Lo tuvo aparentemente todo en su carrera artística. El éxito arrollador le llegó con «El guardaespaldas», pero también la arrastró hacia la mayor degradación personal. Ahora, con un nuevo disco, renace de sus cenizas. Ha recuperado la fe de sus años de niña y lucha, rezo a rezo, contra sus adicciones pasadas. Es Whitney Houston.
La cantante estadounidense Whitney Houston ha resurgido de sus cenizas, como el ave Fénix. Y tiene muy claro a quién le debe haber logrado salir de una tortuosa vida que le llevó, desde el éxito arrollador cosechado con la película «El guardaespaldas» a malgastar su vida entregada a las drogas, hasta el punto de ser fotografiada en los más oscuros callejones consumiendo las sustancias más perniciosas.
Ahora presenta un nuevo disco, que le permitirá mostrar la voz que forjó en el coro de la iglesia evangélica en el que cantaba, bajo la dirección de su madre, hasta que un cazatalentos la descubrió en 1983.
Hace unos días, en el famoso programa de Oprah Winfrey, la cantante aseguró que superó sus peores momentos con la fuerza de Dios, aunque reconoció que las tentaciones de consumir droga le siguen llegando. Pese a todo, se ha mostrado convencida de poder superarlo definitivamente: «Me lleva un minuto olvidarme de eso, rezo y se va».
Porque Whitney Houston, ante todo, ha recuperado una serie de valores que había arrinconado por el tsunami de fama y supuesto glamour de su anterior carrera musical, e la que ha cosechado cientos de premios, entre ellos los más importantes. Los valores de aquella adolescente piadosa que alababa a Dios en el coro de la iglesia con su voz. Voz que nacía del alma. Puro soul.
RL
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