jueves, febrero 22, 2007

Del ala izquierda del pollo al dulcísimo precepto del Decálogo

Todos los días, cuando me levanto, me vienen a la memoria dos hechos: el primero tiene que ver con San Josemaría, cuando habla en sus escritos del amor que debemos tener los miembros de la Obra y todos los cristianos al cuarto mandamiento de la ley de Dios. El segundo hecho, fue una intervención radiofónica que tuve en los años ochenta

Todos los días, cuando me levanto, me vienen a la memoria dos hechos: el primero tiene que ver con San Josemaría, cuando habla en sus escritos del amor que debemos tener los miembros de la Obra y todos los cristianos al cuarto mandamiento de la ley de Dios. San Josemaría lo llamaba “el dulcísimo precepto del Decálogo”; el segundo hecho, fue una intervención radiofónica que tuve en los años ochenta. Los invitados a la tertulia no tenían quizá las ideas muy claras sobre la Obra. Yo llamé por teléfono y puntualicé una serie de cuestiones que me parecían interesantes. Uno de los tertulianos me dijo en un momento de la conversación:

- Todos los miembros del Opus Dei tienen carrera universitaria....

- Pues yo trabajo en un matadero de aves. Mi encargo es quitar la carne al ala izquierda del pollo, le contesté.

- ...

Y así iba la cosa hasta que de nuevo alguien señaló que a los miembros de la Obra se les separa de sus padres. En ese momento mi madre, que escuchaba la conversación y es agradablemente de armas tomar, agarró el teléfono y dijo:

- Yo soy la madre de este chico, ¿algún problema?...

En fin, han pasado los años desde esta segunda anécdota: alrededor de 25 años. La vida ha cambiado, y mis padres, gracias a Dios siguen viviendo conmigo. Digo conmigo, porque hasta hace tres años, yo vivía con ellos.

En el año 2002 me fui a Pamplona para hacer un doctorado y preparar la tesis doctoral. Para ello dejé de vivir con mis padres después de 42 años. Yo soy Licenciado en Filología Hispánica y trabajaba entonces en un colegio de Jaén.

En una de mis clases


Mi madre estaba un poco delicada de salud, pero el médico de familia me decía que los síntomas que padecía eran los típicos de las personas mayores. Después de hablar con ellos, llegamos a la conclusión que me podía desplazar a Navarra para completar mis estudios. Mis padres tenían entonces 78 y 79 años.

A los dos años y medio de residir en Pamplona mi padre sufrió una trombosis cerebral, se le quedó inmovilizada la parte derecha del cuerpo, y a mi madre, después de analizarla un especialista, le diagnosticaron Alzheimer en una fase bastante avanzada.

"En vista de lo que ocurría a mis progenitores dejé los estudios de Pamplona y me volví a mi ciudad natal para cuidar de mis padres"

En vista de lo que ocurría a mis progenitores dejé los estudios de Pamplona y me volví a mi ciudad natal para cuidar de mis padres. He vuelto a mi trabajo de profesor en el colegio Altocastillo, pero sólo por las mañanas. He pedido reducción de jornada, ya que por las tardes y noches cuido de mis padres. Mientras yo estoy en el colegio, una señora que tengo contratada cuida de ellos y cuando vuelvo del colegio recojo el testigo hasta el día siguiente a la hora de irme a trabajar.

Mi padre, gracias a nuestro padre, San Josemaría, se ha recuperado de una forma milagrosa. Ha recuperado la movilidad y es autónomo. Los médicos todavía no se lo creen, porque me dijeron que se quedaría postrado en una cama hasta su fallecimiento. Ahora no necesita ayuda para nada, pero tampoco me ayuda en nada.

Mi madre va perdiendo facultades poco a poco. Necesita vigilancia las 24 horas del día y hay que hacérselo todo: levantarla, asearla, darle de comer, etc. Ya no conoce a nadie, y a veces no sabe dónde está y se pone muy nerviosa. Entonces aprovecho para intentar calmarla y la saco a pasear en una silla de ruedas. Estuve una temporada que por las noches no dormíamos nada, a veces, cuando se ponía nerviosa la sacaba a la calle, aunque lloviera, tronara, hiciera frío, calor, etc.

Los que padecen esta enfermedad, los especialistas no saben el porqué, durante las horas de la tarde se ponen más inquietos, entonces tengo que cargarme de paciencia, e intentar calmarla y distraerla, porque no hay medicinas que la tranquilicen. El médico me dice que lo mejor es intentar distraerla, que la trate como a un niño de 3 años. Y eso es lo que hago.

Mis padres
Siguiendo la recomendación de San Josemaría lo más importante que puedo hacer ahora es cuidar de mis padres, como ellos lo hicieron de mí cuando era más joven. Cuidando de mis padres estoy haciendo el Opus Dei, porque veo en ellos a Jesucristo y cuando estoy cansado o agobiado miro la cruz del Señor y recuerdo la cita de Mateo: “El que quiera venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame ” (Mt. 16, 24).

A medida que pasa el tiempo y me voy haciendo más mayor, por lo que veo en el colegio y por lo que me cuentan mis amigos y conocidos de edad más avanzada, veo que no soy un mártir, porque hay gente que está peor que yo. A estas personas intento animarlas y que vean en ello la cruz del Señor.

En el pueblo donde resido somos trece mil habitantes, y casi todos nos conocemos, hemos creado una asociación de Alzheimer. El ayuntamiento nos está dando toda clase de facilidades para sacar adelante la asociación, y nos hemos puesto en contacto con los sacerdotes del pueblo para que atiendan espiritualmente a nuestros enfermos.

Cuando voy por la calle mis paisanos me paran y me preguntan por mis padres, a la vez que me animan y felicitan por la labor que estoy haciendo con ellos, yo entonces me acuerdo del dulcísimo precepto del Decálogo del que hablaba San Josemaría y de mi intervención en el programa de radio.

Gabriel Robledillo Amezcua es agregado del Opus Dei

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