sábado, septiembre 10, 2005

¡Si somos la Iglesia los que financiamos al Estado!

No me resisto a dejar de copiar eso que le he leído a un veijo amigo:

Pero, ¡recórcholis!, ¡si somos la Iglesia los que financiamos al Estado! A ver cuándo se autofinancia el Estado en materia de Educación, de sanidad y de labor social, que hasta los jerséis que les llevan a los de las pateras son recogidos en las parroquias. Y la labor de las que atienden a enfermos de SIDA, los comedores para pobres, la atención familiar y todo eso, que debería pagarlo el Estado, ¿quien lo paga? Nosotros y nuestro voluntarismo.

A ver si se dejan de gaitas y se autofinancia el Estado, si es que tienen lo que hay que tener. Porque no hay dinero en España para pagar la labor que está haciendo la Iglesia. Si mañana hubiera una huelga de una semana, de todos los que trabajan en la Iglesia -la mayoría pagando, no cobrando, o cobrando lo justo para vivir, y a veces ni eso-, habría un caos inimaginable.

Es la Iglesia la que financia al Estado. Hasta se puede cuantificar: aporta al año 31.000 millones de euros más de lo que recibe. Eso sin contar la dedicación vocacional en casos inimaginables de problemas familiares y sociales, que no tiene precio, porque no hay dinero en el mundo, p. ej., para conseguir que alguien esté noche y día, con todo su amor, a cargo de un niño esquizofrénico abandonado, que no para de gritar y tirar cosas. Y así, a miles.

A quien habla de que el Estado financia a la Iglesia, lo ponía yo una semana a trabajar con algunas organizaciones eclesiales que conozco, a ver si le queda ánimo para volver a decir disparates. Se le iban a quitar las ganas de hablar sobre cualquier cosa durante una buena temporada.

Sólo Cáritas, emplea más de 57 millones de euros anuales (sin contar el trabajo y los inmuebles) en asuntos sociales que debería solucionar el Estado. Sólo esa minucia de una sola asociación eclesial, ya es el doble de lo que la Iglesia "recibe del Estado", 30 millones de euros anuales (si se considera que es generosidad del Estado el dinero que de nuestros impuestos pagamos los católicos que señalamos la casilla de la Iglesia).

Es la Iglesia la que financia al Estado, y muchísimo, tanto por su aporte económico como por su capital humano. Lo que pasa es que saben que ese aporte nunca vamos a dejar de darlo.

Y aunque hubiera que financiar a la Iglesia -que no es así-, yo también pago para financiar películas que no me interesan, exposiciones de arte que yo reciclaría y usaría como papel del retrete, y sindicatos que sólo defienden los privilegios de sus amigos (entre los que no me encuentro); incluso deportes que no practico. Si sólo financiamos lo que nos gusta, vamos listos.

El Estado debe favorecer, en situación de igualdad, todo lo que sean legítimas aspiraciones y actividades de sus ciudadanos. No se puede ser tan gallito y concertar colegios religiosos, demandados incluso por padres no católicos porque enseñan valores que quieren para sus hijos, y que sin embargo dedique el Estado un importe por alumno muy inferior al de los colegios públicos, dejando que la congregación correspondiente co-financie de hecho, con su voluntarismo y su dinero, la educación de todos esos niños. No puede ser que yo quiera hacer una revista gay, y el Estado me la subvencione, y si hago una revista religiosa no me den un duro. Esto no es un Estado aconfesional, es un Estado antirreligioso, que no reconoce la religión como legítima aspiración de buena parte de sus ciudadanos. Es contrario a lo que dice la Constituación, contrario al espíritu democrático y a la tolerancia.

Y por cierto, a ver cuándo el Estado apoquina el 0,7% famoso, porque de la Iglesia española bien que sale dinero a espuertas para paliar las hambrunas y los desastres que otros provocan. Y, otra cosa, que no se pongan la medalla y lo den a título de préstamo disfrazado, como cuando la tsunami...

Que no, hombre, no nos vengáis con chorradas, que somos católicos, pero no imbéciles, y sabemos a donde van los pobres a pedir, a comer, y a que los cuiden cuando están malos. Y no es al Ministerio de Asuntos Sociales.

Sencillamente redondo: ¡no se puede decir mejor!

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