Sigue mi obispo con el tema de la oración
No podemos confundir “el pedir a Dios la fuerza para actuar en su nombre con pedir que Él actúe en lugar nuestro porque no encontramos fuerzas para hacerlo”.
San Felipe Neri era irascible, se enfadaba con mucha facilidad y cedía a los accesos de cólera que incitaban a que alguno de sus hermanos de comunidad le respondiese, le llevase la contraria y le corrigiese. Un día, se dio cuenta de que eso no podía seguir así. Nosotros, observadores atentos de la vida de los santos, podemos preguntarnos si esa toma de conciencia le venía de un arranque interior virtuoso o de que no podía soportar por más tiempo a sus hermanos. La verdad es que no lo sabemos. Pero lo interesante no es eso, lo más asombroso es que san Felipe Neri, al sentir ese deseo interior de corrección de vida, se fue a una Iglesia, se prosternó ante el Cristo Crucificado y le pidió que le librase de su irascibilidad. Salió de la Iglesia con mucha esperanza pensando que, a partir de ese momento, su vida había cambiado completamente, pensando que era ya un hombre nuevo, distinto, más santo. Inmediatamente se encontró con un hermano con quien nunca había discutido pero, por primera vez en su vida, ese hermano se mostró desagradable y displicente. Felipe montó en cólera y furioso fue al encuentro de otro hermano que era su confidente. Y se encontró con otra sorpresa. Ese hermano también le respondió con mucha rudeza y tosquedad. San Felipe no pudo más y regresó a la Iglesia; allí, de rodillas ante el crucifijo, dijo: “Señor, ¿no te pedí que me desembarazases de mi irritabilidad?” El Señor le respondió: “Sí, Felipe, por eso he multiplicado las ocasiones para que puedas corregirte”.
Qué hermosas lección para nuestra vida de creyentes. Ciertamente, Dios no nos quita las ocasiones de tentación y sufrimiento, pero nos da la fuerza para llevar la cruz, para vencer las tentaciones. Sin embargo, eso no significa que ya está todo resuelto y que no debamos hacer nada más, que no debamos movilizar nuestra inteligencia, nuestro entusiasmo, nuestra energía, en esa dirección de vencer y superar la tentación y el sufrimiento. Se trata, más bien, de todo lo contrario, así nos lo enseña, y nos lo recuerda, el viejo refrán español: “A Dios rogando y con el mazo dando”. Sí, al tiempo que pedimos ayuda y fuerza a Dios, debemos desplegar todas nuestras energías, toda nuestra entrega, para que eso que pedimos a Dios se haga realidad.
La oración nos demanda siempre un plus de esfuerzo psíquico. Dios pide siempre nuestra colaboración en cualquier acción que vaya en la línea de superar nuestras deficiencias y nuestros pecados. Así nos lo enseña Jesús en el Evangelio cuando dice: “esta clase de demonios sólo se vencen con la oración y el ayuno”. Sí, es necesario, además de orar, ayunar. Es necesario abstenerse de caprichos; abstenerse de comidas y bebidas. Sí, el Señor nos pide colaborar con nuestro esfuerza en la obra de santidad y en la obra evangelizadora. Si actuamos así, ciertamente veremos cómo Dios actuará en nosotros y a través nuestro, concediéndonos todo aquello que deseamos y que le pedimos con total confianza en la oración.
Con mi afecto y bendición, + Juan José Omella Omella
Obispo de Calahorra y La Calzada-Logroño
No podemos confundir “el pedir a Dios la fuerza para actuar en su nombre con pedir que Él actúe en lugar nuestro porque no encontramos fuerzas para hacerlo”.
San Felipe Neri era irascible, se enfadaba con mucha facilidad y cedía a los accesos de cólera que incitaban a que alguno de sus hermanos de comunidad le respondiese, le llevase la contraria y le corrigiese. Un día, se dio cuenta de que eso no podía seguir así. Nosotros, observadores atentos de la vida de los santos, podemos preguntarnos si esa toma de conciencia le venía de un arranque interior virtuoso o de que no podía soportar por más tiempo a sus hermanos. La verdad es que no lo sabemos. Pero lo interesante no es eso, lo más asombroso es que san Felipe Neri, al sentir ese deseo interior de corrección de vida, se fue a una Iglesia, se prosternó ante el Cristo Crucificado y le pidió que le librase de su irascibilidad. Salió de la Iglesia con mucha esperanza pensando que, a partir de ese momento, su vida había cambiado completamente, pensando que era ya un hombre nuevo, distinto, más santo. Inmediatamente se encontró con un hermano con quien nunca había discutido pero, por primera vez en su vida, ese hermano se mostró desagradable y displicente. Felipe montó en cólera y furioso fue al encuentro de otro hermano que era su confidente. Y se encontró con otra sorpresa. Ese hermano también le respondió con mucha rudeza y tosquedad. San Felipe no pudo más y regresó a la Iglesia; allí, de rodillas ante el crucifijo, dijo: “Señor, ¿no te pedí que me desembarazases de mi irritabilidad?” El Señor le respondió: “Sí, Felipe, por eso he multiplicado las ocasiones para que puedas corregirte”.
Qué hermosas lección para nuestra vida de creyentes. Ciertamente, Dios no nos quita las ocasiones de tentación y sufrimiento, pero nos da la fuerza para llevar la cruz, para vencer las tentaciones. Sin embargo, eso no significa que ya está todo resuelto y que no debamos hacer nada más, que no debamos movilizar nuestra inteligencia, nuestro entusiasmo, nuestra energía, en esa dirección de vencer y superar la tentación y el sufrimiento. Se trata, más bien, de todo lo contrario, así nos lo enseña, y nos lo recuerda, el viejo refrán español: “A Dios rogando y con el mazo dando”. Sí, al tiempo que pedimos ayuda y fuerza a Dios, debemos desplegar todas nuestras energías, toda nuestra entrega, para que eso que pedimos a Dios se haga realidad.
La oración nos demanda siempre un plus de esfuerzo psíquico. Dios pide siempre nuestra colaboración en cualquier acción que vaya en la línea de superar nuestras deficiencias y nuestros pecados. Así nos lo enseña Jesús en el Evangelio cuando dice: “esta clase de demonios sólo se vencen con la oración y el ayuno”. Sí, es necesario, además de orar, ayunar. Es necesario abstenerse de caprichos; abstenerse de comidas y bebidas. Sí, el Señor nos pide colaborar con nuestro esfuerza en la obra de santidad y en la obra evangelizadora. Si actuamos así, ciertamente veremos cómo Dios actuará en nosotros y a través nuestro, concediéndonos todo aquello que deseamos y que le pedimos con total confianza en la oración.
Con mi afecto y bendición, + Juan José Omella Omella
Obispo de Calahorra y La Calzada-Logroño
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