demógrafos alertan de que apenas tenemos natalidad (de hecho, y para colmo, estamos los últimos en el ránking por encima del Vaticano), las familias sufren mayor desestructuración y falta de estabilidad que nunca, nuestra juventud bate récords en consumo de drogas, alcohol o accidentes de tráfico. ¿Cómo pensamos que van a salir los nuevos ciudadanos del mañana?. ¿De verdad creemos que este edificio de ladrillo carcomido es tan invulnerable a los vendavales que la historia nos ha de deparar?. ¿De verdad creemos que una inmigración tan incontrolada de personas de costumbres que discriminan a las mujeres y no aceptan nuestra cultura es una solución demográfica que no nos va a afectar?. ¿De verdad creemos que nuestro capitalismo nos sacará de todos nuestros apuros?.
Dicen que el rey Ciro, cuando llegó a Babilonia, apenas tuvo que hacer fuerza para conquistar semejante nación, pues sus ciudadanos/as estaban tan dados a la corrupción de costumbres que apenas nadie opuso resistencia. Ojalá no vaya a ser éste el caso de nuestro país en un futuro más o menos cercano. Por eso, digan lo que digan, manipulen lo que manipulen y callen lo que callen, es la Iglesia, que es una, la que, a pesar de sus fallos y limitaciones, dista años luz de producir las desgracias y frutos amargos del egoísmo social que hoy vivimos y que, desgraciadamente, nuestro propio Gobierno promueve a través de sus políticas sociales.
Y por tener miedo, es el mismo Gobierno el que teme a la propia Iglesia, porque a pesar de la falta de valentía de la misma, no puede con ella y porque precisamente es una Iglesia que lejos de querer dar sólo una «buena imagen» políticamente correcta, protesta y no se queda callada ante todas las transgresiones contra la dignidad humana que se realizan.
Jorge Benito Daniel
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