domingo, noviembre 12, 2006

EL DON DE LA EUCARISTÍA - Testimonio del año 155

Me parece importante que tengáis a mano, queridos lectores de la Hoja Diocesana “Pueblo de Dios”, el precioso testimonio que san Justino, mártir, nos da del desarrollo de la celebración Eucarística ya en el año 155 de nuestra era. Dice así:

“El día llamado del sol los cristianos, en el campo o en la ciudad, se reúnen en un mismo lugar. Se leen las memorias de los apóstoles y los escritos de los profetas, siempre que el tiempo lo permita. Cuando el lector ha acabado de leer, el que preside toma la palabra exhortando a imitar esos hermosos relatos que se han leído. [El obispo o el sacerdote que presidía la celebración ya hacía en ese tiempo una homilía].

Después nos ponemos de pie y hacemos plegarias de intercesión por nosotros, por los demás, estén presentes o ausentes, para que lleguemos a ser santos en nuestra vida y fieles a los mandamientos del Señor, con el fin de obtener, de este modo, la vida eterna. Concluidas las oraciones nos damos le “beso de la paz”. [El abrazo o “beso” de paz existía ya en el año 155. Entre los ortodoxos se ha practica tal cual después de la plegaria universal, mientras que entre los católicos se practica justo antes de la comunión].

Posteriormente se lleva al que preside un poco de pan y una copa de vino mezclado con agua. Los toma en sus manos y dirige una plegaria de alabanza a Dios Padre, en nombre de su Hijo Jesucristo, por medio del Espíritu Santo, y hace una gran plegaria de acción de gracias (llamada en griego eucharistian). [Se trata de la plegaria Eucarística que sigue al santus de la Misa y llega hasta la oración del Padre Nuestro].

Cuando el que preside ha terminado las oraciones y la plegaria de acción de gracias, todo el pueblo presente aclama a Dios diciendo: Amén. Cuando el que preside ha terminado la acción de gracias y el pueblo ha respondido, los diáconos distribuyen a todos los presentes el pan y el vino de la Eucaristía y lo llevan a los ausentes, a los enfermos.

Quienes son ricos y quieren, dan de sus bienes según su propio criterio. Lo que se recoge se entrega a quien preside la celebración para que lo haga llegar a los huérfanos y a las viudas, a los enfermos, a los que no tienen recursos para vivir, a los prisioneros, inmigrantes y, en una palabra, a quienes son pobres y necesitan ayuda”.

Y concluye san Justino diciendo: “Porque este pan y este vino han sido ‘eucaristificados’ llamamos a esta comida Eucaristía y nadie puede tomar parte de ella si no tiene nuestra fe, si no ha recibido el baño del bautismo para la remisión de los pecados y si no cumple los mandamientos del Señor”.

Hasta aquí el relato de san Justino describiendo cómo se desarrollaba la celebración de la santa Misa ya en el año 155. Las palabras de Jesús Haced esto en memoria mía, se han perpetuado a través de los siglos. La Eucaristía es también una celebración en la fidelidad al amor del Señor. Nadie es dueño de la Eucaristía, ni debe celebrarla cambiando lo que quiera. Es un don recibido. Ojalá sepamos participar en ella con la misma fe, la misma entrega y la misma preparación y disposición con la que han participado todos los santos a lo largo de los siglos.

Con mi afecto y bendición ,
+ Juan José Omella Omella
Obispo de Calahorra y La Calzada-Logroño

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